Trump divide a África

12/12/2017 | Opinión

El miércoles, 6 de diciembre, Donald Trump decidió reconocer Jerusalén como capital de Israel y ordenó que se trasladase desde Tel Aviv la embajada americana. El mismo día, el chadiano Moussa Faki Mahamat, presidente de la Comisión de la Unión Africana, emitió una declaración institucional en la que mostraba su preocupación por la decisión norteamericana. Reiteraba una vez más el principio de solidaridad de la Unión Africana con el pueblo palestino y el apoyo a su legítima demanda de constituirse en estado independiente con su capital en Jerusalén-Este. Teóricamente, el presidente de la Comisión hablaba en nombre de todos los miembros de la Unión Africana. Pero en realidad, una vez más África ha mostrado sus divisiones.

Los países del Magreb, de población árabe y musulmana, han sido muy explícitos en su condena de la decisión americana. El rey de Marruecos Mohamed VI, presidente del “Comité al-Qods” (Al-Qods, abreviación de baytu l-quds, Morada de la Santidad, como llaman los musulmanes a Jerusalén) de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI), ha escrito al presidente americano en nombre de los 57 estados de la OCI, de los que 30 son africanos, expresando “su profunda preocupación personal y la enorme inquietud de los estados y pueblos árabes y musulmanes”. También le ha recordado “la extrema importancia de Al-Qods no sólo para las partes en conflicto sino también para los fieles de las tres religiones celestes”. Por su parte Túnez ha denunciado “una ofensa primordial contra el estatuto jurídico e histórico de la ciudad, y una violación de las decisiones de la ONU”. Y Argelia ha llamado “a la nación árabe, a la Umma islámica y a la comunidad internacional a movilizarse en favor de los derechos de los palestinos y del estatuto internacional de la ciudad santa”. Naturalmente, redes sociales y medios de comunicación se han unido a las protestas. Un ejemplo es el de El Watan (argelino) que el día 5 de diciembre relacionaba el asunto con las promesas de Trump a sus electores («Le président Donald Trump face à sa promesse électorale”), el día 6 titulaba “El Qods: el salto de Trump hacia lo desconocido”, el 7 se hacía eco de la “condenación e indignación en el mundo” y el viernes 8concluía: “El Qods: l’ultime provocation” (“El Qods: última [definitiva] provocación”.

trump1-2.jpgA diferencia de los del Magreb, los países subsaharianos, salvo dos o tres excepciones, apenas han reaccionado individualmente ante la declaración del presidente americano. Senegal fue uno de los ocho miembros del Consejo de Seguridad de la ONU (Egipto, Bolivia, Uruguay, France, Italia, Suecia, Reino Unido y Senegal) que protestaron contra la decisión unilateral norteamericana y pidieron a la presidencia japonesa del Consejo que convocara una reunión urgente sobre el tema. En diciembre del año pasado Senegal aprobó una resolución contra las colonias israelitas en Cisjordania, pero la prensa israelí publicó el 30 de abril de este año una entrevista del embajador senegalés en Tel Aviv celebrando la vuelta a la normalidad de las relaciones bilaterales. Seguramente que ahora se enfriarán de nuevo. También las relaciones de Tanzania con Israel habían mejorado, y tras anunciar en julio de 2016 su intención de abrir una embajada en Israel, ésta había comenzado a funcionar hace tres meses. Sin embargo este viernes 8 de diciembre, el Ministro de Exteriores tanzano Augustine Mahiga declaró a la agencia turca de noticias Andalou Agency, que su país no tenía ninguna intención de mover su embajada de Tel Aviv y que él, personalmente “no tenía ninguna prisa en hacer comentarios sobre el asunto”.

Resultado de una política israelí de acercamiento a los países subsaharianos, 13 de ellos tienen embajadas en Tel Aviv (entre los cuales Etiopía, miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, que no votó contra la decisión norteamericana), y otros 9 mantienen consulados. El continente está pues dividido entre los que ante la confusión del Oriente Medio se decantan por Israel y los que prefieren mantenerse en buenos términos con los estados árabes del Golfo o con Irán. El desgarro se manifiesta a veces en el interior de un mismo país. Tal vez por ser uno de los países más democráticos de la región, ese es el caso de Sudáfrica, uno de los países con embajada en Tel Aviv. Como era de esperar el Economic Freedom Fighters (EFE), fundado por Julius Malema cuando fue expulsado de la Juventud del African National Congress, ha condenado “al reaccionario presidente de los EE.UU. por haber reconocido Jerusalén como capital del estado apartheid de Israel”. Los sindicalistas de The Congress of South African Trade Unions (COSATU) han visto en la escandalosa decisión de Trump la prueba del “grado de deterioro de la administración y el sistema político americanos. Y en preparación de su LIV Conferencia que comenzará el sábado 16 de este mes de diciembre, el Congreso Nacional Africano (ANC), está discutiendo si no convendría rebajar las relaciones diplomáticas con Israel.

El problema es que con 80.000 miembros la comunidad judía de Sudáfrica es la más importante del continente. Y que los musulmanes, de muy distintos orígenes, son casi unos 100.000. El “United Ulama Council of South Africa”, ha sido uno de los primeros en condenar la iniciativa de Trump que demuestra que “los EU nunca han sido honrados mediadores de paz en el conflicto palestino”. Mientras que el presidente del South African Zionist Federation (SAZF), Ben Swartz, tras aprobar la iniciativa de Trump ha declarado: Estamos convencidos de que este gesto no va en absoluto contra la solución de los dos estados para los dos pueblos”.

Naturalmente, la comunidad judía de Sudáfrica es económicamente importante. Y la cuestión del dinero es un factor importante a la hora de tomar decisiones políticas, en el país, como en el resto del África Subsahariana. El gobierno norteamericano ha financiado con 60 millones de dólares el proyecto de seguridad del “G-5” del Sahel, y destinado más de 5 mil millones de dólares como ayuda al África Subsahariana. ¿Qué país puede permitirse el lujo de oponerse a quien le ofrece ayuda?

Evidentemente, al presidente Trump no le han preocupado en absoluto las posibles reacciones de los países africanos. Pero si quería sinceramente promover la paz en la región tenía que haber anunciado la construcción de una segunda embajada en Jerusalén, ésta en Jerusalén-Este, y para el futuro Estado Palestino

Ramón Echeverría

[Fundación Sur]


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Autor

  • Echeverría Mancho, José Ramón

    Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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