Esta pasada semana, aprovechando la gran celebración que tiene lugar cada 3 de Junio en el Santuario que conmemora a los Mártires de Uganda, hubo una delegación que llamó especialmente la atención tanto de los medios como de los fieles: la de la viuda del antiguo presidente tanzano Julius Nyerere, acompañada por el actual presidente del país Kikwete y su séquito. Ambos asistieron a una celebración litúrgica presidida por el Arzobispo de Kampala, en la cual se pedía por el éxito en el proceso de canonización del presidente Nyerere que comenzó en el año 2005 en la diócesis de Musoma. Incluso Kikwete, que es musulmán, dijo que apoyaría cualquier causa que elevara la imagen de Tanzania en el mundo.
Julius Nyerere fue el gobernante que llevó al país a la independencia en 1961, siendo Primer Ministro y posteriormente Presidente de Tanganika y luego Presidente de la República de Tanzania (resultante de la unión de Tanganika con las islas de Zanzíbar). A los 21 años se convirtió al catolicismo y llevó en todo momento una vida movida por profundos valores éticos y religiosos. Gustaba de la austeridad en las formas y no aspiró a grandes honores. Hasta el final, el título más popular y querido por él fue el de “mwalimu” (maestro) en honor de la vocación pedagógica que comenzó a ejercitar y que se vio luego “truncada” debido a su entrada en política.
Desde el punto de vista personal, pocas dudas hay sobre su rectitud, su honestidad y su opción fundamental por los más desfavorecidos de la sociedad. Su gestión política y la manera como ejecutó su ideario social fueron, sin embargo, mucho más cuestionados. Su opción de una política autárquica reflejada en el sistema de “ujamaa”, la concepción de socialismo “a la africana” que imponía iniciativas de colectivización forzosa fue un loable esfuerzo pero supuso un tremendo fracaso que empobreció al país ya que dejó de lado la iniciativa del individuo y no se premió el esfuerzo por la producción. Algunas de sus opciones políticas, por ejemplo la imposición del partido único en el país, el apoyo militar al presidente ugandés Obote a sabiendas de que no había ganado las elecciones, la cercanía a China y otros gestos no terminan de ser polémicos para sus países vecinos y más de uno se pregunta si en la carrera hacia los altares no habrá más obstáculos que otra cosa.
Siempre es difícil alcanzar el honor de los altares, pero cuando se ha sido presidente y se han tomado ciertas decisiones a lo largo de años tan cruciales y turbulentos, es difícil no errar. A la hora de juzgar la santidad… ¿se puede separar al estadista de la persona? ¿se puede declarar santo a un presidente que – por ejemplo – ha liderado una invasión militar?
Al fin y al cabo me parece secundario si lo canonizan o no. Lo que me parece relevante de esta figura clave en el África del siglo XX es el hecho de que más de diez años después de su partida, Nyerere sigue representando a lo mejorcito de los dirigentes africanos contemporáneos y sigue siendo una fuente de inspiración y un punto de referencia en valores muy necesitados hoy día en la clase política africana: honestidad, rectitud, austeridad, autoestima y desinterés. Su legado – sea religioso o civil – pervive. Con sus defectos y debilidades, Nyerere fue ante todo un hombre de bien y una persona ejemplar; eso en África nunca se olvida.
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