Túnez: Bajo el fuego cruzado de las mezquitas, por Antonio Molina

18/12/2012 | Bitácora africana

Los gobiernos islámicos recién constituidos se han impuesto a sus rivales laicos en las elecciones posrevolucionarias. Pero estos nuevos gobiernos ‘moderados’ están enzarzados en una lucha feroz y a veces hasta en batallas violentas con las facciones más radicales de los movimientos políticos islamistas. El punto de discordia es: ¿En qué medida la fe musulmana puede combinarse con la democracia? Esta cuestión tiene especial importancia en Túnez, que desde su independencia en 1956, se fue tornando y era considerado como el más laico de los países árabes.

¿Cómo han evolucionado las cosas?

El viernes que siguió a la caída del entonces presidente de Túnez, Zin el Abidine Ben Alí, ocupó el púlpito de la histórica Gran Mezquita de Kairuán, nada menos que Mohamed al Jalif y desde allí lanzó un ataque en toda regla contra la cultura corrupta del país, condenando sus estrechos vínculos con Occidente y exigiendo una nueva Constitución, fundamentada en la práctica de la Charía, la ley islámica.
Hacía 20 años que el régimen de Ben Alí le había prohibido predicar. Al Jalif bramaba: “¡Han masacrado al Islam! Quienquiera que se enfrente al Islam y ponga en práctica los planes occidentales se convierte a ojos de los políticos occidentales en un dirigente y reformista bendecido, aunque sea el más criminal con las manos manchadas de sangre.”

Las mezquitas de Túnez se incendiaron como fuego de rastrojo

Por todas partes, predicadores exaltados incendiaron a los creyentes con sermones semejantes, aquel día de enero de 2011.De hacho, todos los viernes posteriores, se desarrollaba la batalla de los púlpitos, para atizar el debate que definiera la identidad religiosa y política de Túnez.
A medida que los focos del extremismo se afianzaban en la región, la batalla por las mezquitas de Túnez era una lucha más amplia y encarnizada.

La revolución liberó alrededor de 5.000 mezquitas oficiales de los estrictos controles del gobierno de Ben Alí, que nombraba a todos los líderes espirituales y dictaba los temas de los sermones. Este sistema fomentó un modelo de Islam moderado y apolítico, que estaba ‘adaptado’ al dictador.

Al caer el régimen dictatorial de Ben Alí, los salafistas se hicieron con el control de hasta 500 mezquitas. El Gobierno, defensor de un Islam político, mas moderado, dice que desde entonces, les ha arrebatado el control de casi todas las mezquitas, excepto unas 70; pero no es poco el que los extremistas tengan cada viernes 70 predicadores para atizar el fuego.

El jeque Taleb al-Ghozi, de 70 años, que todos los viernes dirige la plegaria en la Gran Mezquita de Kairuán, manifiesta:”En tiempos de Ben Alí, el Estado asfixiaba la religión, controlaba a los Imanes, los sermones, las mezquitas…Ahora todo está descontrolado.” Hasta ahora, los clérigos salafistas como Jalif, que defienden la interpretación más puritana y fanática del Islam, han hecho hincapié en sus temas preferidos, dando prioridad a la aplicación inmediata de la Charía, al porte del velo por las mujeres, la prohibición del alcohol, el rechazo de todo lo que huele a Occidente y la adhesión a la Yihad –guerra santa contra los no musulmanes. Insisten en que la democracia no es compatible con el Islam.
El jeque Jatib al-Drissi, de 60 años, considerado el guía espiritual de todos los salafistas tunecinos afirma: “Si la mayoría del pueblo carece de instrucción religiosa, entonces estará contra Dios.”

¿Quiénes son los salafistas?

El término salafista abarca una amplia variedad de fundamentalistas suníes, cuyo objetivo común es resucitar el Islam tal como “piensan ellos” que lo practicaba el profeta Mahoma, cuando fundó la nueva religión en el siglo VII.

Entre los salafistas encontramos desde proselitistas pacíficos hasta quienes pretenden imponer el Islam por medios violentos.

En Kairuán, a 160 kms al sur de Túnez, los salafistas controlan 5 de las 35 mezquitas de la ciudad. “los salafistas se sienten envalentonados, porque no han encontrado ninguna resistencia por parte del Gobierno”, dice el jeque Ghozi.

El salafismo tunecino autoritario es considerado por algunos analistas como una preocupante manifestación de la propagación del extremismo violento por el norte de África. Algunos funcionarios superiores señalan que los diversos grupos comparten una misma ideología y están en contacto entre ellos. Algunos yihadistas han sido detenidos por la policía contrabandeando armas ligeras provenientes de Libia para el Malí o Argelia a través de Túnez, manifiesta Alí Laarayed, ministro del Interior.

El presidente Moncef Marzuki culpa al gobierno de Ben Alí de la propagación del islamismo extremista y recuerda, que durante los últimos 50 años, la educación religiosa tradicional tunecina fue abandonada.

El Gobierno, dominado por el Partido del Renacimiento, se esfuerza por controlar la situación sin recurrir a los métodos brutales de Ben Alí. Según Samir Dilú, ministro de Derechos Humanos, unos 800 salafistas están encarcelados y las detenciones de los violentos se han acelerado después de los ataques a la misión diplomática estadounidense de Bengasi (Libia), el14 de septiembre, en respuesta a un video que se burlaba de Mahoma y del saqueo de la embajada de los EE UU en Túnez por parte de la muchedumbre por la misma causa.

Otros desmanes de los salafistas

El santuario de Laila Manubia, una santa del siglo XIII, muy popular en Túnez, fue incendiado por cinco hombres el pasado octubre

Las muchachas tunecinas escribían sus nombres en las paredes para pedir a la santa un novio y las casadas pedían quedarse embarazadas. Algo como las cristianas hacen con san Antonio de Padua.

Los salafistas confundiendo la adoración debida a Dios con la veneración de los santos, condenan esas oraciones como prácticas de idolatría. Lo mismo han hecho en Tombuctú con las tumbas de los marabutos y santones venerados desde el siglo XVI por las diversas cofradías.

Los musulmanes de a pie reaccionan

Fueron los fieles, quienes pidieron a Jelif que no volviese a predicar, después de aquel viernes de escándalo. Pero Jelif, de 60 años, hijo de un famoso imán de la Gran Mezquita, dice que “sólo los tunecinos insensatos consideran sus sermones como algo extraño.” Y sentencia: “El Islam es el Islam que fue revelado al profeta, no el revelado a mi padre, ni a ningún otro imán tunecino.”

Las mujeres tunecinas están organizadas y vigilantes, para no perder los derechos adquiridos desde los tiempos de Burghiba. Asma Ahmadi, activista de 34 años, afirma:”Yo empecé a visitar el santuario de Leila Manubia cuando tenía15 años. Quiero que Túnez sea un lugar donde una mujer pueda rezar o no, llevar velo o no. Los salafistas están intentando quemar nuestra identidad y substituirla por algo que no conocemos.”

Conclusión

La primavera árabe se inició en Túnez y la capacidad de la sociedad tunecina para armonizar la religión musulmana y la democracia de corte occidental podrá ser un buen indicador para todo el norte de África desde Egipto hasta Marruecos.

Autor

  • Antonio José Molina Molina nació en Murcia en 1932. Desde 1955 es Misionero de África, Padre Blanco, y ya desde antes ha estado trabajando en, por y para África. Apasionado de la radio, como él relata en sus crónicas desde sus primeros pasos en el continente africano, "siempre tuve una radio pequeña en mi mochila para escuchar las noticias". Durante septiembre 2002, regresa a Madrid como colaborador del CIDAF. En octubre de 2005 aceptó los cargos de secretario general de la Fundación Sur y director de su departamento África. Antonio Molina pertenece -como él mismo dice- a la "brigada volante de los Misioneros de África", siempre con la maleta preparada... mientras el cuerpo aguante.

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