Todavía un hombre vale como dos mujeres

3/12/2019 | Opinión

“Los árabes lo han soñado, los Tunecinos lo han hecho”, escribía el 14 de enero de 2017 un periodista de Le Quotidien d’Algérie, refiriéndose a la recién estrenada “primera constitución democrática del mundo árabe”. En realidad los tunecinos ya habían sido pioneros cuando Sadok Bey promulgó en 1861 una constitución que en sus 114 artículos establecía claramente la distinción entre los tres poderes, ejecutivo (el Bey y su Primer ministro), legislativo (un Consejo supremo de tipo oligárquico) y judicial (totalmente independiente). En cuanto a la situación de la mujer tunecina, unos años antes, en 1840, Ahmed I Bey (1837-1855) dio el permiso para que las hermanas de San José de la Aparición iniciaran en 1840 en la Medina de Túnez una escuela para niñas francesas e italianas, con la condición de que comenzaran otra en 1843 en La Marsa para niñas tunecinas de la élite. Y así fue cómo, con el viento a favor de una mayoría de la población, el 20 de marzo de 1956 el presidente Habib Bourguiba introdujo el Código del Estatuto Personal (CEP), promulgado el 13 de agosto por Lamine Bey, el último de los beys (en julio de 1957 se proclamaría la República). El CEP establecía la igualdad de género, prohibía la poligamia y los matrimonios no consentidos, y permitía también a la mujer pedir el divorcio. “Las mujeres tunecinas tienen más libertad y son más libres que nuestras palestinas cristianas”, me confesaba hace algún tiempo un amigo palestino. En recuerdo de la promulgación del CEP, Túnez celebra cada 13 de agosto el “Día de la Mujer”.

Desde entonces las mujeres tunecinas no han perdido ni en libertades ni en visibilidad, aunque ahora muchas, por razones religiosas o identitarias, hayan vuelto a ponerse el velo que había estado mal visto en los primeros años de la dictadura de Ben Alí. Y han sido también muchas, especialmente en los ambientes laicos y liberales, las que en estos últimos años han pedido con insistencia que se aplique totalmente la igualdad de género consagrada por la constitución y que las mujeres puedan heredar lo mismo que los hombres, y no la mitad, como actualmente según la tradición musulmana. Aún no lo han conseguido.

En 2017, el presidente Beji Caid Essebsi (fallecido el pasado julio) instituyó una Comisión para las Libertades Individuales y la Igualdad. Y en 2018, con ocasión del Día de la Mujer, prometió pedir a su gobierno que propusiera una ley en favor de la igualdad de género en la herencia. Se basaba para ello en el artículo 21 de la Constitución: “Los ciudadanos y las ciudadanas son iguales ante la Ley sin que haya discriminación alguna”. ¡Más claro, agua! Pero igualmente de claro es el Corán: “Al varón corresponde una parte igual a la de dos hembras” (IV, 176). De ahí la oposición de muchos tunecinos, incluyendo a los islamistas de Ennahda que en ese momento gobernaban en coalición con los laicos del partido de Essebsi. A pesar de todo, el gobierno llevó el proyecto de ley al parlamento en noviembre de 2018. Allí está todavía, “olvidado”, y nadie sabe hasta cuándo.

Quienes se oponen al nuevo proyecto de ley aducen argumentos históricos y prácticos. Ya antes de la llegada del Islam, la costumbre dictaba que la mujer no heredara, o que heredara menos que el hombre. Tal es aún el caso en algunas zonas del norte de Egipto y de la Cabilia argelina. Todavía en Marruecos, la “herencia ta`sib” exige que la heredera sin hermanos comparta la herencia con otros varones de su familia más alejados. Y puesto que al varón se le exige ser el padre de familia y responsable económico de ésta, las mujeres jordanas, incluidas las cristianas, se ven presionadas para renunciar a la herencia en favor de sus hermanos. En todos estos casos, aducen los conservadores, a la mujer le conviene que se aplique estrictamente la sharia y pueda recibir una parte, aunque sólo sea la mitad de la de su hermano. Escribiendo en MEO en agosto de este año, Akram Belkaïd citaba a un conocido intelectual tunecino que prefería conservar el anonimato para no tener problemas conyugales: “Mi mujer no quiere que de lo mismo a mi hijo que a las dos hijas. Piensa que de hacerlo, estaría robándole a ‘su’ hijo. Piensa que en cambio las hijas podrán contar con sus maridos”. ¿Será siempre así?

En realidad, además de cuestionar la familia patriarcal, el problema de la herencia tiene mucho que ver con la lectura y la interpretación que se hagan del Corán. Para prohibir la poligamia Burguiba se inspiró en la interpretación progresiva del reformista Tahar Haddad (1899-1935), criticado todavía hoy por los pensadores ortodoxos y los islamistas. Pero meterse con la herencia hubiera sido contradecir peligrosamente la literalidad del libro sagrado. Así lo han entendido los expertos de la universidad Al-Azhar, la más prestigiosa del mundo sunita, que consideran que la proposición de ley tunecina constituye una “violación flagrante de los preceptos del Islam”. Y aunque ya hay algunos intelectuales musulmanes en el Magreb y en Europa cuya interpretación del Corán se asemeja a la que hacen de la Biblia muchos (¡no todos!) cristianos contemporáneos (“la Biblia nos inspira hacia adelante, sin encadenarnos en el pasado”), su influencia es todavía escasa entre la mayoría musulmana. Y en esa mayoría están los parlamentarios tunecinos que prefieren que el proyecto de ley impulsado por Essebsi siga almacenando polvo.

aswat_nissa_facebook.jpgLas mujeres del Magreb (y también el Oriente Medio) saben que la igualdad en la herencia tardará en llegar, y prosiguen su lucha de manera indirecta, atacando otras costumbres y tabús que las perjudicaban y que nadie quiere sacar a la luz. En Túnez, este mes de diciembre ha comenzado con nutridas manifestaciones de #EnaZeda (#MeToo). Se iniciaron cuando un parlamentario fue fotografiado masturbándose en su coche (él alude que es diabético y estaba orinando en una botella), para convertirse luego en protesta contra la pedofilia y el incesto, mucho más abundante de lo que las familias quieren admitir. BBC News menciona la creación de Aswaat Nisaa @AswatNissa (Voces de las Mujeres), una ONG que ayuda a las víctimas en un grupo cerrado de Facebook que tiene ya 25.000 miembros y miles de demandas en espera de ser aceptadas.

Recojo también otra noticia de la BBC del pasado 29 de noviembre. En Egipto, una cristiana copta, Huda Nasrallah, ha ganado en los tribunales la batalla por una herencia igual a la de sus hermanos. En cuestiones de herencia, en Egipto se aplica la sharia a todos, cualquiera que sea su religión. Si esta sentencia crea precedente, si los cristianos beneficiarios de la herencia se ponen de acuerdo, ésta se dividirá en partes iguales. De lo contrario, se aplicará la sharia actual.

Ramón Echeverría

Fuente imagen: Aswat Nissa facebook

[Fundación Sur]


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Autor

  • Echeverría Mancho, José Ramón

    Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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