Tras Gadafi. El nuevo mejor amigo de Blair es un déspota culpable de una mayor masacre sangrienta

24/03/2011 | Opinión

Una mañana del mes pasado, Tony Blair invitó, con la más absoluta y sintética cordialidad que tanto le caracteriza, a un grupo selecto de banqueros a lo que se conoce como un “desayuno de multimillonarios”.

Y como suele pasar hoy en día, la única característica que se ha de tener para ser admitido en este acontecimiento en el lujoso hotel suizo, -y al muy deseado momento de verse las caras con el mismísimo gran hombre-, es ser muy seriamente rico.

El señor Blaircon sonrisa firme y bronceado, vestido con una camisa blanca de cuello abierto de marca, un traje oscuro, y curiosamente, un par de botas de montar australianas, estaba como pez en el agua siendo el centro de atención mientras los camareros de chaqueta roja servían unos cócteles Buck y unos cafés a los invitados multimillonarios internacionales.

Al lado del ex Primer Ministro se encontraba todo el tiempo un hombre negro flaco como un palillo y con anteojos al cual Blair estaba visiblemente interesado en presentar a todos los reunidos. Algo que no sorprende, ya que dicho evento, presidido oficialmente por Blair, se había organizado en honor a Paul Kagame, presidente del estado africano de Ruanda.

El principal tema sobre el que Blair debatió durante la glamurosa reunión celebrada durante el Foro Económico Mundial en Davos fue dinero contante y sonante. Y más específicamente, sobré cómo persuadir a los súper ricos banqueros inversores para que invirtieran en negocios y así mejorar la economía emergente de su íntimo amigo Kagame.

Es una tarea a la cual el señor Blair dedica gran parte de su tiempo. Tanto él como su mujer Cherie son invitados asíduos de Kagame, llegan en un increíblemente lujoso avión privado (del que diré algo más después) y se quedan en una elegante suite en el mejor hotel de la capital ruandesa de Kigali, el hotel Serena.

La relación que mantienen, hay que decirlo, es una especie de relación amorosa. El señor Blair describe a Kagame, un antiguo soldado rebelde en el país que un día estuvo devastado por la guerra, como un “líder visionario”, y un “gran amigo”. Por su parte, el agradecido Kagame ha hecho un llamamiento a su pueblo para que nombren a sus hijos como su nuevo compinche inglés.

Mientras tanto, la señora Blair ha rendido un homenaje hace poco con ojos llorosos a la promoción de los derechos de la mujer de su régimen.

Lo cual, imagino, debe haber dibujado una sonrisa irónica en la cara de una de las periodistas más destacadas de Ruanda, Agnes Nkusi Uwimana, que en estos momentos languidece en la sombría Prisión Central de Kigali.

El mes pasado, la editora del periódico comenzó a cumplir una sentencia de 17 años de prisión por publicar unos artículos en los que criticaba el periodo previo a las descaradamente amañadas elecciones presidenciales del pasado mes de agosto, que resultaron con la reelección de Kagame, el líder del país desde 2000, con una mayoría del 93% de los votos.

Otra redactora de su periódico ha sido encarcelada por 7 años. Mientras tanto, periódico fue cerrado sumariamente por orden presidencial. De hecho, el cada vez más dictatorial Kagame a día de hoy ha cerrado ya todos los medios independientes que una vez el país tuvo.

No es de extrañar que Amnistía Internacional haya condenado los encarcelamientos y la Casa Blanca ha atacado hace poco la creciente represión política de Kagame.

Incluso así, la señora Uwimana y su compañera periodista pueden considerarse afortunadas. Otros han sufrido un destino mucho peor.

Las vergonzosas elecciones, en las que Kagame, de 53 años y padre de cuatro hijos, prohibió presentarse a los dos mayores partidos de la oposición y se presentó él contra tres miembros de su misma coalición gobernante, se vieron empañadas por las misteriosas muertes de algunos de sus oponentes políticos y críticos.

En junio, un director en funciones de otro periódico fue disparado en la cara y asesinado. Se silenció al periodista Jean-Leonard Rugambage por exponer la implicación de Kagame en la corrupción y porque aseguró que había descubierto la implicación del gobierno en el intento de asesinato de un antiguo general de ejército ruandés, exiliado en Suráfrica.

Sin embargo, lo peor estaba por llegar. Un mes más tarde, el vicepresidente del Partido Verde democrático del país, que se iba a presentar contra el presidente del Frente Patriótico Ruandés, desapareció y fue encontrado más tarde decapitado. El gobierno de Kagame negó cualquier implicación.

En octubre, la presidenta del partido de la oposición más prominente del país del África central, el FDU-Inkingi, fue encarcelada en virtud de la nueva ley de difamación, introducida por Kagame para reprimir a la oposición.

Después, hace dos meses, cuatro rivales políticos exiliados, que formaron parte en el pasado del círculo más cercano de Kagame, pero que ahora le acusan de corrupción, fueron condenados por un tribunal a prisión, de hasta veinticuatro años, en su ausencia.

Por lo tanto, la carta de felicitación por parte de Blair a Kagame aclamando su “popular mandato” después de las elecciones parece una broma de mal gusto.

El sólido respaldo de Blair a su último amigo dudoso, tiene similitudes con su apoyo durante mucho tiempo al coronel Gadafi de Libia, al que acogió descaradamente durante su etapa como Primer Ministro, y con el que desde entonces se ha mantenido unido.

Pero ¿podría Kagame demostrar que es un amigo mucho más desacertado?

Empiezan a surgir pruebas irrefutables de que ordenó el genocidio sistemático de decenas de miles de civiles de la población rival Hutu, en venganza por la masacre de hasta 800.000 personas de su pueblo Tutsis durante tres meses de baño de sangre en 1994.

En octubre, Naciones Unidas publicó un informe condenatorio de 550 páginas donde se detallaban violaciones y torturas en masa de la población civil Hutu, después de que el ejército Tutsi, dirigido por Kagame, persiguiera a la población Hutu que huía a la vecina República Democrática del Congo.

Algunos testigos de las atrocidades explican que se realizaban constantes rituales de decapitaciones, mientras a las mujeres y a los niños se les prendía fuego, se les aporreaba con martillos y se les disparaba. Naciones Unidas ha dicho que Kagame podría ser juzgado por crímenes de guerra.

A pesar de todo esto, Blair continúa con actitud desafiante respaldando al cada vez más despótico líder. Hace dos meses, le defendió a capa y espada diciendo: “Creo y apoyo a Paul Kagame”.

Además, se dice que puso los ojos en blanco cuando un periodista de Washington le preguntó sobre el cáustico informe sobre el régimen ruandés de Naciones Unidas.

Blair ha instalado un equipo de asesores seleccionado cuidadosamente de su propia organización the African Governance Initiative, que estableció en 2008 para ayudar a tres países africanos, en el corazón mismo de la corrupta administración del presidente.

El joven equipo formado por entre ocho y diez asesores, dirigido por un graduado en Yale, ha asumido importantes funciones en la oficina personal del Presidente, trabajando para el Primer Ministro del país, en el gabinete de la oficina y en el Consejo para el Desarrollo de Ruanda.

Lo que nos hace plantearnos la pregunta: ¿Qué gana Blair con todo esto? Pues que la línea entre la caridad y la vanagloria se vuelve un poco confusa, como suele ocurrir a menudo en el caso del antiguo líder del Partido Laborista.

Tomemos, por ejemplo, los vuelos que Blair ha hecho a Ruanda en un suntuoso avión privado. El avión es uno de los dos aviones azules y blancos Bombardier BD-700 Global Express que existen, que cuestan 30 millones de libras esterlinas cada uno, propiedad del gobernante de un país en el que el 60% de la población viven en la pobreza.

Con la intención de ocultar los millones que ha derrochado en el avión, el gobierno de Kagame formó una compañía de inversión privada, registrada en Suráfrica, como tapadera.

Sin embargo, documentos oficiales revelan que todos los directores de la compañía, fundada en mayo de 2008, trabajan para el presidente.

Para hacer todo el asunto más sospechoso aún, los aviones, cuyos registros son ZS-ESA y ZS-XRS, son pilotados por tripulaciones surafricanas y gestionados por una compañías de jets privados, con sede en el aeropuerto de LAnseria, cerca de Johannesburgo.

Blair, que ha acumulado una fortuna de unos 50 millones de libras esterlinas desde que salió de Downing Street, en junio de 2007, se dice que ha volado al menos tres veces a través del continente en uno de los aviones.

Ya en 2009, se le vio utilizando uno de los aviones para asistir a reuniones en Israel, Zurich y Abu Dhabi, antes de volar a Kagali, para reunirse con el Presidente Kagame.

En ese momento, Blair reunió personalmente a un grupo de banqueros inversores europeos con el objetivo de persuadirles para especular en las emergentes industrias de las Tecnologías de información y de biocombustibles de Ruanda. Lo que hacía Blair aceptando los vuelos, que le hubieran costado un excedente de 500.000 libras si lo hubiera pagado él mismo, nadie lo sabe.

Sus viajes a Israel se pueden explicar por sus funciones como enviado occidental de paz no pagado, a Oriente Medio. Pero sus constantes viajes a Suiza y Abu Dabi los hace generalmente para llenar más los bolsillos de sus pantalones de buen corte.

Durante tres años, Blair ha sido asesor en el departamento de desarrollo Internacional de la compañía de seguros suiza de Zúrich, cobrando unas quinientas mil libras esterlinas al año. Mientras tanto, se le requiere que vuele a menudo a Abu Dabi, para ejercer la labor de consultor en el fondo de inversiones de los súper ricos soberanos de Emiratos Árabes Unidos, Mubadala, cobrando un millón de libras anuales. Algo que no suena exactamente a caridad.

Y hay otra razón para sospechar que las líneas entre los dos roles paralelos de Blair como creador de dinero y el nuevo auto nombrado salvador de África, se aproximan a algo parecido a su punto álgido. El pasado mes de agosto, Blair, que proporcionó millones de libras de la ayuda oficial a Ruanda, durante su mandato como Primer Ministro, publicó un extenso artículo para felicitarse a sí mismo por su labor humanitaria en África, y en el que se decía que estaba ayudando a fomentar la inversión, en su página web personal.

Como uno de los muchos resplandecientes homenajes a sí mismo, comprensiblemente, éste apenas tuvo eco en ese momento. Pero, en una sesión de preguntas y respuestas, se descubre una fascinante admisión de la estructura de su organización benéfica, la África Governance Initiative, AGI. Al describir cómo funcionaba su organización en Ruanda, Sierra Leona y Liberia, Blair afirmó que trataba directamente con el líder de cada país.

Luego añadió: “lo Segundo es que la AGI contrata un equipo formado por jóvenes que vivirá en el país. Vienen de JP Morgan, de Downing Street o del Sistema americano”.

Los experimentados observadores de Blair sabrán, por supuesto, que es consultor en JP Morgan, una de las bancas de inversión de Estados Unidos más conocidas, y en donde cobra aproximadamente unos dos millones de libras anuales por informar sobre “los cambios económicos y políticos que conlleva la globalización”.

No hay duda de que sus pagadores en el banco están muy agradecidos a Blair por saber cómo poner a sus jóvenes ejecutivos sobre el terreno de la economía de Ruanda en rápida expansión.

En los últimos meses, Blair ha sido muy criticado debido a la naturaleza opaca de una compleja red de compañías establecidas para controlar sus intereses empresariales, ya que explotan un vacío legal que significa que podía mantener en secreto sus ganancias provenientes de sus intereses empresariales y sus apariciones en el circuito de conferencias internacionales.

Las cifras de una de sus obras benéficas, sin embargo, revelan el alcance de su influencia. Hace tres meses, una organización benéfica familiar de Sainsbury, la Fundación Gatsby, declaró que había pagado 992.000 libras a la organización benéfica de Blair, Windrush. El dinero fue utilizado, dijo la Fundación, para proyectos benéficos en Ruanda.

También, la Fundación Gates establecida por el fundador de Microsoft Bill Gates, declaró haber pagado un millón y medio de libras a Windrush en 2008 para proyectos similares en Sierra Leona.

Algunos amigos del antiguo Primer Ministro le defienden declarando que personalmente aprecia a Kagame y cree que debido a la reciente historia brutal que ha vivido su país se le debería ayudar.

Sin embargo, una fuente cercana a Blair me dijo esta semana: “Tony está ciego cuando se trata de este tipo. Es sorprendente la facilidad con la que es encantado, y Kagame se desvive por ser un anfitrión muy generoso, con viajes en avión y todas esas cosas”.

“Pero la credibilidad de Tony ha sufrido un gran desplome con Gaddafi, y, francamente, difícilmente podrá permitirse verse implicado con otro chiflado peligroso.”

Sin duda, incluso el desacreditado y moralmente desposeído Blair es consciente de que irse a la cama con un sanguinario tirano es lamentable, pero dos, empieza a parecer que no le preocupa en absoluto.

Paul Scott

Tomado del blog France-Rwanda Tribune, donde fue publicado el 6 de marzo.

Traducido por Alicia Roca Canales, alumna de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid Traducción/Interpretación, colaboradora en la traducción de algunos artículos.

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster