Todavía da miedo la Masonería

27/02/2018 | Opinión

Habrían coincidido el 2 y 3 de enero en Dakar, capital senegalesa. Por una parte una decena de presidentes Áfricanos presididos por el senegalés Macky Sall y el francés Emmanuel Macron, reunidos para la tercera conferencia de la “Alianza Mundial por la Educación”. Y por otra parte unos 600 « hermanos » francmasones que iban a celebrar en el hotel King Fahd Palace la 26ª edición de sus Encuentros humanistas y fraternos Áfricanos y malgaches (REHFRAM). El tema previsto para esta edición era “Qué modelo económico y social para el progreso de nuestras sociedades: Libertades, Educación y Gobernanza”. Las ediciones anteriores habían tenido lugar en Antananarivo, Madagascar (2017), Duala, Camerún (2016) y Lomé, Togo, 2015.

masones-ghana.jpgEl primer evento, el de Macron y Sall, fue un gran éxito, puesto que los participantes, entre los que también se encontraban donantes y proveedores de fondos, se comprometieron a invertir en África 3.000 millones de dólares en educación durante los próximos tres años. En cambio la dirección del King Fahd tuvo que anular el encuentro de los francmasones tras las presiones y amenazas de asociaciones musulmanas y redes sociales locales.

La masonería llegó a África con la colonización. En 1904 masones británicos abrieron la primera logia de África Oriental en la isla de Zanzíbar. Nairobi, centro ferroviario de la línea que uniría Mombasa con Kampala, fue fundada en 1899. Allí nació en 1905 la logia “Harmony”. Y la de Entebbe (Uganda), “Logia Victoria Nyanza”, en 1911. En África Occidental francófona, el Gran Oriente de Francia fundó la primera logia en 1781 en Saint-Louis (Senegal). Con algunas excepciones (como la del emir Abdelkader que fue recibido por el Gran Oriente de Francia como reconocimiento a su defensa de los cristianos de Damasco en 1860) la entrada numerosa de Áfricanos en las logias comenzó sólo con las independencias. Según The Economist, de los más o menos tres millones de francmasones que hay en el mundo, unos 10.000 son hoy africanos, con logias en las mayoría de los países del continente.

Y como con las religiones, junto a los ideales masónicos de humanismo, progreso y fraternidad, llegaron también las divisiones, el elitismo, el clientelismo y esa especie de secretismo que tanta desconfianza había generado ya en Europa. En África Oriental se enfrentaban los masones escoceses con los irlandeses e ingleses. Y El Gran Oriente, la Gran Logia de Francia y la Gran Logia Femenina de Francia entre otras, se disputaban la presencia en África francófona. Tras las independencias los masones fueron acusados de oportunismo, nepotismo, de buscar el poder político o de ir contra la religión, y se los persiguió en Costa de Marfil, Benín y Madagascar. A menudo se les acusaba de estar al servicio de las logias europeas.

“Líderes africanos masones: el eurocentrismo de las órdenes pseudo militares que gobiernan África, cómo los francmasones controlan África al servicio de sus señores masones”, escribían Mike Akpan, Anthony Akaeze y Andrew Airahuobhor en la revista del movimiento rastafari “Rasta Livewire”, el 17 de septiembre de 2009. Y es que las antiguas acusaciones siguen vigentes y han tenido mucho que ver en el caso de la anulación del encuentro de febrero en Dakar. Un comunicado de la plataforma “Juntos, protejamos nuestros valores”, que agrupaba unas sesenta asociaciones musulmanas senegalesas declaraba que “esas congregaciones ocultas trabajan insidiosamente. Con el pretexto de proteger la libertad, promocionan esa nueva forma de infanticidio que es el aborto y hacen apología de las uniones contra-natura como la del matrimonio homosexual”. En las redes sociales sin embargo se atacaba a las logias sobre todo por considerarlas defensoras, si no cómplices, de numerosos políticos Áfricanos corruptos.

masones-ghana-2.jpgLos políticos masones no son tan numerosos como lo pretende la rumorología. Pero fuentes serias y contrastadas indican que entre los presidentes Áfricanos francófonos son francmasones: Alpha Condé (Guinea), Idriss Déby (Chad), Denis Sassou Nguesso (República Popular del Congo), Faure Gnassingbé Eyadéma (Togo) y Ali Bongo Ondimba (Gabón). También lo es Amadou Toumani Touré, que fue dos veces presidente de Malí. En cambio, el senegalés Macky Sall, que junto a Emmanuel Macron presidió la tercera conferencia de la “Alianza Mundial por la Educación”, afirmó, respondiendo a un artículo aparecido en 2013 en Jeune Afrique, que él “nunca había sido francmasón, ni lo era ni pensaba serlo en el futuro”.

Tras la anulación de la 26ª edición de los REHFRAM, el Gran Oriente de Francia ha reaccionado duramente, acusando a “fuerzas oscurantistas” que pretenden hablar en nombre del pueblo senegalés. “No cederemos a la intimidación ni a las mentiras y amenazas. Continuaremos llevando a África, como a los otros continentes, el mensaje de una francmasonería de progreso, libre de dogmas, que permite la creación de una humanidad mejor y más ilustrada”.

Me ha llamado la atención algo que no aparece en los comentarios que he leído acerca del incidente de Dakar. Lo pongo en relación con lo observado en Ghana a mediados de los años 1980; la inculturación espontánea de algunas asociaciones católicas de origen americano, como la “Orden de Caballeros de San Juan”. Reclutaban miembros entre los abogados, médicos, profesores y funcionarios de clase media. Los vi desfilar uniformados, trajeadas también ellas a la europea, y presentar la bandera ante las autoridades religiosas. Un observador superficial los habría considerado como “africanos europeizados”. Pero en realidad, las relaciones en el interior de la Orden, las ayudas mutuas, sus objetivos y metodología no podían ser más africanas… Los caballeros de San Juan se habían inculturizado, de la misma manera que lo estaban haciendo las iglesias cristianas y, siglos antes, los conversos musulmanes.

¿Se están inculturizando también los francmasones africanos? Sin duda. Y de ahí los temas, todos relacionados con la problemática africana, escogidos para los encuentros por la «Conferencia de Potencias Masónicas Africanas y Malgaches” (CPMAM), encargada de seleccionarlos. Esa inculturación es muy evidente en algunos países como Ghana: 29 logias, muchas con sus páginas web en las que aparecen proyectos, reuniones, ideales, festividades… y tantas fotografías con gente joven. En Senegal sólo hay tres logias. Y al parecer se las sigue considerando “extranjeras”.

Ramón Echeverría

[Fundación Sur]


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Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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