Testimonio de un jesuita español en Goma (R.D. Congo) III

9/12/2008 | Crónicas y reportajes

A pesar de que «hace ya unos días que el interés informativo en los medios de comunicación por este rincón del mundo (¡está en el centro del globo terráqueo!) ha disminuido mucho», el conflicto real se mantiene en la región del Kivu, en el Este de la República Democrático del Congo. Aún así, sus habitantes, los habituales y los miles de desplazados que viven en los campos tratan de reponerse. Por ejemplo, el pasado lunes 24 de noviembre volvieron a abrirse las escuelas de la localidad de Rutshuru, aunque realidad la reapertura fue un fracaso.

Así nos lo cuenta el jesuita español Juanjo Aguado que lleva desde el mes de agosto en Goma (República Democrática del Congo) a donde llegó para formar parte de una nueva comunidad del JRS, que iba a estar encargada de un proyecto de educación en Rutshuru. «La cacareada reapertura de los colegios ha sido un fracaso. El lunes, en el colegio al que fueron más niños se encontraron con 5, en otras 1 ó 2, en casi todas, ninguno. ¿Por qué? La gente todavía tiene miedo, mucho miedo. Aunque no se han vuelto a repetir sucesos tan tristes como la masacre del 5 de noviembre (…) los padres expresan el miedo a que sus hijos sean reclutados por la fuerza o que las niñas sean utilizadas como sirvientas o violadas. Ha pasado en los últimos años a gran escala, y sigue pasando por desgracia ahora (…) la gente vive todavía como en tierra ‘extraña’, con desconfianza y angustia especialmente por las noches». Además, «algunas escuelas fueron utilizadas en las últimas semanas como campamentos militares» y en las escuelas del proyecto del JRS se han producido el robo de los libros que los alumnos compartían en clase y el robo en el despacho del director. Aún así, «se espera todavía que el próximo lunes los padres se animen a llevar a los niños a las escuelas, en cuanto lleguen distribuiremos el stock que ya tenemos en Rutshuru de cuadernos y bolígrafos para 3000 niños».

Por otro lado, en los últimos días Juanjo Aguado visitó el campo de desplazados de Kiwanja (localidad a 5 Km. de Rutshuru), con 6000 personas. Se encuentra a las puertas del cuartel de la MONUC (fuerzas de seguridad de la ONU) y así nos lo describe: «Los muros del cuartel son un simple alambre de espino enrollado que permiten a los militares indios ver en directo lo que pasa a su puerta y a los desplazados ver las buenas tiendas de campaña y la cantina de los militares. Del lado ‘civil’ o ‘congoleño’, las tiendas dejan mucho que desear. Se agolpan unas con otras intentando aprovechar al máximo el poco espacio de explanada frente a la base militar. Es el único lugar donde sienten una ‘mínima’ (muy muy mínima) seguridad. Se trata en su mayoría de los desplazados que estaban en los campos desmantelados el 1 de noviembre en torno a Rutshuru y Kiwanja. Pese a que las nuevas autoridades hacen todo lo posible para que se vayan y vuelvan a sus hogares, la situación en sus antiguos (para algunos más de 2 años) pueblos es de inseguridad absoluta pues se encuentran en la zona donde siguen los combates». En este campo, diversas ONGs han conseguido que se construyan letrinas nuevas, «pero no tienen agua y apenas nada de comida, porque como estos desplazados no son residentes reconocidos de Kiwanja, no pudieron aprovechara nada del reparto de comida que se hizo hace 2 semanas», explica este jesuita. Las ONGs están ahora gestionando con las nuevas autoridades el permiso para dar algo el próximo lunes, «pero es complicado porque consideran que si se les dan cosas, luego no querrán volver a sus casas».

Existe un comité de autogestión del campo que estuvo explicando a diversas ONGs la situación. «Nos contaron sus angustias y sus esperanzas. Entre las primeras, el miedo a la noche, con las indeseadas ‘visitas’ de los militares borrachos o malhumorados. Entre las segundas, las historias de reencuentros entre familiares que habían perdido el contacto tras la huída, o los 8 niños recién nacidos en el campo en estos días». El propio comité del campo de desplazados de Kiwanja (en la foto) es también un motivo de esperanza: «Es gente humilde y sencilla, que quiere volver a sus casas en lugar de tener que reparar cada día los palos que sostienen el plástico que les cubre. Gente solidaria y asustada. Gente que disfruta de la conversación y que no se regodea en las desgracias, sino que busca siempre indicios para la esperanza…»Este es parte del trabajo que está realizando el JRS en la República Democrática del Congo, siguiendo sus verbos-guía: «acompañar, servir y defender».

(Jesuit Refugee Service, JRS, 03 Dec 2008)

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster