Superar el virus de la polarización para dialogar y trabajar unidos

30/11/2020 | Editorial

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Antes de que llegara el virus de la covid-19 ya padecíamos otro virus más letal y destructivo en todos los pueblos del Planeta: es el virus de la polarización, división y enfrentamiento, que padecemos a causa de las ideologías y fundamentalismos radicales.

Si observamos la situación global encontramos actitudes, comportamientos y grupos que delatan ideologías radicales y métodos violentos que buscan imponerse a los demás en los diferentes ámbitos de la vida: político, económico, cultural o religioso, para controlar el poder y los recursos.

«Esta pandemia nos ha hecho más conscientes de las desigualdades económicas y sanitarias, de las gravísimas consecuencias de la destrucción de los ecosistemas, del interés egoísta y polarizador de los populismos irresponsables y, sobre todo, nos hace ver lo lejos que estamos de sentir y comportarnos como una única familia humana«, dice el cardenal J.J.Omellla.

No debemos permitir los brotes populistas irresponsables e ideológicos que nos dividen. Es el momento de la cohesión, de la cordialidad, de trabajar unidos, liberándonos del cortoplacismo de las elecciones, del poder y de la bolsa.

La tarea de reducir la crispación y de promover la cultura del encuentro no solo corresponde a los medios de comunicación y a las figuras públicas, sino también a cada uno de nosotros.

La Fundación FOESSA, por ejemplo, ha detectado una mengua muy significativa en el asociacionismo de los ciudadanos españoles: de un 39 % en el 2007, pasamos a un 29 % en 2013, bajando hasta el 19 % actual.

Las instituciones de la sociedad civil hacen posible la cooperación transversal y aseguran el principio de subsidiariedad que debe garantizar el Estado. Sin ellas, se produce una profunda desconexión entre la base de la sociedad y los gobernantes. Solo la concordia, el consenso y la cooperación nos hacen crecer como país.

«Lamentamos profundamente todos los obstáculos y trabas que se quieren imponer a la libertad religiosa y a la elección de la educación y acción en la defensa de la vida, o de otras iniciativas elegidas por las familias.”

“Para “Renacer entre todos” necesitamos aprender a trabajar juntos, unidos y cohesionados, tanto a nivel nacional como internacional, incluyendo a los mayores. No caigamos en el virus de una polarización que haga imposible tender la mano, e incluso dialogar con el que piensa diferente”.

El espectáculo del enfrentamiento casi continuo de los líderes políticos, solo lleva a la desesperanza, y alimenta una mirada excesivamente negativa sobre nosotros como país”.

Ahora deberíamos “centrarnos a encontrar soluciones que ayuden a salir a flote a las familias que se están hundiendo, a los millones de desempleados, y a los empresarios que no tienen más remedio que cerrar sus negocios.”

Hoy es una urgencia “generar espacios y actitudes de reencuentro”. Un Pacto Educativo y global es lo que necesitamos en estos momentos, superando las leyes partidistas, que se suceden sin cesar.

Debemos apostar por una economía que, mirando a largo plazo, tenga el horizonte puesto en la prosperidad inclusiva y sostenible, donde se pueda dar el desarrollo humano integral.

Hacemos nuestra la llamada del papa Francisco (15.X.2020) a todas las naciones e instituciones a participar en un Pacto Educativo Global con el fin de alcanzar un acuerdo que permita generar un cambio a nivel planetario que promueva una educación que sea creadora de fraternidad, paz y justicia.

El clamor de la inmensa mayoría de la sociedad por un Pacto educativo en España, que sea a largo plazo y que incorpore a todas las fuerzas políticas y también a las entidades civiles y religiosas activas en el campo de la educación, no ha cesado de crecer. Sería conveniente que de este pacto educativo pudiera concretarse una ley sólida que no sea objeto de debate con cada cambio de color político en el Gobierno”

Por último, y en la senda del Pacto Educativo Global promovido por el papa Francisco, nuestro empeño se concentra en poner a la persona en el centro, garantizando una educación integral de la misma en todas sus dimensiones —humana, relacional, psicológico-intelectual y espiritual. No se debe quitar de la escuela la opción de una formación moral en valores humanos y religiosos.

“Esta pandemia nos está empujando a recuperar el valor de la vida y, de una manera particular, la de nuestros mayores y la de las personas que viven con más soledad y aislamiento. La comunidad cristiana quiere cooperar con todos para construir esa sociedad de los cuidados a los más vulnerables”.

Es verdad que lo ideal sería evitar las migraciones innecesarias y para ello el camino es crear en los países de origen la posibilidad efectiva de vivir y de crecer con dignidad, de manera que se puedan encontrar allí mismo las condiciones para el propio desarrollo integral.

Pero mientras no haya serios avances en esta línea, nos corresponde respetar el derecho de todo ser humano de encontrar un lugar donde pueda no solamente satisfacer sus necesidades básicas y las de su familia, sino también realizarse integralmente como persona.

Debemos trabajar por hacer posible un planeta que asegure tierra, techo y trabajo para todos, en solidaridad con toda la Familia Humana.

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