Sudan se ha visto sometido a numerosas sanciones, pero esos castigos afectaban al pueblo, no a sus dirigentes.
¿Por qué las sanciones?
Cuando el recientemente depuesto Omar Al-Bashir tomo el poder, por un golpe militar en 1989, estableciendo una dictadura islámica, el país fue aislado del resto del mundo, por la transgresión de los derechos humanos. A las sanciones económicas se añadió la introducción de Sudan en la lista de Estados que patrocinan el terrorismo. A todo lo cual se añadió la inculpación de al Bashir ante el tribunal criminal internacional. La presencia de Ben Laden durante algún tiempo en Sudan y las matanzas de inocentes en Darfur, por el ejército sudanés, añadieron leña al fuego. Sudán se convirtió en causa célebre de transgresión de los derechos humanos. Un lobby en Washington se aseguró de impedir relajación alguna en las sanciones.
¿Afectaron las sanciones a la clase política?
Ni Al-Bashir ni su gobierno sufrieron a causa de estas sanciones. Permanecieron en el poder, cada vez con mayor autoridad. Sus numerosos colaboradores le permitieron evitar las consecuencias de las sanciones y de hacer negocios con los que se enriquecieron. Fue el pueblo sudanés el que sufrió las consecuencias del aislamiento y de la consiguiente pobreza en todas sus formas.
¿Pero el Pueblo se reveló contra el régimen de al-Bashir?
El pueblo se alzó, en 2019, y logró derrocar a Al-Bashir y su régimen, pero el coste en vidas y sufrimiento fue enorme; la economía, ya debilitada se hundió. Pero la gente dio por válido el padecimiento que todo ello acarreó, como paso necesario hacia la democracia y la dignidad.
¿Por qué se siente el pueblo sudanés traicionado?
Los Estados Unidos, supuestamente amigos del pueblo sudanés, lo han chantajeado. Para sacarlo de la lista de países que favorecen el terrorismo, y reintegrarlo en las finanzas y el comercio internacionales, así como promover ayudas para su reconstrucción, Donald Trump exigió del nuevo gobierno 335 millones de dólares en compensación por los actos de terrorismo cometidos por el antiguo régimen. Además Estados Unidos están forzando al gobierno interino, todavía frágil, con pésimas condiciones económicas y amenazado por los leales a Al Bashir, a reconocer a Israel y normalizar sus relaciones con él. Quieren además que Sudan intervenga en la Liga Árabe para que otros países árabes sigan su ejemplo.
¿Cuáles serían las consecuencias de aceptar a Israel?
Ponen al gobierno sudanés ante el dilema de exponerse a un colapso económico, dando pie al descontento que vendría como anillo al dedo a los partidarios del antiguo régimen, o bien aceptar todas las condiciones que le impone Estados Unidos. Sudán no es importante para Israel, pero supondría un país árabe más que lo acepta, esperando que el número anime a Arabia Saudí a normalizar sus relaciones con Israel Estados Unidos, campeón de los derechos humanos, están utilizando el chantaje a Sudán para promover sus propios intereses. El pueblo sudanés percibe esta gran hipocresía como una auténtica traición.
Bartolomé Burgos