Sudan del Sur estuvo en guerra con el Norte, por su independencia, desde 1955. Después de conseguir la independencia, por la que votó con entusiasmo en 2011, pronto entró en una lucha intestina, que todavía sigue vigente.
El conflicto, que comenzó en agosto de 2012, y se prolonga hasta el presente, ha causado 1.792.000 refugiados en los países vecinos, dos millones de desplazados dentro del territorio sur-sudanés y más de 5 millones de personas en situación de inseguridad alimenticia aguda. Según el Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR), Uganda se ha visto obligada a acoger a 928.000 refugiados sur-sudaneses; Etiopía 320.000; la RD del Congo 72.300; Sudán 400.000; Kenia 70.000y la República Centroafricana unos 2.000. ACNUR estima que cada mes huyen unos 60.000 sur-sudaneses hacia el extranjero.
El número exacto de víctimas es desconocido, aunque se estima que el número de muertos asciende a unos 300.000, la mayoría a causa de enfermedades y de la hambruna; unos 50.000 serían víctimas de las luchas y de las matanzas perpetradas por uno y otro bando. A esto hay que añadir violaciones sin cuento de mujeres y atropello sin medida de derechos humanos. Según un informe de ACNUR, de 2016, cuando las fuerzas de Kiir y de Machar entraban en una localidad “enemiga” se dedicaban a martirizar a los civiles y violar sistemáticamente a las mujeres.
¿Por qué este conflicto destructor de un país, que comenzó su andadura con una gran esperanza?
A primera vista parece un conflicto étnico y ésta es la versión divulgada por los medio de comunicación: dinkas y nuers, las dos tribus mayoritarias, luchando entre sí. El jefe de Estado Salva Kiir es dinka, mientras que el entonces vicepresidente, Riek Machar, es nuer y sus respectivos grupos étnicos les apoyan en el conflicto.
Sin embargo la explicación real parece más compleja y, por supuesto, el control del poder y de la riqueza del país son en gran medida los motivos del enfrentamiento.
La corrupción generalizada se introdujo pronto en el comportamiento de las clases cercanas al poder, hasta el punto que el presidente Salva Kiir les acusó de haber sustraído 4.000 millones de las arcas públicas. Ya en septiembre de 2011 anunció algunas medidas para combatir la corrupción: un control sobre los contratos llevados a cabo por el gobierno y la declaración pública de bienes y ganancias por parte de los oficiales del gobierno.
Las raíces más profundas del conflicto habría que buscarlas en las políticas coloniales del protectorado, que beneficiaron al Norte mientras que el Sur permanecía subdesarrollado y carente de educación. Después de la independencia, el Sur cristiano y animista continuó siendo colonizado por el Norte Musulmán, con mayor ahínco cuando se descubrió petróleo en la parte sureña del país.
Que el conflicto está motivado por intereses políticos y económicos queda patente por el papel primordial que juega el petróleo. Cuando en diciembre de 2013 comenzaron los enfrentamientos, los combates fueron especialmente violentos en los estados petroleros. Por su parte, la comunidad internacional tampoco es ajena a estos cálculos interesados. Tanto el gobierno sur-sudanés como los rebeldes han seguido armándose sin que haya intervenido un embargo internacional de armas. Por otra parte, los haberes de Kiir y de Machar en el extranjero no han sido congelados ni a ellos se les impide viajar, a pesar de que expertos de las ONU los considera responsables de las masivas violaciones de derechos humanos en Sudán del Sur y, por lo tanto, presuntos criminales de guerra. Los intereses por el petróleo sur-sudanés de países como China, Rusia y los EE.UU. explican el porqué de esta pasividad. Rusia y China se han mostrado reticentes cuando en las Naciones Unidas se ha mencionado la posibilidad de aplicar sanciones o de un embargo de armas. El 5% del petróleo importado por China viene de Sudan del Sur, con cuyo gobierno tiene firmados provechosos acuerdos de explotación petrolera.
A todo lo cual se añade el hecho de que los militares de Sudán del Sur se lucran con los beneficios del petróleo, a pesar de la hambruna que aqueja al país. Un informe de The Sentry, organización que se dedica a rastrear el dinero que fluye en torno a conflictos armados y crímenes contra la humanidad, ha mostrado cómo un alto cargo militar del ejército sur-sudanes tiene en su cuenta personal del Kenia Commercial Bank, 2.7 millones de euros, cantidad esta que nunca podría ser explicadas por el sueldo que recibe. Según la misma organización, la petrolera estatal, Nilepet se ha usado por el presidente y sus allegados para obtener fondos, evitando los procesos y controles de gasto militar, durante el conflicto civil. A todo lo cual se añaden otros negocios más que dudosos.
Aunque las razones fundamentales del conflicto sean políticas y económicas, sin duda el factor étnico juega también un papel importante en los enfrentamientos. En Sudan del Sur esto viene de antiguo: ya durante los largos años de lucha por la independencia, el frente de liberación se dividía en facciones étnicas que a veces se oponían unas a otras, en lugar de combatir al ejército del Norte. Incluso llegaron a aceptar armamento y ayudas económicas del gobierno de Jartum, que utilizaba dichas facciones para debilitar el movimiento político y militar del Ejército de Liberación del Pueblo Sudanés, liderado por John Garang.
Así, por ejemplo, el SPLA-Nasir fue un facción separada del movimiento central, en 1991, promovida por la etnia Nuer, que intentó remplazar a su líder John Garang. En ella estaban integrados Riek Machar (de la etnia nuer) y Lam Akol (de la etnia shiluk). Esta facción entró en contactos con el gobierno de Jartum del que recibió ayuda. Allegados a Riek Machar negaron esta connivencia con el gobierno Sudanés. Sin embargo nadie puede negar que en septiembre de 1991, Lam Akol entró en contacto con el gobierno de Jartum, del que el SPLA-Nasir recibió dinero y con el que estableció relaciones, tanto políticas como militares.
El SPLA-Nasir (de Riek Machar y de Lam Akol) llegó a estar dominado por el gobierno de Jartum, lo que permitió a este último recuperar parte del territorio que había perdido. Con ello Jartum pretendía provocar disensión y fragmentar el movimiento de liberación, que tenía como eje central al Ejército de Liberación del Pueblo Sudanés. Como reacción John Garáng envió fuerzas de su ejército para provocar insurrección en Darfur, en contra del gobierno de Jartum.
Finalmente las facciones de la etnia nuer de Riek Machar y la de la etnia shiluk de Lam Akol se separaron. Lam Akol hizo las paces con el gobierno de Jartum del que fue ministro de transporte entre 1998/2002, año este en que pasó a la oposición. En 2003 volvió a integrarse en el Ejército de Liberación del Pueblo Sudanés, liderado por John Garang.
Por su parte, Riek Machar hizo las paces con Garang en 2002. Cuando la guerra concluyó, con el acuerdo de paz de 2005, y después de la muerte de Garang por accidente, Riek Machar fue nombrado vicepresidente del gobierno autónomo de Sudan del Sur, cargo que continuó ostentando en el nuevo gobierno de Sudán del Sur después de la independencia en 2011.
Queda claro que aunque el factor étnico no sea el motivo principal de la guerra intestina de Sudan del Sur, sí ha jugado un papel relevante, tanto en el pasado como en el presente conflicto. La etnia sigue siendo un medio de reclutamiento de partidarios para los diferentes bandos en la contienda actual y motivo de persecución por la etnia contraria.
Independientemente de los motivos del conflicto, es un hecho incuestionable que los dirigentes del país, de cualquier etnia a que pertenezcan, han traicionado un gran ideal y una gran esperanza.
Bartolomé Burgos
[Fundación Sur]
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