Tráfico de armas en Costa de Marfil: Una piedra en el jardín de Blaise Compaoré

29/10/2009 | Opinión

África es un vertedero. Sigue siendo hoy un campo de experimentos y un terreno ideal para los traficantes de armas. Los ejemplos son innumerables. El más reciente, Angolagate, el nombre con que se conoce a un acuerdo de armas en los años 90 con destino a Angola. Este caso, que tuvo su desenlace en el tribunal de París el pasado martes, llamado “caso Falcone-Gaydimak Mitterrand”, por primera vez, puso de manifiesto públicamente las conexiones ocultas y casi mafiosas entre los comerciantes de armas y los políticos.

Los dos protagonistas principales de este lucrativo tráfico (unos 400 millones de nuestros francos), que son Arkadi Gaydamak y Pierre Falcone, fueron condenados a seis años de prisión cada uno y las otras personas incriminadas cargaron con penas menores y multas de varios miles de euros. Decir que África sigue siendo una bendición para los traficantes de armas de cualquier tipo, es traicionar un secreto de polichinela. El pasado martes 27 de octubre, mientras que Angolagate conocía su desenlace judicial, la ONU decidió apuntar con dedo acusador a los responsables de contrabando de armas en Costa de Marfil.

En 2005, en plena crisis político – militar, la ONU impuso un embargo de armas al país del presidente Félix Houphouët-Boigny. Para el grupo de expertos comisionado por el Consejo de Seguridad para investigar el tráfico, «este embargo es violado regularmente tanto por el grupo ex rebelde Fuerzas Nuevas como por el gobierno, con numerosas entradas de armas y municiones provenientes de Burkina Faso» y «a pesar del embargo de armas, las dos partes de Costa de Marfil, el Norte y el Sur, siguen rearmándose o equipándose con este tipo de material”.

Esto es lo que se ha dicho y que podría -si esta información es correcta- complicar enormemente la tarea del facilitador en la crisis marfileña. En efecto, si el informe se hubiera publicado hace unos años, nadie habría dudado que Burkina era un importante proveedor de armas a los rebeldes de Costa de Marfil. Pero hoy, cuando el país, Burkina, está luchando como loco para apagar el incendio de Costa de Marfil, es difícil de entender. Y se puede decir que esta polémica señalada por los expertos de la ONU podría ser una piedra lanzada al jardín de Blaise Compaoré, el mismo hombre que fue elegido como facilitador del conflicto de Costa de Marfil.

¿Cómo puede desempeñar su papel de mediador sinceramente, es decir, ser equidistante con ambas partes, sin dejar de suministrar armas a una de las partes?

Otra preocupación, que también está planteada en el informe, merece un poco de atención: se trata de la «carrera armamentística» constatada en ambos lados, tanto de la rebelión como del gobierno. ¿Cómo entender que, mientras todas las miradas se han vuelto hacia las elecciones presidenciales del próximo 29 de noviembre, las diferentes partes no se preocupen más que de dotarse de material de guerra?

Aunque el aplazamiento de las elecciones presidenciales es ya un secreto a voces, la adquisición de material de guerra por parte del poder, para equipar al ejército de la república, podría ser explicada y comprendida fácilmente (siempre que Costa de Marfil no esté sujeta a embargo), pero es menos comprensible con lo que respecta a la rebelión armada.

Entonces, ¿están jugando verdaderamente un juego limpio los diferentes protagonistas de la crisis de Costa de Marfil para salir de este atolladero? La duda está permitida, más que nunca esta situación de ni guerra ni paz es el problema de más de uno. Así que más allá de los pequeños intereses personales, habrá que sellar bien una paz de valientes!

Boureima Diallo

L’Observateur Paalga, de Burkina Faso

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