Hoy, 18 de Febrero, tienen lugar elecciones presidenciales y parlamentarias en Uganda. El presidente Museveni, después de cambiar sus primeras promesas de no perpetuarse en el poder, se acerca a su cuarto mandato que posiblemente, si no hay sobresaltos tipo Mubarak, hará que complete 29 años de permanencia en el poder, al principio gracias a la mano militar y posteriormente siendo elegido en diferentes elecciones, algunas de ellas de dudosa factura.
En los días previos a esta jornada, se ha notado muy claramente el desequilibrio entre las fuerzas políticas y candidatos presidenciales. Mientras que el presidente ha utilizado la maquinaria estatal e imponentes cantidades de recursos financieros para promover su reelección en todos los rincones del país y en casi todos los medios de comunicación disponibles, el resto se han tenido que contentar con una presencia más que modesta. Las revueltas de Túnez y de Egipto imagino que han impresionado tanto al presidente que incluso ha hecho un esfuerzo extraordinario en los últimos días para que todo esté “atado y bien atado”, sabia decisión porque ya que solamente el hecho de que no haya hablado de jubilación y el secreto a voces de que está preparando a su hijo para que lo substituya son ya de por sí elementos preocupantes y factores que pueden ser explosivos en el futuro para un electorado confundido y manipulado debido a la pobreza en la que vive sumida una gran parte de la población.
La política en Uganda está marcada por dádivas y “chuches” que los políticos reparten a su antojo. A falta de, por ejemplo, una programación de desarrollo rural seria y a largo plazo, los padres de la patria van dosificando sus recursos en forma de regalitos y donaciones cuidadosamente distribuidas y convenientemente publicitadas que al fin y al cabo – con la excepción de los contados beneficiarios – apenas tienen impacto en la mejora general de las condiciones de vida de los ciudadanos.
Uno de los últimos episodios que me ha pillado muy de cerca ha sido el intento de “comprar” a todos los periodistas de Lira, la ciudad donde vivo. Cinco días antes del final de la campaña electoral, un representante del palacio presidencial convocó a los representantes de todas las radios y, después de dar un par de vueltas y marear la perdiz, decidió abrir la caja de pandora… prácticamente preguntando algo así como “¿qué es lo que pedís para apoyar en estos últimos días al Movimiento (partido del presidente)?” Desgraciadamente, con estas palabras mágicas ocurrió aquello que en su día dijo Groucho Marx: “Estos son mis principios, si no le gustan tengo otros.” Pues he aquí que la gran mayoría de los allá reunidos (con la honrosa excepción de mis redactores) no pudieron resistir la tentación y pusieron a buen recaudo sus principios de integridad moral y de independencia profesional. Como consecuencia, todo el tiempo que había disponible en las emisoras de la ciudad en los tres últimos días de campaña estuvo completamente copado por el Movimiento Nacional de Resistencia.
Hablando de verdadera y heroica resistencia, la emisora en la que trabajo resistió hasta el final y no cedió a la presión de los políticos que querían tiempo exclusivo. Como nuestra contribución para la formación del electorado, fuimos nosotros los que organizamos debates sobre ciertos temas en los que llamamos a representantes de los partidos ya que creíamos que era mucho mejor que la gente oyera y comparara las diferentes opciones. Y esto lo hicimos gratis, sin recibir dinero alguno…
Al llegar el día de estas elecciones, permitidme que exprese mi orgullo por el equipo con el que trabajo, porque han trabajado de manera seria y sin desviarse de sus principios periodísticos y sin caer víctimas de tantas ofertas que en un contexto de pobreza y de crisis económica son si cabe mucho más atractivas…
Esperemos que el día transcurra bien y que los resultados sean aceptados con deportividad. Dada la ambición de los políticos que nos rodean lo dudo, pero bueno… tiempo al tiempo.