Me dijo un marroquí que ellos no “quieren” ni Ceuta ni Melilla. Poseerlas sería perder protagonismo y reclamarlas es una manera de salir siempre en la foto. ¿Una baza nacional que garantizaría al rey una arenga populista cuando vengan mal dadas? Marruecos es ese vecino bipolar con el que estamos condenados a entendernos sí o sí. Estado hermano. Monarquía contigua y puerta de entrada natural a Africa para nuestras empresas. Con un pasado vestido de protectorado, nuestra realidad hacia el reino alauí se presenta cual complejo abanico que recoge unas no menos delicadas cuestiones. Equilibrio bilateral demandante de una diplomacia recta y flexible que no servicial. La exquisita huerta marroquí ocupa el lugar que deberían tener nuestras naranjas y tomates en los Carrefour. Por cuestiones de euros y dírhams, París prioriza sus relaciones con Marruecos. Nosotros somos competencia y ellos son mercado.
Marruecos es un aliado histórico de los EEUU y de relevante importancia para la contención del integrismo en el Magreb; y así lo asevera la rúbrica de los recientes contratos militares suscritos. A nuestro socio nos une un sinfín de asuntos: la delicada política de adopciones; la sinusoide de la emigración irregular; sardinas y tomates; la verja de los Gibraltares hispanos en la orilla sur del estrecho; recientemente, las prospecciones petrolíferas; y sobre todo, las miles de empresas que exportan y operan en suelo marroquí. Y es precisamente [esta ultima] la verdadera razón de que exteriores no quiera saber absolutamente nada de lo que pase en el Sahara occidental. Sainete en el que hay un único culpable: la indolencia española, los intereses creados y, a sabiendas de que aún somos la potencia administradora, el indecente discurso de nuestra bancada de ministros de exteriores. Con objeto de reforzar lazos, todo este maremágnum requiere un constante goteo diplomático. Así lo manifiesta la visita del Borbón a Rabat con su imponente corte de varones y ministros.
También me dijo el marroquí, que cuando quieran recuperar [Ceuta y Melilla], con tirar la valla les basta: otra marchita verde; pues España es un reino incapaz de tomar decisiones de estado; no tendrá arrestos para reaccionar. Y creo que algo de razón no le falta. ¿El tajine?, como gran anfitrión, lo pago él.