Un campo de refugiados de la República Centroafricana se convierte en un paraíso de las drogas

31/03/2015 | Crónicas y reportajes

Desde el estallido del conflicto en la República Centroafricana (RCA), 500.000 personas han buscado refugio en los países vecinos. En el campamento de Gado, en la frontera con Camerún, el consumo de drogas se ha disparado.

De un total de casi 234.000 refugiados centroafricanos actualmente en Camerún, son casi 30.000 los que se encuentran en el campo de Gado a unos 25 km de Garoua Boulaï, ciudad fronteriza de la provincia oriental, plantada bajo las lonas del ACNUR.

Localizado por teléfono, un refugiado, Aisha Abdouram *, nos habla de lo cotidiano. «Por la mañana, lo primero es hacer cola para conseguir agua. El suministro de agua plantea graves problemas, dado que cuenta con un número insuficiente de bombas y puntos de agua que han mejorado algo en los últimos meses con la instalación de nuevos equipos. El agua se distribuye después de desinfectarla con lejía con una dosificación manual confiada a algunos refugiados en el campamento.

Para la educación mínima de unos 4.000 niños del campo, UNICEF ha construido aulas que no están equipadas con mesas o bancos, pero donde se imparten cursos desde las 8 hasta el mediodía. El resto del tiempo los niños permanecen desocupados en el patio o en los lugares sombreados del campamento.

En materia de salud, la atención mínima es proporcionada por las ONG en el hospital del campo, al menos durante una parte del día. El hospital cierra sus puertas por la tarde y no queda asegurado un servicio mínimo después del cierre. La preocupación se refleja en la voz de Aisha cuando relata que las enfermeras viven a 25 km del campo, y que a nadie le conviene caer enfermo por la tarde o por la noche porque no hay nadie para atender las emergencias. Por lo demás, la vida cotidiana de esta comunidad carente de supervisión o asistencia de cualquier autoridad no está exenta de problemas.

El paraíso de las drogas

El enemigo número uno en el campo de Gado, según el testimonio de Bashir Ali *, también un refugiado del lugar, es la droga cuyo consumo tiende a extenderse. Si las mujeres son menos propensas a este problema, los jóvenes y los niños de entre 12 a 15 años lo son particularmente. Los niños y los jóvenes empiezan a dar muestras de un comportamiento completamente desordenado e incontrolable, se creen los amos del lugar y son intocables. Y todos los medios son buenos para la compra de droga, incluso vender los alimentos distribuidos por las ONG.

«Más allá del comercio permitido los alimentos proporcionados a los ocupantes del campo, son en general, objeto de lujuria. El almacén donde se guardan los alimentos es administrado por el personal camerunés de la Cruz Roja Francesa y otras ONG. Con una risa amarga, Bachir, cuenta que, más allá de las 20 horas, después de cerrar el almacén, se puede observar al personal introducirse en él y «hacer sus negocios” sin que el guarda, uno de los refugiados, tenga cualquier oportunidad de oponerse. Recientemente, el encargado del almacén fue detenido por robar comida. Mientras tanto, los verdaderos ladrones fueron descubiertos pero el encargado sigue languideciendo en la cárcel de Garoua Boulaï.

Los refugiados están en una posición de vulnerabilidad, están sujetos a todo tipo de maltratos, en parte por la población local, pero sobre todo por la policía y la gendarmería camerunesa. Cuando tratan de denunciar cualquier hecho, son inmediatamente detenidos.

Los jóvenes del campo han acordado reunirse para discutir una decisión que debía ser adoptada por los administradores de las áreas «Ardo», los jefes del sector, en cuanto a un acuerdo de las autoridades camerunesas para perseguir a un refugiado hasta el campo de refugiados y meterlo en la cárcel. «Recientemente, un refugiado inadvertidamente aplastó un perro mientras conducía su motocicleta y fue encarcelado,» testimonia Bashir Ali *. Las cárceles de Bertoua y Garoua Boulaï están llenas de refugiados de la RCA que languidecen allí sin saber de qué derechos pueden defenderse y sin medios para hacerlo.

En un contexto de seguridad que deja mucho que desear, los refugiados son abandonados a su propia suerte. La mayoría de ellos, incluidos los ex combatientes de Seleka pero también todos los civiles que han huido de la violencia desde hace más de un año están allí, todavía sufriendo los mismos daños psicológicos que a su llegada. Ninguna de las organizaciones no gubernamentales activas en el campo intervienen y, Karim Mahamat *, un refugiado desde hace casi 14 meses en el campo, está muy preocupado con la idea de que el ACNUR haya reducido su presupuesto, señal de que las ONG están dejando gradualmente las operaciones y se están retirando de los campos. Él sabe que es poco probable, si no totalmente, que se siga manteniendo apoyo psicológico en ese lugar. Una de las consecuencias es que el consumo de drogas ayuda, estamos todos inmersos en un tipo de violencia, verbal, física y sexual, la última de ellas afectando a mujeres y niñas. Por paradójico que parezca, Karim evoca un miedo casi constante estómago …

Nada es sencillo en esta comunidad que vive en un campamento donde la estancia, está en principio, no destinada a ser permanente. Las autoridades de Bangui, que realizaron recientemente consultas previstas como parte de la preparación del Foro de Bangui han entendido que esta comunidad del campamento Gado, al igual que prácticamente todos los refugiados lo que quieren en realidad es un retorno, quiere un restablecimiento de la seguridad antes de regresar a la RCA. ¿Cuándo serán capaces de garantizar y satisfacer la necesidad de realojamiento, cuando pueblos enteros han sido reducidos a la nada? Por el momento, excepto en algunas ciudades, como Bangassou donde se observan pequeños éxitos en la cohesión social de diversos confesiones religiosas, donde las poblaciones musulmanes permanecieron en la RCA y viven allí, sin poderse mover libremente, sin correr riesgo inminente de represalias y violencia. Este es particularmente el caso Yaloké, Boda, y muchas otras ciudades en las que los ciudadanos musulmanes no pueden moverse libremente. Por un lado viven los musulmanes, por otro los que no los son. Las condiciones están lejos de cumplirse para una vuelta a la normalidad que permita a los refugiados de Gado regresar a sus hogares.

Mientras tanto, ellos están allí en el campamento de Gado como en muchos otros. Ciertamente viven a salvo, estos 500.000 refugiados, pero las condiciones en las que viven y por cuánto tiempo a la espera de una paz que se debe instalar en la RCA y una seguridad que las autoridades no tienen la capacidad de proporcionar? Es en todo caso poco probable que las elecciones que se están organizando y que se presentan como la panacea para los males de los centroafricanos, sean precisamente la solución a estas comunidades.

(*) Nombre cambiado por razones de seguridad a los refugiados entrevistados.

mondafrique.com – (Fundación Sur)

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