Un repaso a Hengari: ¿Pensando sobre un imposible en África?

21/09/2009 | Opinión

El conocimiento, más ahora que nunca, es poder. Sin embargo, continúa siendo un producto escaso en la mayoría de África. ¿Cómo salir entonces de esta situación? Alfredo Hengari se plantea esta cuestión en dos de sus últimos artículos publicados.

Y no creo que él simplemente quisiera captar nuestra atención por su propio bien o sólo por el bien del conocimiento, sino hacernos partícipes de un amplio debate sobre cómo África puede avanzar en su búsqueda de mejorar la condición humana.

Mi lectura de su intervención es que no es sólo una interpretación idealista, basada en los discursos filosóficos occidentales y en las nociones de modernidad de Sócrates, Platón y Aristóteles, o un sueño con un Einstein “made in Africa”.

Hengari está retando a los eruditos, intelectuales y líderes políticos africanos para proporcionar pautas de conocimiento, intelectuales y políticas que sirvan de guía a sus sociedades y las lleven a la tierra prometida de “leche y miel”. Es un reto para África reivindicar su lugar histórico en el mercado global de las ideas, de la ciencia y del conocimiento y no quedarse sólo en un mero proveedor de materias primas. Porque cada sociedad tiene el talento y la capacidad de generar sus propias ideas y su propia conocimiento y aplicarlas.

En 1984, en su quincuagésimo aniversario de cumpleaños, el laureado Nobel, Wole Soyinka, lamentó la condición de África cuando habló de su generación de elite africana así: “la mía ha sido una generación perdida”. Recuerdo que Hengari escribió una vez sobre una “generación que fracasaría en Namibia”- nuestra generación.

En 1996, en su discurso “Yo soy un africano”, Thabo Mbeki se sitúa a sí mismo con firmeza dentro del contexto africano y al servicio de África y anima al resto de gente a que se una a él en busca del renacer del continente. ¿Está quizás Hengari respondiendo a esta llamada?

No es una tarea demasiado complicada entender de donde viene Hengari. En primer lugar, sentado en las torres de marfil de la intelectual vida de París supone un buen punto de ventaja desde el que comprender la propia condición, al menos desde una perspectiva comparativa. Estoy parafraseando a Edward Said, el difunto filósofo palestino, sobre su noción de intelectual como forastero. La otra razón, que mucha gente no aprecia, es que cuando un africano está en Europa, Estados Unidos o en algunos países asiáticos, la gente de allí no se interesa apenas por el partido político al que perteneces. Todo lo que te preguntarían, si de verdad son curiosos, es cuál es tu país de procedencia. Por tanto, el fracaso en la mayoría de África es visto en estos países como sintomático por las parafernalias del continente y no lo atribuyen a un partido político en concreto; a menos, claro, que uno esté hablando con una persona con interés político específico en un país en particular. De este modo, algunas veces uno se ve arrinconado para defender incluso las situaciones más indefendibles. Y es que ninguno de los africanos que residen fuera del continente querría ver en los titulares de los medios de comunicación internacionales la perpetuación constante de su “pena” y “sufrimiento humano”.

Debemos, por tanto, no ponernos a la defensiva frente a la crítica de otros, ir más allá, evaluar de manera realista nuestros propios problemas y ver cuál es la mejor forma de afrontarlos. Porque la amenaza es un mundo que se está partiendo en dos segmentos cada vez más: uno en el que todo funciona y los estados ejercen y disfrutan de toda una serie de derechos y privilegios; y otro, inmerso en una caída libre económica y política.

Así pues, lo que Hengari y sus homólogos están haciendo es retar a los intelectuales y políticos africanos para que salgan a la palestra con los antídotos necesarios para invertir el deterioro del continente y tengan la voluntad política necesaria para superar nuestras lacras y resucitar a la sociedad africana.

Pero todo esto es mejor hacerlo que decirlo porque actualmente nosotros estamos operando en un contexto político y económico que no es propicio para nuevas ideas. Todo nuestro pensamiento está anclado en el lenguaje del pasado. Es esta obsesión por el pasado la que nos ha cegado con respecto a las condiciones y las realidades contemporáneas. No hay espacio social para nuevas ideas que echen raíces ni para que florezca conocimiento en un ambiente político tan fosilizado, que no tiene en cuenta la información como herramienta que puede hacer que las naciones se den cuenta de su verdadero potencial.

Por tanto, la pregunta es: ¿puede un estado legítimo africano renacer de las cenizas de la herencia colonialista? ¿O bien estamos presenciando lo que Patrick Chabal ha llamado la “Africanización de los políticos africanos –una vuelta a los políticos saqueadores, ladrones y corruptos y a la re-tribalización? ¿Está siendo sustituido el colonialismo, al menos en algunas partes del continente, por la etnocracia y la estómagocracia?

Imploro a los analistas y a los críticos a no ceder incluso a pesar de esta evolución desafortunada. Porque los estructuralistas y deconstruccionistas nos recuerdan que el lenguaje construye el contexto. Y el lenguaje encarna el significado político social e ideológico y, en consecuencia, tiene significativas consecuencias en la opinión pública. Así que vamos a comprometernos con el diálogo socrático tal y como nos lo propone Hengari con urgencia.

Por Alexactus T Kaure

Publicado en The Namibian, 24.07.09

Traducción: Alfonso Carlos Cobo Espejo.

* Alfredo Tjiurimo Hengari, es un experto en ciencia política e intelectual namibio.

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