Todos somos Túnez, por Rafael Muñoz Abad

1/07/2015 | Bitácora africana

Hay tanto para contar sobre Africa que a menudo me siento un poco soporífero por las habituales cantinelas de esta columna y les confieso que me gustaría escribir sobre experiencias, pequeñas historias anónimas, viajes o incluso algo de narrativa, pero escapar de la poderosa inercia informativa es realmente complejo.

Tampoco me alegra haber vaticinado que Túnez era, es y será, objetivo fetiche del yihadismo. Érase una vez un pequeño país norteafricano sin petróleo, pero con un sector de su joven población formada en universidades, que decididamente optó por romper con el paternalismo árabe de un pasado que es perpetuo presente desde Nouakchott a Riad. Seré visceral. No respaldar a Túnez más allá de lo verbal es un acto de cobardía. El bravío estado magrebí representa un halo de esperanza en una región estratégica y, ante el compromiso de su legislación antiterrorista y su decidida apuesta por la modernización civil, es de irresponsables e hipócritas denunciar la amenaza integrista pero no hacer nada para prevenirla. Túnez es nuestra vanguardia. Su envite por el laicismo demanda apoyo y si se lo negamos, nos mereceremos lo que nos pueda salpicar.

El integrismo requiere de la desesperación y la miseria como caldo de cultivo. Entonces se ofrece como el “generoso” samaritano que promulga el Corán. Libro que ha corrompido para servir sus intereses. Tirano en guante de seda. Te pego por tu bien. Túnez no tiene más ingresos que el turismo y estos desalmados saben que plantando la semilla del terror, este huirá y el desempleo crecerá; la calle clamará y ellos y su “caridad” musulmana ocuparan el lugar del estado. Es una relación huésped parasito. El ISIS en Irak-Siria o los primeros Talibanes “cuidando” de los más desfavorecidos para ganarse su simpatía, son ejemplos significativos.

El ejecutivo tunecino ha optado por cerrar casi un centenar de mezquitas que se habían convertido en madrasas orbitales del salafismo. Su vecindad con la impredecible Libia le convierte en un estado muy importante para los intereses occidentales, pues no son pocos los jóvenes descontentos que, impunemente, cruzan la frontera para recibir formación militar a cuenta de organizaciones de corte integrista; caso del autor material de la matanza en el resort tunecino. Un joven [universitario] que acabó siendo captado en lo ideológico por el discurso islamista y que viene a representar la peor pesadilla de las agencias de inteligencia: un anónimo que “aleatoriamente” se activa y lleva a cabo un ataque puntual. Algo difícilmente predecible.

La CIA considera Cataluña como la región mediterránea con mayor presencia de yihadistas “durmientes” cuyo objetivo es la mediática Barcelona, donde se hacinan miles de marroquíes y pakistaníes ilegales. Las declaraciones y los pactos políticos están bien; papel mojado si no invertimos más en defensa e inteligencia de campo para neutralizar los centros de adoctrinamiento de individuos potencialmente peligrosos. Todo un reto.

CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL.

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Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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