Sudáfrica: El Colegio de la magia de Ciudad del Cabo, por Antonio Molina

7/12/2011 | Bitácora africana

INTRODUCCIÓN

Se trata de la única institución académica del mundo consagrada a enseñar el ILUSIONISMO y la PRESTIDIGITACIÓN.
En 30 años de actividad ha transformado la vida de centenares de niños de la calle de los barrios de chabolas.


FUGA DEL GUETO

Vuyolwethu vive en el corazón de Jayelicha, uno de los barrios de chabolas de peor fama de Suráfrica. Su entorno lo constituyen barracas de tablas y latas, hierros retorcidos, callejuelas transformadas en barrizales y alcantarillas a cielo abierto fangosas y malolientes. Aquello es una prisión sin barrotes, un campo de refugiados sin alambradas. Es una dolorosa cicatriz urbana de los años del “apartheid”, que condena a 800.000 personas a luchar cada día para sobrevivir.

Casi 20 años después de la abolición de la segregación racial, Sudáfrica es aún un país de grandes contradicciones y profundas desigualdades. Aunque el crecimiento económico sea de + del 5% de media en los últimos 5 años, la diferencia entre ricos y pobres aún coincide con el color de la piel.
En la actualidad, sólo el 5% de las empresas está en manos de los negros y casi la mitad de la población vive bajo en umbral de la pobreza.

En estos miserables guetos que circundan Ciudad del Cabo y otros grandes centros urbanos, de cada 10 habitantes 6 están en paro y 1 de cada 3 es seropositivo. La plaga del sida, con sus millares de muertos diarios, está produciendo una generación entera de huérfanos. Son 750.000 los niños que carecen de padres.
Como el pequeño Vuyolwethu obligado a crecer en la calle en uno de los países más violentos del mundo, donde se cuentan 22.000 homicidios anuales, 55.000 estupros y un abuso de menores cada 30 minutos. Con una voz casi apagada nos dice: “No es fácil vivir aquí, pero espero tener un futuro mejor. Quiero llegar a ser un buen “mago”, conquistar éxitos y fama, así un día podré transformar mi vida.”


¿SERÁ FAMOSO UN DÍA?

El COLEGIO de la MAGIA, que celebra este año su 30º aniversario, utiliza el poder de la magia para destruir esa cadena invisible de la pobreza. Centenares de chicos y chicas provenientes de los barrios más difíciles de esta gran metrópoli, que es Ciudad del Cabo, frecuentan gratuitamente esta escuela de ilusionismo y formación humana.
En sus aulas viven horas de absoluta serenidad, lejos de la calle, resguardados de la droga y de las bandas de adolescentes maleantes. En 6 años de estudio aprenden los trucos más mirabolantes. Con su arte podrán ganarse la vida y abrirse camino en el mundo del espectáculo.

Mónica Nyakatya, de 19 años, un hada de ébano con unos ojos brillantes como faros y el cabello revuelto, es experta en magia de levitación y ya ha sido contratada para una importante pieza de teatro.

Sifiwe Fangasa y Nkumabuzo Nkonyana, dos jóvenes promesas del arte ilusionista, hacen espectáculos en pareja. Olwethu Dyanti, de 18 años, talentoso prestidigitador, creció en las cataratas de Jayelisha y ha desembarcado con su show en Las Vegas (EE UU).


EL CAPO DE LOS MAGOS

Parece una fábula salida de algún libro de Joanne K. Rowling, pero aquí no se trata de Harry Potter. Es una historia verdadera creada por David Gore, de 50 años, surafricano blanco, fundador y director del curso de magia.

“Yo tuve siempre gran pasión por el ilusionismo, – nos dice – “de joven animaba las fiestas en los barrios ricos de Ciudad del Cabo, para costearme los estudios de Derecho. Pero a los textos de Jurisprudencia prefería los manuales de encantamientos. En 1980, empecé, casi como un juego, a organizar un curso para jóvenes magos: Mi primera aula estaba compuesta por 35 chicos…blancos, negros y mestizos, cosa inconcebible para las leyes de la época de la segregación racial, que prohibía la enseñanza multirracial. Descubrí que el lenguaje universal de la magia poseía poderes extraordinarios. Favorecía la integración, acababa con los prejuicios y permitía estrechar alianzas inesperadas. Además sembraba el buen humor, aún en las situaciones más dolorosas.”

David no ha perdido aún el gusto de causar la admiración del público con sus trucos, aunque ahora emplea la mayor parte de su tiempo en dirigir la escuela creada por él. Lo mismo se divierte manejando la varita mágica que atendiendo a los alumnos en su despacho.

Un día fue a recoger a un bienhechor al aeropuerto y para ser reconocido rápidamente, se fue vestido de mago con chistera, su sombrero de copa alta. El visitante lo descubrió enseguida entre la gente que esperaba la salida de los viajeros.


EVITAR CONFUSIONES

En Sudáfrica, mucha gente confunde el ilusionismo con la brujería. La palabra “MAGIA” aún produce miedo, porque está asociada a los poderes ocultos de los hechiceros y brujas tradicionales, que hablan con los espíritus de los ancestros y practican sortilegios y hechizos de todo tipo.

David Gore se esfuerza en explicar a la gente, que la magia basada en el ilusionismo y la prestidigitación puede ser un recurso extraordinario para el país, como escuela de formación de jóvenes y una fuente de ingresos para los mismos por sus actuaciones en los teatros.

UN PALACIO ENCANTADO

El mayor prodigio realizado por David Gore es su COLEGIO de la MAGIA. Una organización sin fines lucrativos, que forma cada año a decenas de ilusionistas. Jóvenes surafricanos de todas las razas, colores y categorías sociales. El profesor Steve Sandomierski, estadounidense, que enseña Artes Mágicas, afirma que “este colegio es una escuela única en el mundo.”

“Los profesores somos voluntarios, por la mayor parte antiguos alumnos del colegio o mayores jubilados, que nos ofrecen gratis su colaboración.”

Los estudiantes de familias pudientes, muchos de ellos pertenecen a surafricanos blancos, pagan una mensualidad y con la ayuda de bienhechores privados y algunos patrocinadores se crean becas para los alumnos que carecen de medios para costearse la formación. La Fundación Nelson Mandela es una de los patrocinadores del proyecto.

Las lecciones se dan los sábados por la mañana. El autobús escolar recoge a los alumnos en los guetos de Langa, Kuguleku, Filippi, Nyanga y Jayelitsha.
La sede del Colegio es un gran palacio de estilo victoriano, con amplios ventanales y rodeado de parterres, que destaca elegante en el barrio de Claremont. Los alumnos lo comparan con el castillo de Hogwarts, donde está ambientada la saga de Harry Potter y todos concuerdan en afirmar con entusiasmo, que “su Colegio es mejor!


AMBIENTE DE MAGIA

Nada más que atravesar el portón de madera del Colegio es como penetrar en un mundo encantado, donde se desvanecen las fronteras entre la realidad y la imaginación. Las paredes del vestíbulo están pintadas de rojo y tapizadas con rituales de magia y recortes de periódicos y testimonios de espectadores de los juegos de magia.
Las fotos de las paredes muestran un fakir acostado en un lecho de clavos, niños que flotan en el aire, señoritas sonrientes aserradas en dos mitades, magos que escupen monedas como las máquinas tragaperras.

CONCLUSIÓN

Simethemba Bawiti, 19 años, es el David Copperfield del gueto de Kuguletu, sus actuaciones tienen mucho éxito de público. He aquí su testimonio:”Me encanta hacer sonreir a los niños que sufren. Algún día tendré un show enteramente mío en la TV y viajaré por todo el mundo gracias a la magia.”

Pero su seño principal se refiere a su país: “Me gustaría encontrar la fórmula mágica para hacer desaparecer las joyas, los relojes y los coches de lujo bajo los ojos de los ricos y poderosos y que todo eso apareciera en las barracas de los más pobres.”

He aquí un nuevo Robin Hood, que al arco y las flechas prefiere la varita mágica. Quien sabe si algún día descubre esa fórmula mágica y el país del Arco Iris, donde nada es imposible, se transforma en un reino de paz y fraternidad.

Autor

  • Molina Molina, Antonio José

    Antonio José Molina Molina nació en Murcia en 1932. Desde 1955 es Misionero de África, Padre Blanco, y ya desde antes ha estado trabajando en, por y para África. Apasionado de la radio, como él relata en sus crónicas desde sus primeros pasos en el continente africano, "siempre tuve una radio pequeña en mi mochila para escuchar las noticias". Durante septiembre 2002, regresa a Madrid como colaborador del CIDAF. En octubre de 2005 aceptó los cargos de secretario general de la Fundación Sur y director de su departamento África. Antonio Molina pertenece -como él mismo dice- a la "brigada volante de los Misioneros de África", siempre con la maleta preparada... mientras el cuerpo aguante.

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