También en Sudáfrica hay tigres, por Ramón Echeverría

1/02/2023 | Bitácora africana

tigre_felino_cc0.jpgHace algún tiempo pregunté a un amigo taiwanés qué era lo que los chinos no comían. “Nada. Comemos de todo”, me respondió. Y ahora que hemos entrado en el Año Nuevo chino del Conejo de agua (emblema de la longevidad) y ha terminado el del Tigre (símbolo del poder en la astrología china), he sonreído leyendo la noticia publicada por Noticas de Navarra, un periódico local. En el zoo Linfen de la provincia china de Shanxi (al norte del país y al oeste de la capital, Pekín), quisieron escenificar la transición juntando sobre una mesa a un conejo y a un tigre que, pese a ser pequeño, era bastante más grande que el conejo. Cuando los trabajadores del zoológico los posaron sobre la mesa sucedió lo inevitable: el tigre se abalanzó sobre el conejo, al que probablemente vio como una presa con la que llenarse el estómago. También me han venido a la mente dos textos leídos recientemente. Uno es de Kieran Harkin, de Four Paws International, una organización mundial de bienestar animal con sede en Viena, subido en : “El Año Nuevo Chino nos recuerda la necesidad de luchar contra el comercio ilegal de tigres”. El otro texto exalta la calidad de una marca de “vino de hueso de tigre”. El componente principal de ese vino, mencionado ya en textos chinos de hace más de quinientos años, son los huesos de tigre, triturados y macerados en un licor de arroz. Con un kilo de huesos se obtiene unos 15 litros de vino. Su precio aumenta según el período de envejecimiento. El vino en cuestión es el “Tong Ren Tang Hu Gu Jiu-Tiger Bone Liqueur”: “El vino de hueso de tigre (Hu Gu Jiu o Fu Gu Jiu) ha sido utilizado durante siglos por los practicantes de artes marciales, así como por médicos chinos. En la fórmula tradicional se utilizaba hueso de tigres. Hoy, con el peligro de extinción de las especies de tigres, los huesos se sustituyen con hierbas que tienen el mismo efecto”. A nivel internacional, el comercio de especies en peligro de extinción está prohibido desde 1987. También en China desde 1993, año en que China se adhirió al Convenio sobre la Diversidad Biológica. No obstante, el vino confeccionado a la manera tradicional con hueso de tigre sigue vendiéndose más o menos abiertamente. Así por ejemplo, la Agencia de Investigación Ambiental (AIA), una ONG internacional fundada en 1984, publicó el 19 de abril de 2018 que un tribunal de Chancheng, provincia de Guangdong, había condenado a un individuo a cinco años de cárcel y una multa de 100.000 yuanes (alrededor de € 11.750) por vender vino de hueso de tigre. Pero hoy hay una importante novedad: los tigres salvajes están siendo sustituidos por tigres de criadero.

Parece que la primera “granja de tigres” (presentada como un zoológico) apareció en 1986 en el sur de China. Investigaciones realizadas en 2008 por varias ONG (AIA entre otras) encontraron en Guilin, en el suroeste de China, varias granjas desde las que se distribuía vino de hueso de tigre. Ese mismo año, investigadores encubiertos del Sunday Telegraph pudieron comprarlo en el centro de rescate del Parque de Vida Silvestre Qinhuangdao, en la provincia de Hebei, en el norte de China, así como en el parque safari Badaling, en Beijing. Además de China, hay actualmente criaderos de tigres en Tailandia, Laos, Vietnam y Sudáfrica, desde los que se exporta tigres vivos y donde también se comercian sus pieles, miembros y huesos. Se calcula que en 2018 había unos 8.000 tigres en criaderos, el doble que en estado salvaje.

El caso de Sudáfrica es peculiar. Al no haber tigres en África, los granjeros sudafricanos han tenido que importarlos. Se dice que hay cientos de tigres en las granjas, criados para ser vendidos como trofeos o exportados para ser utilizados en las medicinas tradicionales asiáticas (por ejemplo el “vino de huesos de tigre”). Las administraciones hacen la vista gorda, no mantienen registros y es imposible obtener cifras exactas. Además la exportación de tigres, o sus partes, comenzó al amparo de la exportación de otros felinos, leones en concreto. La entonces ministra de Agua y Asuntos Ambientales de Sudáfrica, Edna Molewa (fallecida en 2018), sugirió en enero de 2017 que se enviarían a Asia unos 800 esqueletos de leones criados en cautividad para ser utilizados como sustituto de los ingredientes tradicionales del tigre local. En cuanto a los tigres, “Hay numerosos parques turísticos en toda Sudáfrica”, escribe Kieran Harkin, “donde se puede interactuar con cachorros de tigre. Y cuando los animales se vuelven demasiado viejos para ser acariciados, a menudo se exportan vivos o se venden descuartizados”. En 2019, la Unidad de Protección de Vida Silvestre de la NSPCA de Sudáfrica encontró un congelador lleno de cachorros de león y tigre en una granja de Pienika en la Provincia del Noroeste. Siempre según Harkin, Sudáfrica sería hoy el primer exportador mundial de felinos, vivos o descuartizados. Según datos de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES), entre 2011 y 2020 se exportaron 359 tigres vivos de Sudáfrica a países como China, Vietnam y Tailandia, probablemente como reproductores en las «granjas de tigres» de esos países. Investigadores de Four Paws International afirman que esos mismos datos de CITES indican que en ese mismo período hay registrados 34 casos de exportación de partes de tigres, incluidos esqueletos y pieles. Así que en la actualidad también en Sudáfrica hay tigres

Nota bene. Muchos de los artículos que he leído para escribir estas líneas suenan a denuncia. ¿Fundada? ¿Infundada? Según las asociaciones animalistas sudafricanas no tiene sentido el que por una parte se castigue la caza y el comercio de los grandes felinos salvajes en peligro de extinción, y por otra se permita criar y comerciar esos mismos felinos en granjas. Es más, según esas mismas asociaciones, de las que en su artículo Kieran Harkin parece hacerse portavoz, permitir los criaderos de felinos haría aún más atractiva la caza de los felinos en estado salvaje. No hay felinos en estado salvaje donde yo vivo, pero sí conejos. Y no creo que el que criar conejos en granjas sea una incitación a cazar los pocos conejos que viven en libertad…

Ramón Echeverría

[CIDAF-UCM]

Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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