Uganda: los supervivientes de Bududa no deber terminar en campos de desplazados

11/03/2010 | Opinión

Cuando suceden malas cosas a gente buena, algunas veces sentimos que Dios se ha echado a dormir. La tragedia del corrimiento de tierra de Bududa, de la semana pasada, es uno de estos sucesos, dando la vuelta completa a la vida de varios miles de personas trabajadoras, que se encontraban en el camino de la avalancha de lodo asesino. Pero esto no se trata de que el todopoderoso se haya olvidado de la gente de Bududa. Esto es por malas políticas de gestión de la tierra, que finalmente ha llegado al punto de poner la vida de las personas en peligro.

También se trata de la falta de preparación para los desastres, algo que llevo diciendo ya varios años. Hoy, sin embargo, no es el momento de señalar con el dedo a nadie. Habrá tiempo de sobra para ello después.

Mi atención se centra en los supervivientes del corrimiento de tierra, aquellos cuyas vidas se salvaron para que pudieran seguir adelante, llevando el legado de aquellos cuyas vidas se apagaron en un instante. Lo más importante, los supervivientes de Bududa no deben ser tratados como ganado, empujados hacia acá y hacia allá por agentes que quieren ayudar, pero no muy seguros de lo que hay que hacer.

Hay que proporcionar a la gente de Bududa los productos básicos más importantes, ya que los necesitan para sobrevivir, comida, refugio y servicios médicos para los heridos.

En segundo lugar, mientras que la atención se centra en cubrir las necesidades físicas de la desconsolada gente de Bududa, debería prestarse apoyo sicológico. Estos son tiempos difíciles, cuando muchos de los supervivientes quedan con una sensación de total desesperación y culpa. ¿Por qué le ha pasado esto a la comunidad? Y ¿por qué ha muerto este y este otro mientras que yo he sobrevivido?

Estas son cuestiones que seguirán acechando a los supervivientes y para las cuales debe haber consejo y ayuda para atravesar la marea de estos momentos de luto público y privado. Estos consejeros sobre el dolor con experiencia en tratar a personas que han vivido desastres de esta magnitud o los que han trabajado en zonas del norte de Uganda donde dos décadas dejaron a tanta gente vulnerable, deberían trabajar con los funcionarios locales para identificar a los más afectados y los que necesiten apoyo más inmediato.

En tercer lugar, sería arrogante y rotundamente insensible trazar planes a largo plazo en Kampala y después imponerlos a la gente de Bududa. Ellos ahora están traumatizados, pero eso no significa que sean incapaces de pensar por sí mismos.

De hecho, yo diría que la mejor manera de recuperación de toda la comunidad es comprometerlos desde el principio con aquella clase de nueva vida que les gustaría emprender. Por ejemplo, me gustaría sugerir que cualquier plan que aparte a la gente de Bududa de la comunidad y el vecindario que han conocido toda su vida, no haría más que agravar su sentimiento de pérdida. Sí, debe ponerse mayor cuidado en garantizar que los supervivientes no estén expuestos a más desplazamientos de tierra, que sin duda, tendrán lugar en el futuro.

Sin embargo, hay que dejar de lado los planes de reasentamiento que ven a las personas de Bududa permanentemente empaquetados en campos de desplazados internos en los que hay o pocas o ninguna oportunidad para oportunidades de auto sustento como cultivo, comercio y expresiones culturales. Estas son personas que no han conocido más que el trabajo y que le dan sentido a su vida por el trabajo que realizan.

Una vez que se les ha quitado la oportunidad de trabajar, lo que queda es una comunidad desesperada, sin esperanza en el futuro. Planes viables darán a la gente de Bududa el derecho a trabajar. Será una forma natural de terapia, ayudándoles a enfrentarse a su tremenda pérdida sin sentirse inútiles y ni desesperados. Finalmente, el gobierno de Uganda debe destinar importantes recursos para construir una clínica médica viable para la comunidad, así como escuelas adecuadas y espacios para los niños, que seguramente necesiten volver a la escuela inmediatamente.

La comunidad puede estar devastada, pero mientras pueda garantizarse el futuro de los niños mediante la construcción de instalaciones educacionales sólidas y se suministren recursos, entonces, la desesperación se tornará en esperanza. Ahí es donde, como ugandeses, debemos presionar a nuestros líderes para que se ocupen de ello, de poner en pié otra vez al pueblo de Bududa, para que puedan empezar a reconquistar la confianza perdida. Eso y nuestras oraciones es lo que necesitan ahora mismo.

Opiyo Oloya

Columna del diario New Vision, de Uganda, publicada el 9 de marzo de 2010.

Traducido por Rosa Moro.

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster