Un Romanov en el desierto, por Rafael Muñoz Abad

2/09/2015 | Bitácora africana

Nuestro colaborador Rafael Muñoz Abad ha recoorido este verano las tierras de Namibia y Sudáfrica, ahora podremos vivir en Bitácora Africana todas las experiencias que Rafael nos cuente en una serie de relatos que agrupadas con el título genérico de Namibia y Sudáfrica en pequeñas historias nos acercan al sur del continente africano

Si en Namibia preguntas una dirección con acento foráneo tienes muchas posibilidades de acabar en alguna casa tomando café…visité Tenerife a bordo de un elegante liner italiano que cubría la ruta entre Ciudad del Cabo y Génova en los años de la emigración a Sudáfrica…me gustó mucho su gente afable y sin prisas. Peter Dirks es un namibio blanco descendiente de los colonos alemanes que arribaron al Africa del sudoeste, hoy Namibia, entre 1885 y 1913. Con orgullo y cierta melancolía, sus vivaces ojos azules me cuentan como su abuelo judío escapó de aquel lio de nacionalidades que eran Alemania, Prusia y Rusia, para acabar en este secarral que tanto ama.

Namibia es quizás la última frontera física y emocional de Africa. Un descampado inabarcable donde las distancias son infinitas y la gente va… muy a lo suyo. La soledad la llevas en los bolsillos…me gusta porque aquí nadie te señala si eres raro; es más, si eres muy convencional o hecho en serie, es entonces cuando acabas destacando y señalado… ¡algo va mal con ese!; nos reímos [los dos] porque nos sentimos algo identificados. Peter es esa amistad hecha de manera “casual” pero que ya sabes que será para siempre.

Su casa aún conserva el damero de baldosas azules y blancas de Baviera con la que en 1905 fue levantada en la ruta entre Swakopmund y Windhoek. Una carretera eterna que comunica, con permiso de Lüderitz, las dos mayores herencias culturales alemanas que orgullosamente conserva la tranquila Namibia. Rafffa, si no muero aquí, lo haré en España o Italia… los no latinos de cuna, según envejecemos, nos damos cuenta que nos equivocamos en la manera de singlar la travesía media de la vida…por esa razón, continua hablando Peter, ¡descendiente directo de los Romanov!, los alemanes se jubilan en Mallorca…aquí el desierto ha flexibilizado nuestra cuadricula mental…risas.

Namibia te atrapa con su ritmo y te vuelves rotacional; sales con el sol y con su puesta te ralentizas. Te despreocupas. Namibia te hace pensar y, reconozco que sus enormes espacios abiertos generan alucinaciones a aquellos que estamos habituados a tierras más… modestas; ha sido mi quinta visita, pero volveré muchas más veces.

CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL.

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@Springbok1973

Autor

  • Muñoz Abad, Rafael

    Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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    @CEAULL

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