Una empresa de agricultura biológica en Burkina Faso

18/01/2005 | Opinión

Esta es la pequeña historia del nacimiento de una pyme bío-agrícola, la Sopradex, una micro empresa radicada en Bobo-Diulaso, segunda ciudad de Burkina Faso.

Un buen día se reunieron tres familias y comentaron que la agricultura de subsistencia tradicional cumple, sin saberlo, casi todas las normas de la “Agricultura Biológica”, cosa que no ocurre con el cultivo del algodón, por causa de los pesticidas y abonos químicos. Los campesinos, tanto en sus campos de mijo, sorgo, maíz o sésamo, como en las parcelas y bancales de sus huertos de verduras y hortalizas sólo utilizan el abono orgánico proveniente de sus fosas de estiércol, donde se mezcla el estiércol de los animales con los desperdicios de la cocina y la basura doméstica. Vienen las lluvias y toda esa materia orgánica fermenta, transformándose en abono excelente, que merece el calificativo de BÍO.

Esto, que siempre se ha practicado en África, hasta que en la era colonial se introdujeron los cultivos de rendimiento industrial, como el algodón, el tabaco, el té y café, el cacao y la caña de azúcar, etc … es lo que Alain Bostal y Paul David, dos agrónomos franceses, explicaron a un reducido grupo de amigos burkinabés de Bobo- Diulaso. Empezaron a estudiar los productos, que Burkina Faso podría producir BÍO y exportar fácilmente a la Unión Europea. Esclarecidos por la experiencia de las judías verdes del valle del Suru, que después de varios años de comercialización por vía aérea, han dejado de exportarse a París, porque la compañía Air France exigía cada vez flete para un avión completo, cosa que era imposible de realizar todas las semanas por causas diversas. Para evitar los problemas de los perecederos, que no aguantan períodos largos de almacenaje, nuestros amigos se volvieron del lado de los cereales, que no abundan en Europa, por ser cultivos de secano en tierras áridas. Seleccionaron el sésamo, llamado también en España ajonjolí, que algunos confunden con el alpiste (alimento de ciertos pájaros).

A partir de 1999, empezaron a tomar contacto con los organismos que conceden el tan deseado distintivo de productos de “Agricultura Biológica Se trata de probar que el producto está compuesto por lo menos del 95% de ingredientes cultivados sin pesticidas y poder demostrar el recorrido desde el cereal en el campo hasta su acondicionamiento y ensacado.

Todos los lotes de sésamo exportados son analizados por una oficina de expertos independientes situada en Alemania y algunas veces acontece que, aun habiendo cumplido todas las normas escrupulosamente, ciertas remesas son descalificadas, unas veces porque los terrenos donde se cultivaba hace diez años algodón, aún guardan restos de pesticidas y sus suelos siguen contaminados; otras porque algún lote se contaminó en contacto con otro que no estaba en buenas condiciones o porque algún productor, menos serio, que no ha cumplido con todo rigor la normas establecidas.

“Por eso, hay que ser tan estrictos con los agricultores, que se incorporan al programa, pues el mercado internacional impone sus drásticos reglamentos. Esto hace necesario mejorar siempre nuestros productos, que ayudan a cambiar en la UE la imagen tradicional de África, continente asistido, para una sociedad moderna capaz de cumplir con rigor las normas y que sabe “jugar el juego” honestamente, sin caer en la tentación de “querer meter gato por liebre.”

A LA CONQUISTA DE COLABORADORES

Cuando la Sopradex se lanza en la agricultura biológica, en el dintel del Tercer Milenio, el terreno ya había sido “explotado” por otros empresarios. Cuenta Alain Bostal que “aquellos señores, después de haber convencido a los campesinos para abandonar sus cultivos tradicionales y dedicarse a la agricultura biológica, nunca aparecieron después en el momento de las cosechas, por la sencilla razón de que entre la siembra y la recolección habían dado en quiebra. A partir de entonces, los campesinos se volvieron más desconfiados, por prudencia. Hubo que demostrarles que no éramos como aquellos y darles garantías de compra al mejor precio del mercado, que es un precio remunerador, por tanto justo. Además, cada vez que un lote pasa los controles en Alemania, la Sopradex les distribuye un “primer anticipo” sobre el precio final del sésamo a la venta. De esta forma, los agricultores reciben un dinero fresco en el periodo seco de abril-mayo, cuando no tienen otras entradas económicas y preparan los campos.

Otra condición para entrar en el programa, es que aseguren su alimentación mediante los cultivos tradicionales de subsistencia. Según las regiones, plantan mijo, maíz, sorgo, alubias, cacahuetes, mandioca, ñames, boniatos, etc…

Surgió una dificultad mayor por causa de la mentalidad de asistidos, que han creado ciertas ONG’s paternalistas o neocolonialistas, que les consienten créditos o les anticipan gratuitamente, a cuenta de la cosecha, los materiales y herramientas que necesitan. A veces con descuentos, que más parecen “regalos”, poniéndolos en condiciones irreales, fuera de la lucha del circuito comercial. Con estas prácticas caen en una especie de agricultura subsidiada en la que el precio del producto al agricultor es más elevado que el precio del mercado. Justamente son esas subvenciones las que falsean los términos de la oferta y la demanda en la UE y muy en particular en los EE UU, lo mismo que en ciertos países de Oriente con el arroz.

CONCENTRADOS EN UNA REGIÓN

Después de estudiar las condiciones climáticas y la calidad de los suelos, los socios fundadores de la Sopradex y sus agentes técnicos escogieron el distrito de Piela-Bilanga, al este del país. En esta región la aridez del suelo y la poca lluvia es favorable al cultivo del sésamo. La Sopradex concluyó un acuerdo con una asociación local de agricultores, la APB (Asociación de Campesinos Burkinabés, de sus siglas en francés). Seis animadores rurales de la APB recorrieron los pueblos de la región explicando a los campesinos las ventajas del proyecto traído por esa empresa de Bobo-Diulaso, cuyos objetivos son en resumen:

1. Preservar el frágil ecosistema del país y ayudar a los agricultores a salir de su pobreza.

2. Colaborar a mejorar la imagen, que en Europa tienen de África: De ser un continente de asistidos, pasamos a ser socios comerciales.

3. Mostrar ante los expertos, que el campesino africano es capaz de producir alimentos merecedores del distintivo “Agricultura Biológica”, ajustándose a normas de calidad muy estrictas.

¿CUÁLES ESTÁN SIENDO LOS RESULTADOS?

La Sopradex es una pyme de 12 asalariados, que trabajan en su sede de Bobo-Diulaso, tanto en el sector administrativo de la empresa, como en la manipulación del grano: Transporte, almacenamiento y acondicionamiento del sésamo.

En la campaña agrícola de 2002, su primera campaña, solamente 275 campesinos aceptaron tentar la aventura del sésamo, produciendo seis toneladas. Ya en el año 2003, en el mismo sector, 2.500 agricultores ecológicos alcanzaron las 55 toneladas clasificadas “Agricultura biológica”.

Por otro lado, la Sopradex, después de estudiar el histórico de ciertas tierras durante los últimos tres años y verificando que en las proximidades no hubo campos de algodón, acepta la comercialización de sésamo producido por otros agricultores independientes. Por eso, en 2003, sus exportaciones a la UE alcanzaron las 700 toneladas, que en Francia fueron comercializadas por la cooperativa ANDINES, especialista del comercio justo equitativo. Otras partidas fueron para Alemania, Bélgica y Holanda.

Los fundadores de la Sopradex reconocen que aún no han amortizado las inversiones y que aún no han realizado beneficios, pero el ritmo de recuperación del capital invertido es normal, para este género de empresas.

El ejemplo de esta pyme debería animar a otros grupos relativamente modestos a entrar por el camino del desarrollo, sin esperarlo todo de los gobiernos. La joven generación de diplomados africanos, formados en Europa y América, debería ya emprender experiencias semejantes y trabajar con el mismo rigor, que ellos han aprendido en las diversas empresas y compañías en donde han hecho prácticas en la UE y EE UU.

Enhorabuena a la SOPRADEX y a todos los campesinos, que han creído en este proyecto, que sin su participación no se hubiera podido realizar en Burkina Faso.

Antonio Molina

Fundación Sur

Enero 2005

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