Aún no se ha hundido el pequeño país árabe, musulmán y mediterráneo, cuya “Revolución de los Jazmines” inició en 2011 lo que parecía una marcha árabe hacia la democracia. Aunque enferma, la democracia sigue viva, y nunca se han dado fraudes importantes en las elecciones que han tenido lugar desde 2011. La última ha sido la del pasado 17 de diciembre, primera tanda de las elecciones al parlamento, bastante peculiares porque han tenido que cumplir con la nueva constitución aprobada en referéndum el 25 de julio de 2022. Vincent Geisser, del Instituto de Investigación y Estudios sobre los Mundos Árabe y Musulmán (IREMAM – CNRS), explicaba algunos días antes: “El del presidente Kais Saïed es un proyecto hiperpresidencialista y autoritario, pero del que también forma parte un proyecto constitucional destinado a establecer un vínculo directo entre él y el pueblo. Estas elecciones son parte de este proyecto porque consagrarán el debilitamiento oficial de la Cámara de Representantes del Pueblo”. La participación apenas superó el 11 %, algo unánimemente considerado como un varapalo popular al presidente Kaïs Saïed. Con todo, importante detalle democrático, el ISIE (Instancia Superior Independiente para las Elecciones) no ha escondido ni maquillado los resultados.
Honrado y apreciado profesor de Derecho Constitucional, sin el respaldo de ningún partido, prometiendo luchar contra la corrupción y la ineficacia de los políticos, con un apoyo importante entre los jóvenes, Kaïs Saïed venció en las elecciones presidenciales de octubre de 2019, en las que se dio una participación del 56’8% en la segunda ronda. Pero como otros intelectuales populistas de otros países, también el buen “profesor” ha resultado ser un mal gestor, especialmente en el terreno que más preocupa a los tunecinos, el de la economía. Y sus proyectos constitucionales, muy participativos sobre el papel, han resultado inoperantes y poco acordes con la compleja realidad social, cultural y política del país. “¿Vive Kaïs Saïed en el mismo país que nosotros?”, se preguntaba Imed Bahri, escribiendo en Kapitalis el pasado 27 de diciembre. Ya en las legislativas del mismo octubre de 2019, la participación descendió quince puntos, hasta el 41’7 %. En el referéndum sobre la nueva Constitución (25 de julio 2022) la participación cayó al 27’54 %, pero fue aprobada por el 92 % de los votantes (el pequeño núcleo con mayoría de jóvenes que sigue creyendo en el proyecto de Kaïs Saïed). Y a penas ha superado el 11% en las recientes elecciones legislativas, en las que hasta los mismos jóvenes han comenzado a dudar. Y es que, en paralelo, el descontento popular ha ido en aumento. “Kaïs I, Presidente de un barco borracho: Crónicas en torno a un personaje extraordinario”, fue el título del libro publicado por el periodista Nizar Bahloul a finales de 2020. “¿Es la UGTT [el histórico sindicato tunecino] la primera fuera de oposición a Kaïs Saïed?”, se preguntó Frida Dahmani en Jeune Afrique el 7 de diciembre de 2021, intuyendo así en qué dirección iba a evolucionar la posición de la UGTT, que en junio de 2022 decidió abandonar su diálogo con Kaïs Saïed y amenazó con una huelga general en el sector público. La misma Frida Dahmani resumía así el 12 de octubre de 2022: “La escasez de gasolina alimenta la cólera. Tras el azúcar, el harina, la leche, la mantequilla y el agua mineral, Túnez ha estado padeciendo durante varios días escasez de combustible. Las autoridades culpan al contexto global, pero muchos ciudadanos señalan graves errores de gestión”. Miles de panaderos fueron a la huelga el pasado 7 de diciembre. Una semana más tarde los media tunecinos se enteraron de que el FMI, dado que el gobierno tunecino no había presentado su parte del proyecto, había aplazado “sine die” las conversaciones sobre un crédito de 2.000 millones de dólares estadounidenses, que habría permitido al gobierno cerrar los presupuestos para 2023 y buscar más créditos en otros lugares. El gobierno ha reaccionado presentando un plan para 2023-2025 en el que, según el ministro de Economía, Samir Saïed, “se favorece un nuevo modelo de desarrollo”. Un plan “falto de visión económica”, según Walid Ben Salah, presidente del orden de expertos contables. “Un gobierno endeudado quisiera poder contar con las inversiones privadas”, explicó TV5Monde. “Aumentan los impuestos y disminuyen las prestaciones”, acusó la calle. El 3 de enero una huelga general de transportes, que la UGTT amenaza con repetir el 25 y 26 de enero, paralizó el país. Ese mismo día numerosos políticos denunciaron que se sentían perseguidos por el gobierno. Dos días más tarde, los abogados, en lo que llamaron “Jueves negro”, protestaron ante el Ministerio de Justicia contra la subida de la TVA de los servicios jurídicos.
¿Hacia una solución? Con el realismo que le caracteriza, el pasado 20 de diciembre la UGTT pidió a Kaïs Saïed que salga de su burbuja y dialogue, y a la sociedad civil que no se quede encerrada en su silencio. Durante la manifestación del “Jueves Negro”, Hatem Mziou, presidente de los abogados, declaró que éstos continuarán su “lucha contra la erosión democrática”, y que, para salir de la crisis, pronto será presentada al presidente de la República una iniciativa de diálogo nacional, en la que están participando Nouredine Taboubi (Secretario General de la UGTT) y Bassem Trifi (Presidente de la Liga Tunecina de los Derechos Humanos, LTDH). Hatem Mziou no mencionó (¿Por olvido? ¿Porque la partición de los empresarios suele llevar un poco más de tiempo?) a Nouredine Taboubi, presidente de la Unión Tunecina de la Industria, el Comercio y la Artesanía (UTICA) que junto con el Secretario General de la UGTT se habían reunido el 1 de enero con la primera ministra, Najla Bouden.
Estamos pues de nuevo ante el “Cuarteto” que obtuvo en 2015 el Nobel dela Paz por su labor en la solución de la crisis de 2013. Fue también entonces un cierto populismo ideológico, el del partido islamista Ennahda, que había vencido en las elecciones pero que, por sus divisiones internas, no supo gestionar su triunfo de manera suficientemente democrática, lo que condujo a la crisis que puso en jaque la recién estrenada democracia. Entonces como ahora, las iniciativas de la UGTT están dando resultado. Pero ahora no es entonces. Es de mal augurio el que el jueves pasado 5 de enero, Kaïs Saied, recibiendo al ministro del Interior, Taoufik Charfeddine, y al director general de la Seguridad Nacional, Mourad Saïdan, acusara a los partidos políticos de querer sabotear la segunda ronda de las elecciones prevista para febrero o marzo. Los acusó igualmente de recibir dinero del extranjero para aprovecharse de la crisis y desestabilizar al país. “Nunca segundas partes fueron buenas”, dice el refrán. Esperemos que se equivoque
Ramón Echeverría
[CIDAF-UCM]