Sudáfrica en la era de la austeridad

20/03/2015 | Opinión

Mientras que la batalla contra la austeridad en Europa ha entrado en una fase decisiva, con la elección de la izquierdista Syriza en Grecia, el término apenas se escucha con referencia a Sudáfrica. A pesar de esto, y del descrédito mundial de la austeridad, el reciente presupuesto del ministro de Finanzas Nhlanhla Nene sólo puede ser descrito como austero.

La austeridad se refiere a las políticas utilizadas para reducir el endeudamiento público a través de recortes de gastos y/o aumentos de impuestos, a menudo en la premisa de que esto estimulará el crecimiento económico. Dentro del discurso sobre el presupuesto, la austeridad se disfraza bajo términos tecnocráticamente neutros que suenan como «consolidación fiscal», «reequilibrio» y «contención de costes».

Reducir rápidamente la deuda, el camino que Nene ha elegido, puede ser desastroso. En 2011 un grupo de economistas relativamente conservadores, incluyendo los premios Nobel Kenneth Arrow, Peter Diamond y Robert Solow, ya advirtió el presidente estadounidense, Barack Obama, que sería «peligroso, en la economía actual, tratar de equilibrar el presupuesto demasiado rápido»; lo mismo puede decirse de la Sudáfrica actual.

La evidencia histórica sugiere que deberíamos estar preocupados por el enfoque del Gobierno. En un estudio, los profesores de Oxford y Stanford, David Stuckler y Sanjay Basu, comparan los efectos de la austeridad frente al estímulo en casos que van desde la Gran Depresión, a la caída del comunismo, a la actual gran recesión, y encuentran que la estimulación de la economía – incluso a través de los gastos de deuda, en cada caso ha tenido efectos más positivos. Un cuerpo creciente de investigación académica apoya esta conclusión.

En Sudáfrica la austeridad tendrá una forma diferente a Europa y otros lugares. La reducción radical de las prestaciones sociales, como ha ocurrido en el Reino Unido, es poco probable, como lo es la reducción masiva de la fuerza laboral del sector público a la griega. Estas medidas serían políticamente inaceptables y causarían un mayor malestar social.

Por el contrario, percibimos en el presupuesto reciente, y en el marco normativo presupuestario a mediano plazo del año pasado, la congelación o una limitada expansión del gasto. El aumento de una media de un 7,1% en los gastos de salud durante los próximos tres años parece sustancial, pero teniendo en cuenta la inflación, estimada en una media del 5,3% en los próximos tres años, el aumento del gasto real es sólo el 1,8%.

En general, según el presupuesto presentado, el aumento real en el gasto total (excluyendo el pago de intereses) durante los próximos tres años será un mísero 2,1%. En comparación con aumentos de más del 7% en la mayor parte de la última década, esto equivale a una contracción del gasto que ya comenzó hace más de un año.

Las asignaciones presupuestarias deben también compararse con los planes departamentales. En el taller sobre ”Política Fiscal y Redistribución en una sociedad desigual” organizado el pasado año por la Tesorería y el Banco Mundial, el subdirector general de la Tesorería, Michael Sachs, diserto sobre la «sostenibilidad fiscal» de los programas actuales del bienestar social, en particular, la educación, la protección social, la salud, el orden público y la seguridad.

De acuerdo con la investigación, los niveles actuales de gasto de estos programas son «sostenibles», calificados como asequibles bajo el régimen fiscal actual y con una deuda estable o reducida. Pero los cambios propuestos a estos programas, por ejemplo, el tan necesario esquema del Seguro Nacional de Salud (SNS), los haría «insostenibles». A pesar de la mención de la NHI en la presentación del presupuesto de Nene, dadas las proyecciones de coste ofrecidas por Sachs, es difícil imaginar la financiación, a medio plazo del SNS dentro de las austeras limitaciones del marco presupuestario.

En este presupuesto, determinadas partidas de gastos están, en términos reales, disminuyendo. Las ayudas sociales aumentaron en 2014 entre un 3,1% y un 4,4% en un contexto de inflación de un 6,1% y una tasa de 4,3% proyectada para el año 2015. Dado que los hogares reparten su gasto mensual de manera diferente y los precios de varios productos suben de manera desigual, las familias experimentan diferentes niveles de inflación. Los pobres, en general, sufren tasas más altas de inflación. Un estudio de la unidad de investigación de la política de desarrollo de la UCT ha mostrado que la inflación es más alta para los beneficiarios de las ayudas sociales. Los «aumentos» en el presupuesto de Nene significan en realidad que los receptores de subvenciones tendrán mayor dificultad en poner comida en la mesa.

La razón argumentada para defender la austeridad es que la gran deuda pública se ha acumulado y que si no se paga rápidamente será cada vez más difícil pedir dinero prestado, y más costoso pagarlo. Imprimir dinero, argumentan, no es una opción, ya que causaría la inflación y la devaluación de la moneda. Por lo tanto la única solución es recortar el gasto social.

Lamentablemente, para equilibrar sus cuentas con el resto del mundo Sudáfrica depende de la afluencia de capital extranjero, por desgracia predominantemente a corto plazo y/o de naturaleza especulativa, y la política está orientada a tranquilizar a los inversores extranjeros con el fin de mantener abierto el grifo. Este es el lamentable resultado de la trayectoria particular que ha tomado la liberalización y la fuga generalizada de capitales (el reciente compromiso de Nene para reprimir los flujos ilícitos y la evasión fiscal ha sido mayoritariamente muy bien recibido).

Para enmascarar una deferencia radicalmente antidemocrática a los inversores extranjeros y a las agencias de calificación se emplea la retórica de la crisis, con especial referencia a «una deuda insostenible». Esta retórica se utilizó para justificar a mediados de los 90 el programa GEAR (Crecimiento. Empleo y Distribución). Los resultados positivos de mayor inversión extranjera y nuevas exportaciones en alza prometidos por GEAR con la liberalización y la austeridad no se han materializado. Esta retórica es una hipérbole y es errónea tanto empírica como teóricamente.

El Déficit de Sudáfrica, entre ingresos y gastos en un año determinado, fue del 3,9% del PIB en 2014/15, lo mismo que la media de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), el grupo de las 34 principales economías. La deuda neta de Sudáfrica del 41%, fuente de gran ansiedad, es muy inferior al promedio de la deuda de la OCDE de 70% y de la de muchos otros mercados emergentes como Brasil, India, Argentina, Malasia y Tailandia. Por último, los pagos de intereses de Sudáfrica en 2014/15, de poco menos de 1% del PIB, son la mitad de la media de la OCDE e incluso por debajo de Alemania, ¡patrona principal de la austeridad!

Más importante, podría discutirse que la deuda pública no es similar a la deuda privada. El pago de la deuda abrumadora del Gobierno es financiado por el nivel de recaudación de los impuestos y esto depende, en parte, del nivel de actividad económica. En una economía donde el gasto de una persona equivale al ingreso de otra persona, contraer el gasto público puede disminuir los ingresos y los negocios, aumentar el desempleo y crear una peligrosa espiral de desaceleración de la actividad económica con menos ingresos fiscales.

La «sostenibilidad» de la deuda pública depende de la capacidad de mantener el crecimiento de los pagos de deuda inferiores a la tasa de crecimiento de los ingresos, no estableciendo un límite del porcentaje del PIB fijado arbitrariamente, rebajado de nuevo en este presupuesto.

El aumento de ingresos puede provenir del aumento de impuestos, como en este presupuesto. Pero este tipo de aumento es regresivo (gravamen sobre los combustibles que afecta desproporcionadamente los bolsillos de los pobres)- o minúsculo, en el caso del aumento de impuestos.

Por un salario de R350 000 en 2014, poco más de 1% gana este salario o uno superior, suponiendo R371 350 en 2015, el impuesto adicional es sólo R990 al mes. Del mismo modo, alguien que gana un millón de Rands en 2014, ahora pagará poco más de 3 400 Rands en impuestos mensuales; un aumento aceptable. En general, el impuesto sobre la renta más alto de Sudáfrica del 41% es ligeramente inferior al de la media de la OCDE.

Fundamentalmente, la expansión de la actividad económica genera mayores ingresos, y en esto el aumento del gasto social puede desempeñar un papel positivo.

Centrándose en la salud, por ejemplo, Stuckler y Basu muestran que la inversión de un dólar en programas específicos de salud pública puede dar lugar a 3 dólares de crecimiento económico. El equipo de la Tesorería Sachs no tuvo en cuenta estos efectos «multiplicadores» positivos al presentar el modelo de sostenibilidad de los programas de bienestar social. Estos programas también crean una población más saludable, física y psicológicamente, con unos efectos positivos durante décadas. Del mismo modo, existe un acuerdo casi unánime en que el gasto financiado con deuda en infraestructura física, social y digital (y aquí excluimos los estadios del Mundial) aumenta la productividad, mejora la competitividad y puede tener fuertes efectos multiplicadores. Por el contrario la reducción del gasto social tiene un impacto devastador en el crecimiento económico y la vida de las personas.

Así que si un mayor gasto puede estimular un crecimiento más rápido, y este gasto debe ser realizado sabiamente – entonces la deuda no es el problema y la austeridad no es la solución.

Gilad Isaacs @giladisaacs

Mail & Guardian

* Gilad Isaacs es economista de Estrategia Corporativa y Desarrollo Industrial de la Universidad de Witwatersrand.

Fundación Sur

[Traducción, Jesús Esteibarlanda]

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster