Tamayo, el teólogo que grita por la libertad y la dignidad del sur, por Cyprien Melibi Melibi

15/03/2024 | Blog Académico, Documentos R+JPIC

 

 

Introducción

En la vida de una persona hay encuentros que te elevan y te impulsan. Mi encuentro con el profesor Juan José TAMAYO ACOSTA durante mi primera estancia de estudios en España me permitió dar un paso gigantesco en mi trayectoria académica. El Profesor Tamayo mismo relata las azarosas circunstancias de nuestro encuentro en el prefacio de mi libro, que me hizo el honor de firmar[1].

No cabe duda de que Juan José Tamayo es uno de los pensadores más fructíferos de principios del siglo XXI en el campo de la teología de la liberación. Su notoriedad es transatlántica. La vanguardia de su pensamiento teológico sigue un eje particularmente luminoso, portado por un ideal emancipador, guiado a su vez por una insuperable trilogía evangélica que constituye la libertad, la igualdad y la fraternidad.

Tamayo se muestra, pues, como un pensador muy sensible al gran sufrimiento que, en lo largo de su historia, les ha tocado vivir a las “categorías de la humanidad del Sur”. Tamayo no duda en señalar al viejo mundo europeo para denunciar los sistemas de inhumanidad que muchas veces se han desarrollado en el seno mismo del lugar del que surgieron y tomaron forma los conceptos del humanismo y del universalismo moderno. El filósofo creyente Tamayo lamenta además que, en medio de esta faceta nocturna del humanismo abstracto, se profesaba una fe que bebía del ethos de las políticas de separación y de las filosofías de la segregación que eran todo, menos políticas del semejante.

Como intelectual, el profesor Tamayo tiene una capacidad de tratar los temas de modo holístico de forma que, escuchándole o leyendo sus obras, el oyente o el lector puede tener un conocimiento panorámico del asunto tratado. El profesor Tamayo nos enseña sobre todo una manera de hacer el trabajo intelectual de manera rigurosa. Nos da el gusto de discurrir de modo libre e inteligente sobre Dios para reforzar nuestra fe. Nos transmite una pasión y un amor del conocimiento teórico y especulativo. Esto ayuda uno a descubrir el principio de la acción católica: “ver – juzgar – actuar”. En mi caso personal, el modo de “hacer teología” del profesor Tamayo me ayudó a desarrollar mi sensibilidad hacia los más pobres y más débiles de mi sociedad. Puedo decir que fue él que me permitió convencerme que ya tenía que comprometerme por algo concreto y no ser un espectador ante el sufrimiento que está pasando mi pueblo en África. Por eso, en el año 2013, fundé una asociación en mi país cuya labor fundamental es el acompañamiento a niños y jóvenes de familias humildes con el fin de otorgarles oportunidades de estudios.  Desde entonces, esta labor se concreta cada curso con un apoyo en sus procesos de escolarización, por medio de becas, a alrededor de 50 niños y niñas.

Los cursos, charlas y conferencias con el profesor Tamayo fueron para mí un lugar único de estudio interdisciplinario, así como un laboratorio insustituible para iniciarme a la discusión crítica. Fue en estos “lugares no-institucionales” donde me enfrenté por primera vez al fructífero choque de la divergencia de ideas y de paradigmas. Nunca podría estar lo suficientemente agradecido por esta introducción a la crítica intransigente, absolutamente necesaria en la era intelectual actual. En mi opinión, las voces que llevan esta crítica deben ser apoyadas y protegidas para evitar que todos aquellos que se dedican al papel de intelectuales sean máquinas expendedoras de etiquetas para otros pensadores.

Hablando de la teología, fue con el profesor Tamayo que me he preparado a la idea de que la unidad de la búsqueda de la verdad sobre Dios que atraviesa y legitima irreductiblemente el proyecto de cualquier investigación teológica, nunca debe perder su precedencia frente a las contradicciones nacidas de la fragmentación de los caminos que conducen a esta búsqueda.

Me defino por lo tanto como un seguidor y fiel discípulo intelectual del teólogo Juan José Tamayo. En estas pocas páginas quisiera dar mi modesto testimonio de la experiencia de vida compartida con quien yo llamaría, sin riesgo de equivocarme: “El teólogo que grita por la libertad de los pueblos del Sur”. En un primer momento, hablaré del hombre Juan José Tamayo Acosta que conozco personalmente; en un segundo momento hablaré del impacto que Tamayo hizo en mí como docente y pensador; esto me llevara, en un tercer momento, a acercarle al otro maestro de pensamiento mío, Jean-Marc Ela.

I – Juan José Tamayo: un “hombre especial”

Nosotros africanos, a menudo, detenemos la atención sobre ciertos detalles sorprendentes para medir la humanidad de una persona. Voy a relatar algunos detalles un tanto anecdóticos que viví junto al profesor Tamayo que me hacen calificarlo como un “hombre especial”.

La primera anécdota fue cuando nos conocimos por primera vez en un curso de verano sobre “El Vaticano II, concilio del Diálogo, cincuenta años después”, que dirigía el Profesor Tamayo en el Palacio de la Magdalena de Santander en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP). Todo fue como muy anecdótico donde el azar y la lucidez intuitiva de un “maestro de vida” se juntaron. Como lo cuenta el mismo Profesor Tamayo hablando de mi participación activa en el curso:

“Sus frecuentes y muy pertinentes intervenciones dinamizaron el curso y elevaron el nivel de debate entre el profesorado y los participantes. Era siempre el primero en pedir la palabra para plantearnos lúcidos interrogantes con gran libertad y profundo respeto y dar su punto de vista. Y lo hacía siempre sin olvidar su origen, África, pero no la del tam-tam, sino la África colonizada, empobrecida, expoliada, olvidada, silenciada, religiosamente plural, con un cristianismo impuesto. Eran preguntas no retóricas, ni surgidas de un academicismo abstracto, sino que brotaban del dolor por el sufrimiento de sus hermanos y hermanas y de él mismo, de la indignación por tantas injusticias como Europa ha cometido y sigue cometiendo en ese continente.

Cada intervención de Cyprien caía en el aula como una sentencia llena de sabiduría y era toda una interpelación a nuestra cosmovisión occidental que impusimos a su continente, a nuestro modelo de cristianismo que impusimos a África con arrogancia porque le creíamos superior a sus tradiciones religiosas y espirituales, calificadas despectivamente como “animistas”, a nuestro estilo de vida instalado en el consumo, insensible a quienes no pueden satisfacer las necesidades básicas y mueren antes de tiempo.

(…) Gracias a sus intervenciones África estuvo muy presente a lo largo de los cinco días que duró el curso. Fue lo que me llevó a pedirle que pronunciara la ponencia de clausura sobre la recepción del Vaticano II en África bajo el título “El Concilio Vaticano II desde el Kilimanjaro” y fue todo un éxito. Desde entonces hemos mantenido una estrecha relación de amistad vital e intelectual”[2].

La secunda anécdota fue por razón de un encuentro de trabajo con el profesor Tamayo en su casa en Madrid. Efectivamente ese día, era miércoles, íbamos a encontrarnos inicialmente en la facultad de Getafe para una entrevista sobre el plan de un trabajo que tenía que hacer. El día anterior, el profesor me envió un mensaje diciendo que me iba a recibir en su casa para la sesión de trabajo. Me dio la dirección. Al día siguiente, a la hora acordada, llamaba a su puerta. Me hizo subir y me recibió en su casa. Me hizo sentar y, antes de la sesión de trabajo, tuvo la amabilidad de explicarme el motivo del cambio de lugar para nuestra reunión. Me dijo lo siguiente con mayor naturalidad: “Cyprien, te hice venir para que podamos trabajar aquí en casa porque, como soy abuelo, me toca cuidar al nieto esta mañana”. No puedo describir cómo esta frase resonó en mi cabeza de africano bantú, hasta hoy en día. Solo que, en el fondo de mi corazón, caí en admiración. Me quedé unos 10 minutos como aturdido por lo que acababa de escuchar. El que el mundo académico reconoce como el más gran teólogo europeo de la liberación de principios de siglo XXI estaba frente a mí, desempeñando asiduamente la tarea de “niñera” de su nieto. Y dentro de mí estaba extasiado: ¡qué humildad! Aquel día descubrí a un hombre tan simple que a veces me trataba como a un camarada.

El tercer acontecimiento anecdótico fue en la llamada “parroquia roja” de San Carlos Borromeo en Madrid por la ocasión de una mesa redonda donde participé como ponente junto a: una miembro de una asociación LGBT de Madrid, una investigadora española islamizada y casada con musulmán y un filósofo ateo. Cuando me llego la foto de aquella mesa redonda, al ver como estábamos sentados uno al lado del otro, personas con ideologías tan distintas, pude darme cuenta realmente de lo que es la tolerancia. Ese tipo de cumbre solo se puede cumplir bajo tutela de un gran maestro de la tolerancia intelectual e ideológica, de la libertad religiosa y de la libertad de expresión tal como el profesor Tamayo. Otro lugar, aquí en España, donde he comprobado ese tipo de encuentros de lo que yo llamo “la verdadera humanidad de hoy”, fue en torno al Padre Ángel García y su asociación Mensajeros de la Paz.

II – Tamayo: el docente y el pensador que me impactó

Se cuenta en la historia de san Agustín, con respecto a su conversión que al escuchar a san Ambrosio predicar, se dejó convertir porque había caído en admiración ante aquel obispo de Milán. “Su elocuencia cala en el corazón de muchos. Entre ellos, en el de un joven llamado Agustín, que sentirá la llamada a la conversión después de oír a Ambrosio”. Lo mismo que me pasó con el Profesor Tamayo.

Puedo decir, sin riesgo de equivocarme que es desde las enseñanzas del Profesor Tamayo que pude comprobar esta expresión del mismo san Agustín “cree para entender y entiende para creer”. No soy el único en este caso. Me acuerdo de que por el motivo del 5º aniversario de la muerte de Jean-Marc Ela, organicé una jornada homenaje en septiembre de 2013 en la casa Mundo Negro de Madrid. Todos los estudiantes africanos que participaron en aquella jornada recuerdan hasta hoy la relevante conferencia que pronunció el profesor Tamayo con el título: “La teología como grito”.

El Profesor Tamayo nos expuso la teología como grito a partir de tres tradiciones: la tradición bíblica, la tradición de los padres de la Iglesia y la tradición de algunos evangelizadores de América Latina y de África. Nos llamó mucho la atención en su exposición esta doble pregunta: ¿La teología como grito de qué? o ¿la teología como grito contra qué? Concluyendo su conferencia, el maestro Tamayo nos abrió la mente con la siguiente síntesis: “La teología es la reflexión crítica sobre la praxis histórica a la luz de la fe; y es el grito contra la injusticia, contra la pobreza y contra todo tipo de marginalización”. Fue con aquella conferencia que yo llegué a calificar al profesor Tamayo como “teólogo gritón” a favor de los pueblos silenciados, empobrecidos y marginalizados del banquete universal de las naciones. Fue también con aquella conferencia que la teología de Tamayo me convenció por ser verdaderamente una teología de la liberación universal. Nada sorprendente entonces que, unos años más tarde, el profesor publica: “Teleologías del Sur. El grito descolonizador”[3].

En mi modo de ver, la teología cristiana hoy en día, para pretender cumplir su misión universal, debe entenderse en una interacción fecunda de las distintas culturas. Hacer la teología como una ideología ciega no es para nada un modo de saber, es una manera que solamente hace avanzar hacia un desequilibrio de la humanidad. Las reflexiones teológicas ya no pueden detenerse en el pasado. Por eso, Tamayo dirige su mirada crítica en la actualidad y así, a través de sus numerosas aportaciones en prensa, conferencias, congresos, etc., él ayuda a sus lectores y oyentes a acercarse al mundo de la marginalización.

Personalmente, el Profesor Tamayo me ayudó a desarrollar reflexiones que permiten el despierto de las conciencias históricas de los pueblos africanos. En efecto, un pensador que no acepta el riesgo de ser criticado, contribuye nada más que a un lavaje de cerebros.  En el ámbito de la teología, se nota que el “ΕΥΑΓΓΕΛΙΟ”[4] es la palabra que menos escuchan algunos teólogos hoy en día porque pasan el tiempo para: o defender posiciones inamovibles, o atacar a aquellos que avanzan. Esa “talibanización” de las inteligencias es justamente la de que ha sufrido y sigue sufriendo muchos sectores de la “inteligentsia” africana. Se observa que los “imaginarios” de los pueblos negro-africanos siguen empapados por sistemas de pensar que no dicen nada de sus paradigmas fundamentales. Para mí, el verdadero subdesarrollo es cuando un pueblo se alimenta con falsos ideales.

En su libro, “Teologías del Sur” Tamayo pone a la luz todas esas teologías que hoy en día ayudan a los pueblos a liberarse de los falsos ideales. El promueve las “teologías emergentes, contrahegemónicas y creadoras de discursos alternativos que intentan responder a los grandes desafíos actuales: el colonialismo, el patriarcado, el racismo epistemológico, el capitalismo, la depredación de la naturaleza, la crisis de la democracia y los fundamentalismos. Estas teologías transitan, en actitud de búsqueda, por los caminos del diálogo intercultural, interreligioso, interétnico e interdisciplinar”[5]. Dice Tamayo: “se trata de una teología histórico-critica ubicada en el ancho mundo de la marginalización y la exclusión, (…) una teología con sensibilidad hacia la realidad sufriente de las mayorías populares y de la naturaleza (…) a la escucha del grito de los pobres y de la tierra”[6].

Un esfuerzo permanente en la teología de Tamayo es la incorporación de nuevos ejes de las ciencias humanas y sociales formulados en los ámbitos actuales de lucha de los hombres para su liberación. Esta presente también la necesidad de lectura de la historia de los pueblos oprimidos del Sur. Una autora nigeriana subraya muy bien esa necesidad de tomar en cuenta la historia real de los pueblos que luchan por su liberación. Ella llama a evitar “el peligro de una historia única”, falsificada y contada generalmente por los opresores[7].

Tamayo reconoce que el contacto con las teologías del Sur le ha enriquecido sobre varios aspectos (metodología, pedagogía) de su pensamiento. Por lo tanto, él está muy agradecido de todo lo adquirido en su experiencia intelectual y humana con las personas de América Latina, de África y de Asia. Por eso, la interculturalidad es uno de los pilares importantes en la teología de Juan José Tamayo. También, Tamayo exige el respecto de todas las tradiciones religiosas “sin prejuicios ni jerarquizaciones apriorísticas”, imprescindible para el diálogo interreligioso en nuestros tiempos. Con lo cual, Tamayo denuncia un cualquier intento de anatema en el ejercicio de la teología. Denuncia también una forma permanente de intolerancia que suele residir en el ámbito de la teología católica. Por desgracia, esa intolerancia está promovida por algunas de las mejores mentes de nuestra Iglesia. Sin embargo, la originalidad de la teología de Tamayo en su conjunto reside en su planteamiento pluridisciplinar. Su teología “intenta responder a los principales desafíos de nuestro tiempo en diálogo con las ciencias sociales, las ciencias de las religiones y los nuevos climas culturales del Norte y del Sur”.

III – Juan José Tamayo y Jean-Marc Ela, dos celadores de la liberación para los “pueblos de abajo»

La fe que fecunda la esperanza encuentra siempre la paciencia con la que la caridad celebra el pasado, enciende el presente y reinventa constantemente el futuro. En este sentido, la fe, bien entendida, no es ni puede ser asimilada a recetas doctrinales cuyo único fin es ayudar a quienes quedan atrapados en ella a escapar de los desafíos de la vida cotidiana.

En sus numerosas obras, Ela y Tamayo se definen como teólogos de la libración de la persona humana desde el ámbito de su existencia real. Ela y Tamayo están convencidos de una cosa: donde resuena auténticamente el Evangelio de Jesucristo, se crean sociedades y nacen hombres para vivir la dignidad humana de hijos de Dios. La desolación de estos dos teólogos es que la Iglesia, portadora del Evangelio, ya no es la madre que da a luz a los hombres y crea horizontes de esperanza. Esta iglesia que Cristo quiso que fuera hermosa ha caído en cautiverio en manos de bandoleros de toda clase.

La Iglesia, reflejando siempre la sociedad en donde evoluciona, Ela y Tamayo llaman a la Iglesia a hacer una experiencia de Dios en el corazón de la historia de nuestros tiempos, con sus retos y provocaciones; es decir, ser misionera y profeta de la compasión en un mundo injusto de hoy. Dice Ela: “esta misión únicamente tiene sentido si los cristianos se comprometen a liberar al hombre de su cautividad, cualquier que ésta sea. Tal opción no nace de un simple análisis de las realidades de nuestro mundo, de sus situaciones y de las estructuras que lo oprimen; procede, más profundamente, de lo que ‘el Espíritu dice a las Iglesias’ cuando estas se ponen a escuchar al hombre y se esfuerzan por entender los signos de los tiempos”[8]. Es la misma atención que llama Tamayo respecto a las religiones: “Si quieren tener significación histórica e intervenir en los procesos socioculturales de la humanidad con un mensaje ético liberador, (la religiones) deben estar atentas a las nuevas preguntas y a los nuevos desafíos y mirar al futuro sin olvidar, eso sí, su genealogía, pero sin intentar reproducir el pasado miméticamente, sino recreándolo y descubriendo las vetas de utopías ínsitas en la realidad histórica y los cambios de esperanza abiertos por los visionarios”[9].

Ela y Tamayo son teólogos libres que legitiman su misión por la fidelidad a la búsqueda del sentido que se debe establecer entre el crucificado del Gólgota y los hombres y mujeres de nuestros tiempos. Es curioso e interesante ver como la preocupación teológica de Jean-Marc Ela y de Juan José Tamayo coincide con la del papa Francisco. Para que los hombres y mujeres de nuestro tiempo se acerquen a la Iglesia, con sus nuevas y diversas problemáticas, el papa pidió al catecismo de la Iglesia Católica “que se esfuerza por presentar la fe como la respuesta verdaderamente significativa para la existencia humana en este momento histórico particular. No basta, por tanto, con encontrar un lenguaje nuevo para proclamar la fe de siempre; es necesario y urgente que, ante los nuevos retos y perspectivas que se abren para la humanidad, la Iglesia pueda expresar esas novedades del Evangelio de Cristo que se encuentran contenidas en la Palabra de Dios, pero aún no han visto la luz”[10].

Uno de los acercamientos a la reflexión teológica en las iglesias del Sur hoy es el análisis del hecho histórico que fue la colonización y su sistema paradigmático, el colonialismo, establecido hoy de forma global en el mundo. Ela y Tamayo tratan este tema con la misma visión crítica. Ela en su tiempo tuvo palabras durísimas para denunciar la ambigüedad entre la misión evangelizadora en África y la colonización. Ela establece claramente que las misiones fueron apoyadas por las autoridades coloniales: “gozan de muchas prerrogativas, adquieren enormes terrenos para la instalación de sus obras. Sin someterse directamente a lo que corresponde a la administración civil, las misiones ‘nacionales’ contribuyen sin embargo a poner su influencia al servicio de su país (…) El éxito de las misiones en el siglo XIX quizás no sea una cuestión de ‘milagro’: las estructuras de las misiones son un efecto del control del poder colonial en África”[11]. Además, antes de la colonización no podemos olvidar una de las tragedias de la historia de la humanidad a escala planetaria, como decía el obispo Pedro Casaldáliga: “En el nombre de un dios supuestamente blanco y colonizador, que las naciones cristianas han adorado como si fuese el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, millones de Negros vienen siendo sometidos, durante siglos, a la esclavitud, a la desesperación y a la muerte. En Brasil, en América, en la madre África, en el Mundo”[12].

Tamayo apunta la pervivencia del colonialismo y en neocolonialismo en las sociedades del Sur y llama contundentemente a un giro descolonizador movido por las distintas teologías de esas iglesias del Sur. Apoyándose sobre el análisis de una lúcida antropóloga contemporánea, Liliana Suarez Navas, Tamayo denuncia: “El colonialismo sigue vivo y activo en todos los campos incluso bajo formas más sutiles de dominación, si cabe. El colonialismo no es un periodo histórico superado, un fósil inerme. Es una semilla que aun da sus frutos reproduciendo una característica administración del pensamiento y sustentando un sistema de extracción de la mayoría de explotación del planeta”[13]. Sin embargo, observando lo que llama, un “giro descolonizador”, Tamayo se suma a los intelectuales de nuestro tiempo que invitan a “construirse el giro decolonial, que piensa la Modernidad como colonialidad del ser, del poder, del saber (racismo epistemológico) colonialidad sobre la naturaleza, económica y estética”[14].

Tan Ela como Tamayo, los dos llaman a los pueblos oprimidos a una resistencia y una rebeldía en todos los ámbitos. Sus teologías de la liberación se revelan muy parecidas y cercanas.

Ela señala que hay que tratar de mostrar que la Revelación de Dios en Jesucristo encuentra su pleno sentido en África cuando la Iglesia recuerda un Evangelio de liberación. Esto fue el objetivo principal de su reflexión. Una atención lúcida a los problemas de la liberación de los oprimidos obliga a repensar la forma de hacer teología cuando los teólogos africanos han tenido que reconocer que la opresión que sufre África no es sólo cultural, sino también política y económica[15]. Ela anota también los puntos donde la teología de la liberación en África debe liberarse ella misma de la teología muy conservadora que se ejerce en las iglesias africanas. La teología de la liberación africana tiene que liberarse: del exclusivismo del clero desvalorizando el laicado, del exclusivismo del magisterio despreciando a los teólogos y del exclusivismo masculino en desfavor de la mujer africana en la Iglesia[16].

Tamayo por su parte, desde sus inicios como teólogo, se vincula y defiende con ardor esa corriente de pensamiento reconocida hoy como “la primera gran corriente de pensamiento cristiano nacida fuera del Primer Mundo con señas de identidad propias. Es uno de los más significativos movimientos teológicos de la historia del cristianismo, donde vuelve a escucharse el grito de los pobres que claman y luchan por su liberación”[17]. Apoyando a esa teología y siendo uno de sus mejores difundidores, Tamayo se desmarca claramente de la teología euro-centrista. La teología de la liberación de Tamayo asume el llanto de los oprimidos de la sociedad que, organizándose como cristianos en comunidades de base, inventan métodos proféticos para vivir el Evangelio. Para Tamayo, las voces de los pobres también deben ser escuchadas en el desarrollo de la teología en su contribución para “Otro mundo posible”[18].

En definitiva, esos dos teólogos Ela y Tamayo, recuerdan a la cristiandad su responsabilidad contra la injusticia en un mundo que quiere hacerse sin Dios. Interpelan el privilegio y la credibilidad de la fe cristiana, ponen a prueba la caridad práctica de las religiones e iglesias cristianas.

Ela y Tamayo nos interpelan y nos ayudan pues a replantear visiones e ideas establecidas y consolidadas. Nos impulsan a representar nuestro presente y nuestro pasado y para quizás, contar mejor, nuestro futuro. Por eso, debemos gritar nuestra angustia sin perder la esperanza; cuestionar a Dios sin perder la confianza ni la paciencia. Es necesario dar testimonio con la audacia de la fe que libera al hombre para hacer brotar la vida.

Conclusión

En el escenario mundial actual, ya no se puede pensar el presente y el futuro sin los pueblos, ayer llamados “Tercer Mundo” y que nuestro autor llama con mucha razón “pueblos del Sur”. Todos los ámbitos del conocimiento y de la investigación hoy en día apuntan a que el futuro del mundo está en el Sur.

El campo de la investigación “teológica oficial” tarda en entrar en esta dinámica. Menos mal que haya, en nuestros tiempos, teólogos valientes, movidos por una lucidez profética que se atreven a señalar el grito de los pueblos oprimidos del Sur. Este es el caso de uno de los mejores teólogos de la liberación de principios del siglo XXI al que tengo el placer de conocer personalmente: Juan José Tamayo Acosta.

En estas pocas páginas, quise dar mi modesto testimonio y homenaje a “Juan José Tamayo, el teólogo que grita por la libertad del Sur”. Lo presenté en un primer momento como un hombre especial para mí, en un segundo momento como un docente y maestro que me impactó finalmente quise hacer un breve paralelo entre él y Jean-Marc Ela.

El pensamiento de Juan José Tamayo está configurado fundamentalmente por la diversidad, la interculturalidad y la inter-religiosidad. Como teólogo de la liberación, Tamayo es sin duda una de las voces audibles y mundialmente reconocida. Su origen europeo, español, no hay impedido a Tamayo ser reconocido claramente como un “pensador intelectualmente ciudadano del mundo”. La teología de la liberación de Tamayo es una teología de rebeldía, contrahegemónica y contra toda forma de imperialismo. Liberarse desde la fe cristiana, para Tamayo, es comprender que la libertad es el “sacramento de la existencia”, es sin trueque y sin compromisos posibles. La búsqueda por la libertad lleva en si misma una gran esperanza, una utopía. No puede construirse desde la renuncia de la propia existencia para confiarla a unos “geómetras de la salvación”.

Ahora bien: ¿Cómo fomentar en el mundo de hoy un cristianismo liberador capaz de suscitar un pensamiento profundo para crear el tiempo y ser ese tiempo? Ahí está la urgencia de los pueblos del Sur en busca de nuevas energías para una “segunda creación” que inventa un sentido de su existencia.

Evangelizar los pueblos del Sur hoy es hacerlos responsables en su propia alianza con el Crucificado. La fecundidad de esa evangelización liberadora se basa en esta pregunta: ¿Cómo dar vida a una existencia cuyo camino es un callejón sin salida? La fe en ese sentido no es un almacén de soluciones sino un santuario habitado por incertidumbres e inseguridades. Es cuando las religiones y las iglesias pueden hacerse compañeros de los pueblos oprimidos en sus pequeños pasos de liberación que el Evangelio se convertirá en fuente de agua viva.

La opinión general está acostumbrada a que sea el Norte el que decida sobre el Sur. Por ejemplo, que sean los europeos que digan cosas sensatas sobre África. Sin embargo, si como dicen los filósofos “el otro es el mejor mediador entre mí y yo mismo”; tal vez sea hora de que el Norte escuche lo que los pueblos del Sur piensan de ellos, así como su punto de vista de sobre ciertos acontecimientos que están viviendo.

Lo que hay que entender, pues, es esto: donde hay poder y sobre todo poder por derecho divino, pues es la humanidad la que se “desevangeliza”. El mensaje de Moisés es una negación formal del derecho divino. Así lo asume Tamayo en su teología en favor del Sur.

Cyprien Melibi Melibi

*Artículo publicado en un libro colectivo por la ocasión del homenaje al profesor Juan José Tamayo por su 75 aniversario: J. RECIO HUETOS & J. LÓPEZ DE GOICOECHEA ZABALA, Juan José Tamayo. Teología y praxis de liberación (Tirant Lo Blanch, 2024).

Notas:

[1] C. MELIBI MELIBI, Grito africano por el derecho a existir (Tirant lo Blanch, 2014).

[2] J.J. TAMAYO ACOSTA, Prefacio in C. MELIBI MELIBI, Op. Cit.

[3] J.J. TAMAYO ACOSTA, Teleologías del Sur. El grito descolonizador (Trotta, 2017).

[4] Escrita en mayúsculas se define como la “enseñanza de Jesús”.

[5] Portada del libro, J.J. TAMAYO ACOSTA, Op. cit.

[6] Ibid., 11.

[7] CHIMAMANDA NGOZI ADICHIE, El peligro de la historia única, (Literatura Random House, 2019).

[8] J.-M. ELA, Fe y liberación en África (Mundo Negro, 1990) 12.

[9] J.J. TAMAYO ACOSTA, Op. Cit. 18.

[10] “Discurso del santo padre Francisco con motivo del xxv aniversario del catecismo de la Iglesia Católica” (11 de octubre de 2017).

[11] J.-M. ELA, Le cri de l’homme africain (L’Harmattan, 1980) 32-33.

[12] Citado en mi libro: C. MELIBI MELIBI, Op. Cit., 73.

[13] J.J. TAMAYO ACOSTA, Op. Cit., 20-21.

[14] Ibid. 26.

[15] J.-M. ELA, Repenser la théologie africaine. Le Dieu qui libère (Karthala, 2003)

[16] C. MELIBI MELIBI “La teologia de la liberación africana entre su pasado y su futuro” in XXXIII CONGRESO DE TEOLOGIA, La teología de la liberación, hoy (Evangelio y liberación, 2013) 69-70.

[17] J.J. TAMAYO, Comprender la teología de la liberación (Verbo divino, 1989).

[18] J. J. TAMAYO, La teología de la liberación en el nuevo escenario político y religioso (Tirant lo Blanch, 2011).

[CIDAF-UCM]

Autor

  • Nació y creció en Zoétélé al sur de Camerún. Fue ordenado sacerdote el 9 de diciembre del 2000 y trabajo varios años en la diócesis de Ebolowa. Es licenciado en teología moral y espiritual. También es psicoterapeuta (master en Counselling); actualmente está escribiendo una tesis doctoral sobre el sociólogo y teólogo africano de la liberación Jean-Marc Ela en la Facultad de Teología de Vitoria-Gasteiz, colaborando también pastoralmente en la diócesis de Vitoria. Partiendo de su formación de base en teología moral fundamental, su sensibilidad intelectual se orienta en colaborar para inscribir la ética cristiana en el comportamiento de los actores sociales de África y de los amigos de África.

    • Es colaborador del CIDAF-UCM
    • Cyprien cofundó en 2012 la asociación Clérigo Africano de Madrid (compuesta por sacerdotes, religiosas y religiosos africanos en Madrid y alrededor) teniendo como patronos, los Santos Mártires de Uganda.
    • Ha escrito muchos artículos en libros colectivos y en revistas tal como UMOYA, Éxodo, Mundo Negro, etc.
    • Ha participado varias veces como ponente en el Congreso de Teología de Madrid.
    • Participó también como ponente en el Foro Religioso Popular de Vitoria en 2015.
    • Imparte conferencias, charlas y tertulias en España y en África sobre temáticas liadas a la realidad africana.
    • En 2014 publicó el libro: Grito africano por el derecho a existir.
    • Tiene varias entrevistas en Religión digital.
    • En 2020 en Camerún se le otorgaron un premio llamado: “Grand Prix d'Excellence Patriotique pour l'Apostolat Social” (Gran premio de excelencia patriótica por el apostolado social), promovido por “Vision d'Afrique Plus” un consorcio de medios de comunicación.
    • Cyprien es sobre todo el fundador y el promotor, con la Fundación Adviser Humana, del proyecto EDUCAMRUN (desde 2013) que se dedica a escolarizar a niños y niñas de familias humildes en Camerún.

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