Un fantasma que no sabe de fronteras, porJosé Naranjo

28/03/2012 | Bitácora africana

Hay lugares en el mundo donde basta un año de poca lluvia para que millones de personas se tengan que enfrentar cara a cara con la muerte. Viven tan en el alambre que basta una mala cosecha, un tropiezo meteorológico, una plaga de langosta, para que la vida derrape y los niños del pueblo, ya malnutridos y escasos de defensas, empiecen a morir por una diarrea, una infección, una malaria. El hambre tiene mil caras y ninguna de ellas es amable.

Hay una frase del gran poeta y expresidente de Senegal Leopold Sedar Senghor que dice: «En África no hay fronteras ni siquiera entre la vida y la muerte». Estos días en los que un fantasma llamado hambre recorre de nuevo el continente de este a oeste me viene de forma machacona a la cabeza, porque es justo en ese lugar impreciso de bordes indefinidos entre la vida y la muerte donde se mueven, hoy mismo, millones de personas cargadas de niños que tienen ante sí el reto de llegar hasta la próxima cosecha, allá lejos, al final del próximo verano.

Lo han dicho por activa y por pasiva las agencias humanitarias. Desde finales del pasado año comenzaron a advertirlo. Los pastores del Sahel comenzaron su trashumancia mucho antes de lo previsto por la falta de pastos para el ganado, los índices de malnutrición infantil se dispararon, los precios de los alimentos básicos (ah, el inefable mercado) empezaron a subir y unos veinte millones de personas ya hacen menos comidas al día o incluyen menos carne o pescado en su dieta porque no tienen dinero para pagarlo. Y mucho antes que las ONG, ya el verano pasado tras concluir la época de lluvias casi sin lluvia, los viejos campesinos desde el Chad hasta Senegal lo pronosticaron: este año va a ser difícil, muy difícil.

La mayor parte del tiempo me apetece hablarles de otra África, de un continente que pese a todo sale adelante. Pero cómo mirar para otro lado, cómo meter la cabeza en el agujero cuando el hambre ha venido a tocar bajo el alfeizar de mi ventana, cuando, aquí en Senegal, el país donde vivo, en regiones como Kolda, Matam o Tambacounda, hay cientos de miles de personas tocadas por ese fantasma que ha venido a visitarles. En los próximos días, una vez pasen las elecciones, este país declarará de forma oficial la emergencia humanitaria como ya lo han hecho Mauritania, Malí, Níger, Camerún, Burkina Faso o Chad. Pero el hambre ya ha empezado a atacar porque no sabe ni de fronteras ni espera por declaraciones oficiales.

Original en Guinguinbali

Autor

  • José Naranjo Noble nació en Telde (Gran Canaria) el 23 de noviembre de 1971. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid en 1994, ha seguido profesionalmente el fenómeno de la inmigración africana hacia Canarias, tanto desde la óptica de las Islas como desde los países de origen y tránsito de los irregulares. Así, para elaborar sus reportajes, publicados en diversos medios de comunicación, ha viajado por el sur de Marruecos, el Sahara, Argelia, Malí, Senegal, Gambia, Cabo Verde y Mauritania, donde ha recogido los testimonios de centenares de personas. Por este trabajo le fueron concedidos los premios Antonio Mompeón Motos de Periodismo 2006 y el Premio Derechos Humanos del Consejo General de la Abogacía Española 2007, en este caso junto al también periodista Nicolás Castellano.

    Buena parte de su trabajo está recogido en los libros Cayucos (Editorial Debate, 2006), con el que fue finalista del Premio Debate, y en Los invisibles de Kolda (Editorial Península, 2009). Además, es coautor de los libros Inmigración en Canarias. Procesos y estrategias (Fundación Pedro García Cabrera, 2008) y Las migraciones en el mundo. Desafíos y esperanzas (Icaria, 2009).

    Es redacror de la revista digital de información sobre África Guinguinbali donde tiene su blog Los Invisibles , que reproduciremos en Bitácora Africana

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