Los seres humanos debemos ahora plantearnos el futuro que deseamos: o bien, una sociedad unida en la que trabajemos juntos para que todos vivamos con dignidad, o por el contrario, una sociedad marcada por la confrontación y por la opresión de la mayoría.
El “que nadie se quede atrás”, incluye a aquellos millones de personas del planeta, sobre todo en África, que han sido sistemáticamente explotados y olvidados por los más favorecidos. Ante las pandemias y desastres naturales, después de una primera respuesta generosa, suele llegar el olvido.
El coronavirus ya se extiende por África. El último continente al que llegó la pandemia atraviesa todavía su fase inicial, pero el ritmo de contagios se acelera cada día y afecta a todos los Estados africanos.
Mientras, los gobiernos se apresuran a tomar medidas como el cierre total de fronteras, confinamientos, toques de queda y suspensión de la actividad no esencial, la gran preocupación es la falta de medios materiales, como equipamiento de protección, camas de aislamiento o respiradores, y de recursos humanos, sobre todo en los países más vulnerables.
Es una auténtica exigencia ética que aprendamos de la historia para cuidarnos ahora de las víctimas del Coronavirus, que se extienden por los pueblos del hemisferio sur. Es necesario que el compromiso común se transforme en una colaboración continua, sobre todo entre los pueblos del hemisferio norte y los del sur, para construir una nueva calidad de relaciones y un desarrollo sostenible para todos.
Para esto necesitamos fundamentalmente tres cosas:
- – Líderes políticos, económicos y religiosos que estén a la altura, es decir que sean realmente profesionales y responsables en su gestión para el bien común, y no por el poder ni la amistad. A los servicios de responsabilidad hay que llegar aprendido, y bien preparado. Para tales puestos debemos elegir a los mejores y más íntegros.
- – Una sociedad informada y comprometida para elegir y colaborar con los gestores regionales y nacionales elegidos en los diferentes departamentos por su competencia, y promover juntos un desarrollo sostenible para todos.
- – Unos sistemas políticos, económicos y culturales que sean justos, eficaces, éticos y ecológicos para potenciar siempre la dignidad humana y el bien común, en solidaridad con todos los pueblos del globo.
El primero y más fundamental principio ético de actuación, es siempre: la dignidad de cada vida humana, y por tanto la sola decisión responsable en el cuidado de los demás, es intentar salvar cada vida humana, por todos los medios disponibles.
Y nos preguntamos: ¿Por qué faltan medios tan necesarios como respiradores en nuestros hospitales, mientras el gasto militar sube hasta un 80%?
Otra cuestión fundamental es la solidez de los valores y criterios de referencia, en los que se debe basar toda gestión responsable y ética, de la economía y de los servicios.
“Yo me quedo en casa”, pero no en silencio sino más comprometido, para cuidar a todas las personas que sufren, y para fortalecer la vida y el ánimo de las personas que están bien.
Son momentos de unión y de sumar fuerzas, porque hoy, como ayer (con el Ébola), saldremos más fortalecidos de esta crisis si somos capaces de no perder de vista el objetivo común de promover la salud, la educación y el bienestar de todas las personas.
Sigamos potenciando unas relaciones humanas más respetuosas y un nuevo tipo de economía más colaborativa, basada en la inclusión y comercio justo, para conseguir un desarrollo sostenible para todos los pueblos, a través de una gestión profesional y responsable.