Tatooine, por Rafael Muñoz Abad

14/01/2016 | Bitácora africana

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Subido a la ola del estreno de Star Wars asaltan mi mente delirantes similitudes entre las tierras africanas y sus designios sibilinamente manejados desde Londres o París. A la par, nos hemos topado con que nuestro diminuto reducto de seguridad tal vez no lo sea tanto. La colaboradora del Estado islámico detenida en Canarias, noticia que
personalmente no me sobresalta ya que desde este asomadero se viene anunciando la globalidad del enemigo y el poco celo que prestamos a la situación, hace fehaciente la universalidad del problema.

Entre Casablanca y Kabul hay una corriente vestida bajo un pensamiento comúny altamente permeable. Ideología que la era digital ha vuelto instantánea. Transfronteriza y sólidamente vertebrada en lo cultural, se vuelve impermeable a las agencias de seguridad occidentales. Razón por la que aliados periféricamente emocionales pero cercanos en lo físico, caso de Egipto, Marruecos y una Argelia estable, son fundamentales para frenar la metástasis del integrismo.

Después está Libia, que es como Tatooine; el borde exterior del mundo civilizado que vendría a ser la vieja Europa. Bruselas es una cincuentona que ya ha perdido su parisina cintura de aquel mayo del 68 y su discurso moral hace aguas. Se celebra una cumbre en Roma sobre la deriva libia y se extrae este titular: “apoyamos al pueblo libio unido y su transición hacia una democracia…” ¿Realmente sabe [esta] gente algo ya no de Libia, si no del mundo árabe? Sin citar a Túnez, jamás habrá una sociedad civil en los estados musulmanes como nosotros la entendemos pues no hay
disociación entre religión y política. La Sharia es fuente de ley; todo queda dicho. Citando al sabio arabista Serafín Fanjul, el musulmán se mofa de la etiqueta islam moderado que hemos inventado.

Libia es un país estructurado en tribus cuyas costumbres y raíces se hunden en los beduinos del Sahara profundo. Gnosis que ya advirtieron los romanos y aceptaron sus dos provincias de Cirenaica y Tripolitana; rivalidad viva que a raíz del
derrocamiento de Gadafi ha cristalizado en un estado cuasi fallido y trufado de facciones extremistas en el retrete de Europa. A ver si nos vamos enterando del tema…

CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL.

@Springbok1973

Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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