Testículos salados, por Rafael Muñoz Abad

11/01/2016 | Bitácora africana

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Apuntaban los capellanes y maestros irlandeses en el Cono Sur de los Pinochet y Videla, que los niños debían jugar al rugby para aprender la vacía recompensa del esfuerzo silencioso a cambio de nada y que el fútbol era un deporte de divos con escaso aprendizaje de cara a la vida. Hablar de colegios privados para los blancos en la Sudáfrica del apartheid no tenía mucho sentido pues las mejores instalaciones estaban destinadas a los niños rubios y las chapas de uralita a los coloureds y negros. Una más de las muchas trincheras sociales de un país esperpéntico.

En lengua inglesa y a las faldas de la granítica mole del Table Mountain, Bishops ha representado la enseñanza más liberal y mixta para la educación de pago entre las clases pudientes de El Cabo. La otra opción siempre ha sido de marcado carácter conservador, impartida en afrikáans y en la órbita de la ideología segregacionista de los gobiernos blancos; caso de las rígidas aulas de Stellembosch, el Oxford de África.

En el claustro de Bishops se leía The Cape Times y en los otros Die Burger. Un poco como El País y el ABC. En Bishops se jugaba al cricket y en Stellembosch el rugby era venerado como uno de los tres pilares de la tribu afrikáner; los otros dos son el calvinismo y la familia.

Estudiar en un colegio pijo y que no te gustara el balón oval era estar condenado a soportar un calvario de abusos y burlas relacionadas con la carencia de masculinidad y, de alguna manera, así continua siendo. La vieja Sudáfrica aún goza de plena salud emocional. ¿Entonces, a qué jugaban los niños negros?; supongo que al fútbol y a correr delante de la policía…

Un partido entre británicos y bóers es la excusa para romperle la nariz y zurrarle a los souties o testículos salados. Apodo [despectivo] del afrikáner hacia el inglés acusándole de remilgado y de siempre haber vivido con un pie en Inglaterra y otro en África del sur. Tecnicismo de barra de bar que incluso la divina Charlize Theron ha usado refiriéndose a lo poco que soporta escuchar la lengua de Shakespeare. A ojos del inglés, el bóer es un barbudo sin modales al que no hubo más remedio que domar a tiros hace ya más de una centuria. Y es que incluso en la compleja Sudáfrica hay blancos y blancos.

CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL.

@Springbok1973

Autor

  • Muñoz Abad, Rafael

    Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

    @Springbok1973

    @CEAULL

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