Tengo DNI azul., por Rafael Muñoz Abad

17/04/2015 | Bitácora africana

Mi tío me habló de sus correrías saharianas cuando vestía los galones de las tropas nómadas en aquel sueño de oro que fue el Sahara español y de cómo aquella vida, a lomos de un dromedario o conduciendo un viejo Santana, te abría el alma y hacia que el tiempo se detuviese.

Los jueces estrella son habituales en la ventas españolas. Comadres, paletos y el bachiller, tomado por demente, completan el sainete. Ocho militares marroquíes, acusados de genocidio contra victimas de nacionalidad española, aparecen en el auto del juez Ruz. Algo va mal cuando la justicia es mediática. De cualquier forma, siempre acabo en la misma tesitura. El Hassan nos tiene agarrados por los… y ya sea en forma de pateras o licencias de pesca, sabe que teclas tocar. Nuestra cartera de exteriores, débil y llorona donde las haya, confunde diplomacia con servilismo y acabamos plegados a las muchas impertinencias alauitas. ¿Por qué?; ¿por qué somos tan indignos como país?; ¿por qué somos tan cobardes de no solucionar el asunto del Sahara ocupado y llamar a las cosas por su nombre? Guste o no y con el derecho internacional en la mano, aún somos la potencia administradora. Aquella Marcha verde escondió una invasión militar y una ola de atrocidades contra civiles; muchos de ellos más españoles que algunos que no deberían serlo.

Visitar Villa Cisneros es como regresar a El Médano hace una treintena de años. Las esquinas son urbanísticamente familiares y el ambiente estival. “…mira mi DNI azul…soy español…” me decía, al fresco de la noche, un saharaui de posibles en su local del Boulevard Mohammed V. Lo cierto es que cuando vas al Sahara y te enseñan el DNI se te cae la cara de vergüenza.

Marruecos hará caso omiso a la reclamación de la justicia española y les diré más. En breve tendremos otra avalancha en las verjas ceutíes y melillenses, más pateras y…alguna sorpresa. Rabat sabe de la cobardía e incapacidad de su vecino europeo más cercano y acabaremos pidiendo perdón por el accidente de nuestros montañeros en el Atlas y, por miedo, dando cerrazón periodística al auto del magistrado. ¿Cómo no vamos a tener lo que nos merecemos?

CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL.

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Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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