Cerca de la frontera del Sudán Meridional se ubica la ciudad de Ojuru, los aldeanos de esta región sufren de ver a sus hijos atacados por una enfermedad implacable y debilitadora, que hasta ahora los médicos no han sido capaces de curar y que lleva a los afligidos padres a recurrir a los curanderos locales, conocedores de las plantas medicinales, para ver si encuentran el remedio que cure a sus hijos.
ALFRED OJARA RECONOCIDO CURANDERO
Cerca de su “consulta” –una choza con cobertizo de paja- se agolpan numerosos padres sosteniendo a sus niños delicadamente a la sombra del árbol “duru”. Mientras tanto el “dokotoro” Ojara deposita un amargo elixir de raíces de vid maceradas en agua en las diminutas manos de Charles Okello, un chaval de unos 12 años.
El “dokotoro” explica a su padre, que a veces se produce un empeoramiento. No obstante le da una bolsita con polvos para que el niño tome dos dosis diarias: una al levantarse y otra al acostarse. Luego dirigiéndose al niño le dice:
“Si continúas tomando esto, sin duda mejorarás.”
EL SÍNDROME DEL CABECEO
Es una enfermedad muy desconocida que afecta el cerebro y el sistema nervioso, frenando el crecimiento y provocando el retraso mental. Estos son los efectos, pero nadie ha descubierto aún las causas.
Al parecer, sólo ataca a los niños, que pierden el apetito, se tornan frágiles y se consumen lentamente, semejante a las víctimas de la enfermedad del sueño.
Durante algunos años esta enfermedad fue confundida con la epilepsia o la oncocercosis. Ahora compite con otras enfermedades endémicas conocidas como la malaria, la tuberculosis y el sida.
Desde enero de este año, la enfermedad del cabeceo ha matado a más de 200 niños en la región norteña de Uganda. La sanidad pública no sabe como combatirla, ni cuenta con medios para hacer experimentos.
LOS CENTROS DE CONTROL Y PREVENCIÓN DE ENFERMEDADES
Conocedores de este problema y con la experiencia de enfermedades como el sida y el ébola, expertos estadounidenses han sido enviados a Uganda para investigar esta dolencia. Pero los estudios e investigaciones llevarán tiempo. De momento los niños enfermos apenas encuentran ayuda.
Además, los centros de tratamiento se encuentran a veces bastante distantes de las aldeas y no siempre han llegado a tiempo los lotes de medicamentos, que se utilizan para los tratamientos experimentales.
Un hospital regional solicitó recientemente 200.000 $ USA y sólo recibió 4.000!
El Dr. Nathan Onyachi, director del hospital de Gulu, es uno de los principales agentes de la lucha contra esta enfermedad, pero declara con desánimo: “Todo el mundo presta atención a la malaria y el sida mantiene ocupados a todos los médicos.” Por eso, los curanderos tradicionales improvisan remedios y experimentan a ciegas para ver si aciertan con el medicamento apropiado.
LAS ACTIVIDADES DE ALFRED OJARA
Al principio ya hemos hablado de él. Este curandero ha estudiado mucho la botánica regional. La policía desconfía de él desde el día que dijo que podía curar el sida. No le quitan el ojo de encima.
El no sólo recibe en su consulta, sino que recorre en su moto las aldeas lejanas ofreciendo a los padres afligidos sus famosos polvos caseros. Según el propio Ojara de los cientos de niños tratados, u centenar han recobrado la salud. Ante esta afirmación el Ministerio de la Salud de Uganda está realizando pruebas, para determinar si sus tratamientos tienen algún efecto beneficioso. Do todos modos, como de momento no hay otras alternativas los pacientes acuden numerosos a su consulta y depositan en él su esperanza de curación.
UN CASO CONCRETO DE MEJORA
Una niña llamada Mercy, hija de Charles Okumu, mejoró poco después de tomar la mezcla de Ojara, aunque nadie está seguro de que las hierbas fueran el motivo de la mejoría.
Por eso, el jefe de la policía local, Ambrose Sabiti, sigue recopilando informaciones sobre Ojara, con el fin de acusarlo de estar administrando medicamentos falsos, por ineficaces y obstaculizar el programa sanitario del gobierno, pues con sus propagandas está confundiendo a la gente sencilla y explotando la aflicción de los pobres.
CONCLUSIÓN
Como sucede con otras enfermedades raras, las multinacionales farmacéuticas no invierten grandes sumas de dinero en su investigación, porque no son rentables. Falta pues, ayuda altruista y solidaria para investigar a fondo el síndrome del cabeceo.