Túnez: ¿Qué revolución?, por Ramón Echeverría

18/01/2022 | Bitácora africana

Con sus 11 millones de habitantes, Túnez no es un país grande ni poderoso, pero nos cae bien porque allí se refugiaron numerosos moriscos españoles y algunas familias conservan todavía las llaves de sus casas en Al-Andalus; por su carácter mediterráneo y su turismo low cost, del que muchos hemos disfrutado; por su “Revolución de los Jazmines”, primicia en el mundo árabe, y su “democracia”, todavía en pie aunque lleve 10 años tambaleándose. Túnez nos cae bien… y también nos preocupa. Y no sólo porque una covid-19 descontrolada haya obligado a instaurar el toque de queda nocturno durante dos semanas. Escribiendo para El País el pasado 8 de enero, Francisco Peregil titulaba: “La represión se agrava en Túnez con la detención de destacados líderes islamistas. Uno de los principales dirigentes del partido Ennahda está bajo custodia policial y una veintena de opositores han sido procesados”. La situación no ha mejorado desde ese día. “Kais Saïed ataca a los medios de comunicación”, titulaba Business News, 10 de enero. Kais Saïed, jurista y profesor, políticamente independiente, fue elegido presidente en 2019 gracias al voto de los jóvenes, cansados de la ineficacia y corrupción de los políticos profesionales. “Limpiar el sistema” fue su proyecto estrella. Suspendió el parlamento en julio de 2021 y nombró en diciembre a la actual primera ministra. Según Globalnet News, Kais Saïed habría declarado el 11 de enero: “En realidad, los que están bajo arresto domiciliario deberían estar en la cárcel”. Fue el mismo día en que la ONU pidió a Túnez que liberara o que inculpara oficialmente al exministro Noureddine Bhiri, uno de los miembros de Ennahda detenidos. “Escenario económico catastrófico tras la tregua de la CAN”, explicaba también ese día en Tunisie Numérique el economista Abderrahman Lahga. Se refería a las medidas drásticas y duras que Saïed y Najla Bouden (primera ministra) deberán tomar para recibir la ayuda del FMI. African Manager refería por su parte, que se ha prohibido a los partidos políticos acceder a la televisión pública. Y todo ello ocurría cuando una parte de la población, animada por varios partidos políticos, se preparaba para festejar el 14 de enero la caída del régimen de Zine al-Abidine Ben Ali.

kais_saied_2021__cropped_cc0.jpgLa revolución tunecina comenzó en Sidi Bouzid el 17 de diciembre de 2010, con la inmolación de Mohamed Bouazizi, vendedor de frutas y verduras, desesperado económicamente y humillado moralmente por una mujer policía. El 14 de enero, Ben Ali, abandonado por el ejército, huyó rumbo a Arabia Saudí. Es demasiado pronto para escribir la historia de esas cuatro semanas (la BBC acaba de publicar una serie de grabaciones secretas con las últimas conversaciones y llamadas telefónicas de Ben Alí). Y sin embargo, la lucha partidista a la que estamos asistiendo entre Kais Saïed y la oposición, sobre cuál de esas dos fechas representa simbólicamente la “auténtica” revolución tunecina, esconde en realidad la lucha por el poder y por imponer dos formas distintas de gobierno, una presidencial y otra parlamentaria. Visitando Sidi Bouzid el 17 de diciembre de 2021, Kais Saïed anunció que en adelante la Revolución tunecina se celebraría el 17 de diciembre y no el 14 de enero. Y en el Consejo de ministros del día siguiente declaró: “La revolución ocurrió el 17 de diciembre y no el 14 de enero, día en el que asesinaron a la revolución”. Palabras duras las de Kais Saïed, porque en su mente Mohamed Bouazizi y Sidi Bouzid representan “el pueblo”, del que tanto se han aprovechado los políticos, dictadores y parlamentarios, incluidos los que tomaron el poder el 14 de enero de 2011. Y habrá que cambiar la constitución para que en el futuro los políticos estén realmente al servicio del pueblo.

Se trata de un populismo impecable en su expresión, pero que no genera ni riqueza ni trabajo. Y dada su inexperiencia política, tampoco sirve para llevar a término los planes anticorrupción. De ahí el creciente descontento popular. “Fiesta triste y sombría”, escribía para RFI desde Túnez el 17 de diciembre de 2021 Amira Souilem. “Los tunecinos no tienen ganas de fiesta”. Souilem se refería a la crisis política, con el parlamento disuelto y el presidente gobernando por decreto de manera dictatorial; y a la crisis económica, con un país agobiado por la deuda, la falta de trabajo, la pobreza creciente, y a la espera de las duras imposiciones del FMI. Kais Saïed sigue siendo popular, pero cada vez menos. De ahí las manifestaciones del pasado 14 de enero, de las que los medios de comunicación se han hecho eco. No se trataba de saber qué fecha republicana era la más importante, sino de expresar la creciente frustración popular: “En Túnez, a pesar de las restricciones por la covid-19, cientos de personas se manifiestan contra el presidente Kais Saïed” (AFP y Le Monde), leía uno de los numerosos titulares al respecto. Los ideólogos suelen tener los oídos sordos. Y también al parecer Kais Saïed. Lo más importante que dijo en el Consejo de ministros al día siguiente de las manifestaciones fue que no hay que falsear la historia, y que la fiesta de la Revolución debe ser el 17 de diciembre, cuando se sublevó el pueblo. “Es paradójico y humillante que algunos, en Túnez y en el extranjero, quieran imponernos las fechas de nuestras fiestas nacionales y religiosas”.

Escribiendo para Kapitalis, Chedly Mamoghli resumía así lo que, bajo su punto de vista, estaba sucediendo: Claramente, las prioridades del presidente Kais Saïed no son las del pueblo tunecino. El sistema construido a partir del 14 de enero de 2011 ya no existe. Islamistas y criptoislamistas nunca llegarán a tener el poder que tuvieron. Pero Kais Saïed continúa concentrando sus esfuerzos en hacerlos desaparecer, dejando de lado lo más urgente, salvar y enderezar a un país a punto de hundirse. Tal vez al “Profesor”, como lo llaman los jóvenes, aún le queda algún as en la manga. El mismo 15 de enero se inauguró la plataforma electrónica a través de la cual se pretende que todos los tunecinos opinen sobre las reformas políticas y cambios económicos y sociales (seis áreas en total) que el país necesita. La consulta terminará el 20 de marzo. Una vez organizadas, las propuestas serán sometidas a referéndum. En teoría aunque no se tenga un pc, se podrá participar con los móviles a través de los servidores de telefonía. ¡En teoría! Seguramente que serán los jóvenes quienes más participen… si aún no se han cansado también ellos.

Ramón Echeverría

[CIDAF-UCM]

Autor

  • Echeverría Mancho, José Ramón

    Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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