Una buena asistencia médica en salud mental debería ser parte de la construcción de la paz

9/11/2018 | Opinión

salud_mental.jpgEl impacto negativo de los conflictos armados en la salud mental de los combatientes está muy bien documentada. Sin embargo, no fue hasta hace 2 décadas que la literatura sobre el efecto del conflicto en civiles empezó a emerger. Entre un 1% y un 3% de cualquier población en el mundo tiene trastornos psiquiátricos donde el conflicto está presente: Esto podría incrementar debido al Trastorno por Estrés Pos-Traumático (TEPT, PTSD en inglés), o debido al alcoholismo, abuso de drogas y/o depresión, causados por el estrés proveniente del conflicto.

Un reportaje hecho en 2003 por el Banco Mundial, llamado «Mental Health and Conflict» (Conflicto y Salud Mental), demostró que en Uganda, por ejemplo, el 71% de la población afectada por el conflicto estaba sufriendo un trastorno depresivo grave. En Sudán del Sur, alrededor de un tercio de la gente cumplía con el criterio de TEPT, y alrededor del 50% mostraba indicios de depresión. El reportaje indicaba que entre el 40% y 70% de los refugiados tenía depresión clínica aguda y TEPT.

La OMS (Organización Mundial de la Salud), a través de su Mental Health Atlas Project (Proyecto Atlas sobre la Salud Mental), reconoce la necesidad de promover la concienciación sobre la salud mental, no sólo por sus efectos en la productividad de una nación a largo plazo, sino como un asunto de derechos humanos.

La salud y bienestar en general de una sociedad depende en parte de la estabilidad de sus sistemas sociales y políticos. Mientras que los asuntos de salud mental son vistos frecuentemente como un problema personal del individuo, suelen ser las presiones socio-políticas, incluyendo el conflicto, las que los producen.

Con el aumento de eventos de conflicto registrados y el subsiguiente incremento en el número de refugiados y gente desplazada, el índice de condiciones de salud mental entre las poblaciones afectadas tiene bastante probabilidad de subir también. Los conflictos, además, tienen efectos multigeneracionales a largo plazo. El impacto de la guerra en niños es significativo y duradero.

En respuesta a la necesidad de integrar la salud mental como parte de los programas de salud y bienestar social de la OMS, 177 países han reforzado sus esfuerzos en salud mental y asistencia social. Sin embargo, los países de bajos ingresos no tienen los recursos humanos ni financieros, mucho menos profesionales de la salud o infraestructuras básicas para abordar el problema con suficiencia.

Se estima que en 2017 sólo había alrededor de 2 proveedores de asistencia en la salud mental por cada 100.000 personas en países de bajos ingresos, en comparación con 70 en países con altos ingresos. Los gastos del gobierno en asistencia en la salud mental están en menos de 1 dolar por persona al año en países de bajos ingresos, comparado con los más de 80 por persona al año en países de alto ingreso.

Crear una distinción entre los efectos del conflicto y otras presiones sociales coexistentes también puede ser problemático. Por ejemplo, en una región como es el Sahel, ¿cómo cuantificamos la extensión del trauma causado por conflicto armado y el sufrimiento causado por pobreza crónica? Muchos expertos coinciden en que no hay una sola panacea para sociedades afectadas por múltiples emergencias socio-políticas, aunque sí es cierto que una infraestructura psicológica es requerida.

En términos de asistencia sanitaria, los países occidentales han provisto estructuras de apoyo a los refugiados. Sin embargo, la profunda perturbación de vidas trastornadas, alienación en una extraña cultura y la pérdida de estatus son potencialmente dilemas más allá de los rápidos remedios médicos.

Entonces, ¿cómo debería África lidiar con la salud mental? África debería implementar una salud más inclusiva y con sistemas educativos para afrontar enfermedades mentales causadas por el conflicto, así como eliminar el estigma sobre la enfermedad mental en general.

Las normas locales o normas psicológicas específicas de una cultura y las creencias podrían ser adheridas a las infraestructuras de salud mental. Esto podría ofrecer una alternativa a los métodos occidentales de psiquiatría, los cuales enmarcan el sufrimiento como un problema científico que necesita ser resuelto sin reconocimiento o aceptación tradicional, cultural o religioso, todos pertinentes a las culturas de los refugiados. Por ejemplo, sistemas antiguos como ayurveda o la medicina china ven el cuerpo y la mente como una única cosa en su enfoque a la salud y a las enfermedades, e intenta examinar asuntos dentro de sus entornos sociales, económicos y culturales.

La identidad local y el entendimiento pueden ser importantes para aliviar el sufrimiento de la gente que ha perdido mucho, si no todo, de sus mundo. Esto puede ayudar a lidiar con el estigma circundante en discusiones sobre la salud mental y al buscar ayuda profesional.

Estudios conducidos en Zimbabue y en Nigeria revelan que la mayoría de la gente cree que la enfermedad mental es causada por espíritus sobrenaturales. Es por esto que debería haber programas de salud mental apropiados que desvíen las necesidades culturales y espirituales de la gente para optimizar las terapias de salud mental en África. Afortunadamente, ya existen metodologías al respecto que están ganando impulso por medio del uso de mecanismos a nivel comunitario con el objetivo de promover la salud psicosocial.

Las reformas sociales y políticas deberían esforzarse en distribuir justicia y reconocimiento público para las víctimas de guerra y conflicto. Una búsqueda más a fondo es requerida en este ámbito, pero la evidencia muestra que la angustia mental es preponderante en regiones afectadas por el conflicto.

La salud mental es un asunto público importante en el ámbito de la salud y debe incorporarse al desarrollar infraestructuras y estrategias de recuperación postconflicto. De otra manera, reconstruir sociedades y economías afectadas por el conflicto será una lucha cuesta arriba.

Fuente: Africa Portal

[Traducción, Sara Gil Martín-Serrano]

[Fundación Sur]


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