Las ideologías políticas defendidas por los partidos radicales siguen polarizando la sociedad y aumentando la confrontación para conseguir el poder y los recursos a cualquier precio. Estas actitudes radicales, abundan en demasiados pueblos del planeta.
El bien común, la dignidad humana, la justicia social, la equidad y la responsabilidad, son valores que, con frecuencia, solo parecen servir para los discursos y arengas políticas.
El presidente de la CEE, Juan José Omella, nos recuerda que: “Es el momento para la verdadera política”, y que “no es momento para disputas inertes entre partidos políticos, no es tiempo para soluciones fáciles y populistas a problemas graves, no es el momento de defender intereses particulares”.
“Solidaridad con los que sufren, discernir lo que edifica el bien común y la colaboración mutua, son los valores que nos llevarán a un desarrollo sostenible para toda la sociedad”.
“Pedimos que la vacuna sea un bien común que se distribuya a todos por igual y no sea una propiedad privada de unos pocos, sin hacer diferencias entre países ricos y países pobres.»
Una lección de esta pandemia es que, “el virus no lo podemos combatir aisladamente”. Pero solo si vamos todos a una, llegaremos a superarlo.
“En España, el paro ha aumentado y afecta a casi cuatro millones, además de los abultados ERTE, de incierto futuro. Pero los primeros en sufrir el parón de la economía han sido los 8,5 millones de personas que ya se encontraban en exclusión social antes de la pandemia”.
El asistencialismo de emergencia, aunque necesario en momento puntuales, no es ninguna solución para superar los grandes retos sociales, como: los desempleados, los empobrecidos, los explotados.
El clamor de los marginados y el clamor del planeta, exigen una gestión de los recursos más competente, ética y responsable.
Los líderes sociales que descalifican e insultan a los que piensan de forma diferente, solo aumentan la división y hacen imposible la recuperación de la crisis, la colaboración para afrontar juntos los retos más relevantes y la convivencia social.
¿Seremos capaces de tender puentes, de romper muros y de sembrar reconciliación social, respetando las diferencias, para llegar a colaborar todos a una, en lo que realmente importa para el bien común?
¿Seguiremos comportándonos como “lobos” o nos cuidaremos unos a otros, acogiendo también a los inmigrantes, como responsables compañeros de camino?