
«Nigeria: Dos personas asesinadas en una iglesia evangélica durante un servicio retransmitido en directo.» «Nigeria: nuevo secuestro de estudiantes en un colegio católico en el Centro» (La Croix, 19 y 21 de Noviembre 2025). ¿Sufren los cristianos persecución en Nigeria?
El pasado 30 de septiembre, en la cadena de televisión estadounidense HBO, Bill Maher, presentador político satírico, llamó la atención sobre la persecución de los cristianos en Nigeria, calificándola de “intento de genocidio”, y “violencia mayor que la de Gaza”. Refiriéndose al grupo Boko Haram, dijo: “Desde 2009 han matado a más de 100.000, y han quemado 18.000 iglesias”, cifras que han ido ganando terreno en las redes sociales. El 7 de octubre, Ted Cruz, conocido senador republicano, descendiente de canarios, escribió en X (¿utilizando las cifras de Maher?) que, «desde 2009, más de 50.000 cristianos en Nigeria han sido masacrados, y más de 18.000 iglesias y 2.000 escuelas cristianas han sido destruidas«. Y el 6 de noviembre, en un vídeo publicado en su red Truth Social, Donald Trump amenazó con atacar a Nigeria, –“entrar en ese país a tiros” –, si el gobierno seguía permitiendo el asesinato de cristianos.
Es, por desgracia, cierto, que muchos cristianos han sido asesinados en Nigeria. Y de ese tema ya se ocupó el CIDAF-UCM en “Perseguidos” (23 de enero de 2023). Pero nada hay más engañoso que las medias verdades, sobre todo cuando atañen a la religión o a la raza, y son utilizadas por los políticos para arrimar el ascua a su sardina. El que recientemente Donald Trump acusara a Sudáfrica de “genocidio contra los blancos” nos pone sobre aviso. ¿Serían las declaraciones de Maher, Cruz y Trump sobre los cristianos perseguidos en Nigeria “medias verdades” un tanto exageradas?
No sería el primer caso. En diciembre de 1991, el Frente Islámico de Salvación (FIS) venció en la primera vuelta de las elecciones parlamentarias de Argelia. Para evitar que el FIS llegara al poder, los militares suprimieron la segunda vuelta, lo que provocó una repuesta violenta por parte de grupos islamistas y el inicio de un conflicto armado entre éstos y el Estado. Unos cincuenta extranjeros fueron asesinados, muchos de ellos cristianos, entre los cuales 19 religiosos y religiosas. Algunos círculos europeos denunciaron entonces (¿interesadamente?) una persecución contra los cristianos. Era ésta una media verdad que obviaba el que, según cifras ofrecidas por el expresidente de Argelia Abdelaziz Bouteflika, también habían muerto unos 150.000 argelinos, todos musulmanes, (algunos académicos reducen esa cifra a la mitad). De hecho, terminado el conflicto, el gobierno argelino facilitó al máximo el que los 19 religiosos católicos asesinados entre 1994 y 1996, incluidos los monjes de Tibhirine y Mons. Pierre Claverie, obispo de Orán, “Los 19 Mártires de Argelia”, fueran beatificados en esa ciudad argelina el 8 de diciembre de 2018. En el mensaje del Papa leído en la ceremonia se dio las “gracias al Presidente de la República Democrática Popular de Argelia, el Sr. Abdelaziz Bouteflika, y a sus colaboradores, por facilitar la celebración” de la beatificación. Rara vez, especialmente en política, las medias verdades aclaran lo ocurrido. Y en el caso concreto de Argelia habría una tercera “media verdad”. Aún no se sabe a ciencia cierta quién organizó la masacre de los monjes de Tibhirine. Y aunque el Grupo Islámico Armado (GIA) se atribuyó la responsabilidad del secuestro y asesinato de los monjes, varias teorías serias sugieren que podrían haber estado involucrados los servicios secretos argelinos.
Cuando se trata de aclarar la violencia en Nigeria, coexisten varias “medias verdades”. Es una realidad que sus 230 millones de habitantes están divididos entre un Norte mayoritariamente musulmán y un Sur mayoritariamente cristiano. Pero son tres crisis de seguridad diferentes a las que se enfrenta al mismo tiempo el país. La primera, la de los grupos yihadistas, de los que Boko Haram es el más conocido y activo, y entre cuyas víctimas se encuentran tanto musulmanes como cristianos. Está en segundo lugar la del bandidismo, con numerosos grupos armados que se dedican a cometer robos, extorsiones, secuestros y asesinatos (a veces con fondo político). Está, finalmente, el conflicto entre grupos de pastores, en general fulani, musulmanes, y agricultores, muchos de ellos cristianos o animistas, por el uso de la tierra y el respeto de las costumbres e identidades tradicionales. Y para complicar más las cosas, está la memoria histórica: fueron los fulani, liderados por Usman dan Fodio quienes fundaron el Califato de Sokoto en 1804, tras una yihad contra los reinos Hausa. Con todas estas crisis, a menudo entrelazadas, ocurre que musulmanes asesinen a cristianos. Pero también que musulmanes (y cristianos) maten a musulmanes. El Armed Conflict Location & Event Data (ACLED), un monitor estadounidense, estima que desde 2020 los grupos armados han atacado a civiles en unas 12.000 ocasiones, lo que ha provocado casi 21.000 muertes. Sin embargo, calcula que ha habido menos de 400 casos en los que se atacó a cristianos debido a su fe, con menos de 500 muertes reportadas en estas ocasiones. Massad Boulos, asesor de Trump para África, dijo en octubre que “personas de todas las religiones y de todas las tribus están muriendo” en Nigeria.
Respondiendo el mismo día 6 a las declaraciones del presidente estadounidense, Bola Tinubu, presidente de Nigeria, insistió en que las caracterizaciones pregonadas por las autoridades norteamericanas “no reflejan la realidad nacional”, y que “la libertad religiosa y la tolerancia han sido un principio fundamental de nuestra identidad colectiva”. Bola Tinubu es musulmán, y está casado con Oluremi Tinubu, antigua senadora y, desde 2018, pastor en la Iglesia Cristiana Redimida de Dios (iglesia pentecostal fundada en 1952 por el Rvdo. Josiah Akindayomi). “Estamos sorprendidos de que el presidente Trump esté considerando una invasión de nuestro país”, declaró ese mismo día a la CNN un portavoz de la Presidencia nigeriana.
Invasión o no, está claro que las declaraciones de Donald Trump han despertado, –o eso se espera–, a las autoridades nigerianas de su ineficaz y prolongado letargo ante la necesaria lucha contra la violencia, no sólo la anticristiana. Aunque también es verdad que John McDermott, corresponsal jefe para África en The Economist, tenía razón cuando escribía el 4 de noviembre en su “Analysing Africa”: “La reacción llamando a la acción en Nigeria, me ha hecho pensar: ¿`Y si el Señor Trump dedicase un poco de su atención a Sudan?”.
Ramón Echeverría


