Un Borbón en Rabat, por Rafael Muñoz Abad – Centro de Estudios Africanos de la ULL

18/07/2013 | Bitácora africana

Me dijo un marroquí que ellos no “quieren” ni Ceuta ni Melilla. Poseerlas sería perder protagonismo y reclamarlas es una manera de salir siempre en la foto. ¿Una baza nacional que garantizaría al rey una arenga populista cuando vengan mal dadas? Marruecos es ese vecino bipolar con el que estamos condenados a entendernos sí o sí. Estado hermano. Monarquía contigua y puerta de entrada natural a Africa para nuestras empresas. Con un pasado vestido de protectorado, nuestra realidad hacia el reino alauí se presenta cual complejo abanico que recoge unas no menos delicadas cuestiones. Equilibrio bilateral demandante de una diplomacia recta y flexible que no servicial. La exquisita huerta marroquí ocupa el lugar que deberían tener nuestras naranjas y tomates en los Carrefour. Por cuestiones de euros y dírhams, París prioriza sus relaciones con Marruecos. Nosotros somos competencia y ellos son mercado.

Marruecos es un aliado histórico de los EEUU y de relevante importancia para la contención del integrismo en el Magreb; y así lo asevera la rúbrica de los recientes contratos militares suscritos. A nuestro socio nos une un sinfín de asuntos: la delicada política de adopciones; la sinusoide de la emigración irregular; sardinas y tomates; la verja de los Gibraltares hispanos en la orilla sur del estrecho; recientemente, las prospecciones petrolíferas; y sobre todo, las miles de empresas que exportan y operan en suelo marroquí. Y es precisamente [esta ultima] la verdadera razón de que exteriores no quiera saber absolutamente nada de lo que pase en el Sahara occidental. Sainete en el que hay un único culpable: la indolencia española, los intereses creados y, a sabiendas de que aún somos la potencia administradora, el indecente discurso de nuestra bancada de ministros de exteriores. Con objeto de reforzar lazos, todo este maremágnum requiere un constante goteo diplomático. Así lo manifiesta la visita del Borbón a Rabat con su imponente corte de varones y ministros.

También me dijo el marroquí, que cuando quieran recuperar [Ceuta y Melilla], con tirar la valla les basta: otra marchita verde; pues España es un reino incapaz de tomar decisiones de estado; no tendrá arrestos para reaccionar. Y creo que algo de razón no le falta. ¿El tajine?, como gran anfitrión, lo pago él.

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Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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    @CEAULL

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