Hasta los republicanos se interesan por la realeza, y numerosos medios han mencionado la entrevista de Harry y Meghan con la periodista y presentadora de televisión Oprah Winfrey, en la que el príncipe y su esposa, que se considera “half black and half white”, se quejaron del racismo que a veces aflora en los pasillos del palacio de Buckingham. La reacción de una periodista india de moda, Meenashi Sings, no pudo ser más clara: “Detrás de una elegante fachada, hay pensamientos mucho menos elegantes”. La India se independizó como una república en 1947 y desde entonces ha sido uno de los miembros más importantes de la Commonwealth. Otro miembro importante de ésta es Australia que, a diferencia de la India, no es una república, por lo que Isabel II sigue siendo reina de Australia. Pero para el ex primer ministro Malcom Turnbull, el que Harry y Meghan hayan tenido que quejarse de racismo indica que ya es hora de que eso cambie: “¿Por qué el jefe de estado del Reino Unido ha de serlo automáticamente también de Australia?” De los 54 países miembros de la Commonwealth 19 están en África. En un artículo del 10 de marzo, The Guardian, tras mencionar que algunos países caribeños miembros de la Commonwealth, como Jamaica y Barbados, piensan en convertirse en repúblicas, citaba al columnista ugandés del Daily Monitor Nicolas Sengoba, que se preguntaba, dadas tales acusaciones de racismo, cómo todavía algunos jefes de estado africanos de la Commonwealth podían sentirse orgullosos de sentarse a la mesa con miembros de la familia real británica. Ese mismo día Gerald Imray (Associated Press), citaba a Mohammed Groenewald, que había guiado a los príncipes en su visita a una mezquita de El Cabo, en Sudáfrica: “Lo acaecido despierta recuerdos del racismo colonial británico”. Groenewald citaba también un twitter de otro sudafricano: “Es la familia real británica. ¿Qué se puede esperar? Nos oprimieron durante años”. Y resumía, refiriéndose al conjunto de la Commonwealth: “¿Van a querer esos países seguir tan íntimamente asociados a Gran Bretaña y a la familia real?”. Todo lo cual, dado mi interés personal por África, hace que me pregunte: ¿Qué ganan hoy los países africanos con ser miembros de la Commonwealth? ¿Por qué Mozambique y Ruanda, sin lazos históricos con Gran Bretaña, han querido ser miembros de la misma?
Cuando en 1962 llegué a Londres como estudiante, lo primero que tuve que aprender fue a distinguir entre “jam” (mermelada) y “marmalade” (confitura de naranja). Y que “británico” no es lo mismo que “inglés”. Fue fácil. Más complicado, y nunca lo conseguí del todo, fue comprender el deporte británico por antonomasia, el cricket. Nunca los británicos me echaron en cara mi ignorancia, y uno puede todavía encontrar en las redes historietas sobre la imposibilidad de explicar a un extranjero ese juego tan británico que puede durar varios días y del que una parte casi esencial son los “tea-breaks”. También me llamó la atención el que no existiera, como en los países latinos, una Academia de la Lengua Inglesa, y el que la constitución británica no estuviera escrita. Y me parecieron extrañas las relaciones en el interior de la Commonwealth, que hacían que por aquel entonces muchos ciudadanos de ésta detentaban un pasaporte británico que, sin embargo, no les daba derecho a residir en Gran Bretaña. Poco a poco terminé aceptando, como una realidad inamovible, que para los británicos, la historia, las costumbres, los usos y la utilidad, entendida a menudo como conveniencia propia, son a la hora de actuar, más importantes que las convenciones y los textos escritos. Lo cual explica en parte qué es la Commonwealth (así como algunos problemas actuales en la aplicación del Brexit).
Tras constatar el resurgir del nacionalismo en los territorios bajo su control (colonias, protectorados, territorios bajo mandado y dominios), Gran Bretaña reconoció en un documento de 1931 que cuatro dominios (Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica) eran de hecho comunidades autónomas, miembros voluntarios de la “British Commonwealth of Nations”, unidos por su lealtad a la Corona, a los que se les reconocía en adelante el derecho a una política internacional propia. Así es como nació la realidad de la Commonwealth. En 1949, los dirigentes de los países miembros decidieron que la organización podía aceptar el que la India (miembro desde su independencia en 1947) se convirtiera en república (lo hizo en enero de 1950). Lo cual convenció a Kwame Nkrumah, al acercarse la independencia de Ghana (1957), que su proyecto radical Pan-africanista también podía caber dentro de la Commonwealth. No fue por deseo de Gran Bretaña sino de Ghana que ésta entró en la Commonwealth. Siguieron luego, a medida que conseguían su independencia los otros países africanos que se encontraban bajo control británico en 1931. Algunos lo hicieron como reinos (Lesoto y Suazilandia, hoy ESuatini), otros como repúblicas (Zambia, Botsuana, Seychelles, Zimbabue, Namibia, Camerún). Todos reconocían a Isabel II, reina desde 1952, como cabeza simbólica de la Commonwealth. Con el ingreso de Mozambique en 1995, se tuvo la impresión de que en adelante los valores compartidos iban a ser para los dirigentes de la Commonwealth más importantes que la historia (colonial) común. Ruanda ingresó en 2009. Observando lo que ocurre con los derechos humanos en algunos de los países miembros, hay que constatar que la Commonwealth no ha sabido promover esos valores compartidos. Pero entonces, ¿qué ventajas tienen sus miembros, especialmente los países africanos? En una entrevista para la Deutsche Welle, Asmita Parshotam, del Instituto Sudafricano de Asuntos Internacionales, mencionaba en 2108 las oportunidades para comerciar y conseguir inversiones, y un acceso más fácil para la educación superior y la ayuda para el desarrollo. Pero entre tanto, Gran Bretaña que defendía en Europa a los agricultores africanos ya no lo hará, y acaba de anunciar recortes en su ayuda a los proyectos para el desarrollo. Los cínicos dicen que siempre quedan la participación en los Juegos de la Commonwealth y alguna reunión en Londres, con la correspondiente comida de gala en el palacio de Buckingham. Insuficiente para los países africanos que desde hace tiempo se han organizado como “Commonwealth Africa Initiative” (CAFI) para defender, con encuentros regulares de la misma, los intereses del bloque africano en el interior de la Commonwealth, promoviendo el bienestar económico, el desarrollo sostenible y un programa bastante concreto de becas universitarias. Claro que inscrita en el Reino Unido como una empresa sin fines de lucro, su sede está ubicada en Londres, sede igualmente de la Corona británica.
Ramón Echeverría
[Fundación Sur]
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