Esther Madulu dedica su vida a los demás. Es comadrona en el pequeño pueblo de Katine, en el distrito de Soroti (Uganda). Trabaja las 24 horas del día y trae al mundo entre 45 y 50 bebés al mes.
Dedica su vida a mejorar la salud materna y es ella la que se encarga de la Asociación para la Medicina y la Investigación en África (AMREF), que decidió presentar a esta matrona de Uganda para el Premio Nobel de la Paz 2015.
«Antes, nadie prestaba atención a las comadronas en África. Ahora la gente se da cuenta de nuestra importancia »
Hará todo lo posible para ganar este premio. No para ella, sino para todas esas mujeres a quien apoya en su vida cotidiana: «Todavía no soy muy conocida, pero me quedan dos años para conseguirlo. Y la estrella no seré yo, Esther, sino todas las mujeres del continente africano. En Europa, la gente no conoce nuestras condiciones de trabajo, ni el entorno en el que actuamos. A todos aquellos a los que les cuento mi historia les afecta nuestra causa. Así que tengo que contarla, una y otra vez.
Su vocación le viene de cuando su abuela, comadrona tradicional, le permitió acompañarla y ayudarla en su trabajo. Esther lo recuerda como si fuera ayer: «Yo tenía diez años y era la primera vez que asistía a un parto. Ahí fue cuando empecé a querer ser enfermera. Cuando se lo dije a mi abuela, ella me respondió: «vas a ir a la escuela para aprender todo lo que yo no sé».
Con su diploma de comadrona en el bolsillo, empezó a practicar en su región rural a más de seis horas de carretera de Kampala. «Es cierto que nos falta equipamiento, pero lo que más nos falta son comadronas. Sabemos cómo detener hemorragias o cuidar mujeres embarazadas afectadas por el SIDA. Son conocimientos básicos, pero que salvan vidas”.
También recuerda su primer parto: «me temblaba todo el cuerpo y me quedé muy impresionada ante lo que me parecía una bola enorme. Había dos cosas que me preocupaban: la salud del niño, me preguntaba cómo me las iba a arreglar para coger al bebé con los guantes de látex y la salud de la madre. Cuando el bebé finalmente salió y se puso a llorar, fue un enorme alivio. Mi profesor me dijo: ¡lo has logrado! Y yo pensé: ¡ya está, soy comadrona!.
Esther Madudu está muy pendiente de las novedades de su trabajo y de la medicina. Por eso, estudia siempre que puede en el e-learning. «Cuando se es comadrona en África, también se es asesora, ya que las mujeres que vienen a verte, vienen con todos sus problemas, sus preguntas y sus dudas.
Para 2015, el objetivo de la AMREF es formar 15 000 comadronas en todo el continente para reducir la mortalidad maternoinfantil.
Esther ha debido salvar ya más de un millar de vidas durante toda su carrera. «Ver a una madre y a su hijo en buen estado después del parto, es lo que me hace feliz todos los días. Creo que lo llevo en la sangre”.
[Fuente: africatopsuccess.com-Fundación Sur]