Creo que para quienes sigan los avatares internacionales no les pillará de sorpresa el hecho de que el Sur Sudán se enfrenta a una de las peores hambrunas que se recuerdan en la región, una tragedia anunciada desde hace ya mucho tiempo y fomentada por las élites militares del país que – en vez de promover la reconciliación y la superación de las recientes afrentas, continúan todavía continúan enzarzadas en unas llamadas “conversaciones de paz” que no son sino la más vergonzosa expresión de la ambición y el descaro que unos líderes que ya no tienen autoridad moral alguna.
Y como a perro flaco todo son pulgas y quizás para poder tocar un poco la fibra nacionalista, el gobierno de Yuba publicaba hace unas horas la siguiente orden: “Se notifica a todas las organizaciones no gubernamentales, empresas privadas en general, bancos, compañías de seguros, compañías petrolíferas, hoteles y hostales que trabajan en Sur Sudán para que informen a sus empleados extranjeros en todos los puestos que cesarán de trabajar el día 15 de Octubre.” O sea, todos los extranjeros expulsados de Sudán del Sur – o sin permiso de trabajo que a la postre es lo mismo – en el plazo de un mes.
Como le pasó al sangriento déspota Idi Amin, que queriendo congraciarse con los elementos más exaltados y ambiciosos de la sociedad ugandesa y queriendo también ocultar su pavorosa gestión del país, echó a todos los ciudadanos de procedencia india de Uganda en un plazo de un mes. La atemorizada colonia india se fue con lo puesto (ver foto), sufrió ingentes pérdidas materiales mientras que el presidente “nacionalizó” sus negocios, enseres e inmuebles dándoselos a sus amigos y correligionarios. En cuestión de semanas, la economía del país se colapsó y comenzó a haber una gran carestía ya que el país no podía ser económicamente viable.
Algo quizás menos traumático pero no por esto menos significativo está a punto de ocurrir en el Sur Sudán. A base del “ordeno y mando” tienen ahora las empresas que substituir al personal cualificado que se va con personal local y, cuidado, que no estamos hablando de la gestión de baretos o negocios de mala muerte, sino de compañías petroleras, bancarias, telefónicas, agencias humanitarias y otras. Como que van a encontrar en 15 días personal local cualificado… eso no se lo cree nadie.
Por desgracia, los que van a sufrir más las consecuencias de todo esto es la población civil, los más vulnerables, los que – a diferencia de la élite – no tienen a sus hijos o sus familias fuera del país viviendo a un nivel que los sur sudaneses que se quedan nunca se podrán permitir. Ahora mismo el país cuenta con un millón y medio de personas desplazadas, la ONU anuncia que 50.000 niños están en inminente peligro de muerte y esta cifra puede subir de manera exponiencial si la gestión de las agencias humanitarias se ve paralizada y si los servicios del país se colapsan aún más.
El Sur Sudán se ahoga en su propio vómito y muere por la desidia de los que podrían evitar esta situación. Los que primero que nada volvieron a manchar la ya torturada tierra sursudanesa de sangre y de odio, y de los que – como no pueden hacer otra cosa – no buscan nada más que su provecho personal, que continúan subidos a la burra y que no van a permitir que nadie les baje del chollo en el que están montados. Ojalá la comunidad internacional pudiera tener los medios para forzar un cambio de timón, ojalá la incipiente sociedad civil pudiera tener una voz más clara y contundente, pero todo eso es demasiado pedir. Ahora mismo está claro quiénes son los que tienen la sartén por el mango y los que no van a permitir que nada cambie… por desgracia para todos.
Original en : En Clave de África