South african Quijote (final). Khayelitsha, por Rafael Muñoz Abad

3/05/2018 | Bitácora africana

Con más de un millar de kilómetros ya vencidos en el retrovisor apenas me restan tres horas para llegar a Ciudad del Cabo. Tres días de vagabundeo atravesando el país son más que suficientes para percatarte que no hay término urbano en Sudáfrica, ya sea en la gigantesca Johannesburgo o en el polvoriento cruce de Colesberg, en mitad de la nada, cuyo urbanismo no esté elevado al cubo. Aquí todo es grande y eso incluye la belleza; evidentemente también los problemas. A vista de pájaro toda población de Africa del sur tiene tres áreas bien delimitadas. La central, que es la blanca, y dos satélites en órbita social: una zona coloured y el Township de turno donde viven o mejor dicho sobreviven los negros. Herencia viva de aquella ingeniería social llamada apartheid que por muchas promesas hechas al viento multicolor de la liberación del preso 46664, goza de una excelente salud racial. ¿Y dónde se quedó aquel sueño llamado rainbow nation? Las promesas sólo las apuntala la realidad y no he visto a un parlanchín poner puntales. El preso era Nelson Mandela.

teeth_1497108a_1_.jpg La voz Township hace referencia a un arrabal de techos de uralita, chabolas y casas prefabricadas perfectamente alineadas y numeradas. Una especie de campo de concentración o Jardín de las delicias de El Bosco. El otro término genuinamente sudafricano es el shebeen. Una cantina clandestina donde de manera ilegal se vende alcohol y los negros se sientan a arreglar el país. Los factores comunes de cualquier suburbio non-white son el desempleo, los robos, el sida como derivada primera de la poligamia y la cultura de la violencia. Evidentemente el más célebre de los Town´s es SOWETO. Acrónimo que simplemente significa South west township pero que ha quedado grabado en la memoria colectiva de todos como una de las iconografías de los años más duros del régimen segregacionista de Pretoria. Sudafrica está tan sesgada que hasta los blancos pobres, un fenómeno reciente, se aglutinan en su propio township que lo llaman squatter camp…hasta para ser desgraciado hay niveles.

Para llegar a SOWETO hay que escapar de la circunvalación de Jo´burg en sentido sur. El tráfico es un octópodo de seis carriles cuyas arterias se ramifican hacia el vacío pues es Sudáfrica un país casi despoblado en su interior. Supongo que previniendo a los despistados o para que la policía llegue bien, las indicaciones de SOWETO se leen machaconamente hasta diez kilómetros antes de llegar. Lo cierto es que a muy pocos whites se les ocurriría entrar sin algún padrino moreno. Después están los turistas modernos que pagan por fotografiar la miseria a los cuales les deseo lo mínimo que les va a pasar; que los atraquen. No creo que se deba retratar la digna miseria de la gente. Sí quieres favela experiencia para después colgarlo en Facebook y quedar de alternativo, intérnate tú sólo y cuéntalo después si puedes. El ácido sentido del humor local encumbra al BMW e30 como el coche más robado y deseado por los negros pues sus siglas, hoy va de acrónimos, pueden llegar a significar dos cosas: black man desire – deseo del hombre negro – o break my window y llévame a casa; no necesitando esta última de mayores explicaciones.

La presumida Ciudad del Cabo también tiene su Township. A ambos lados de la autopista N2 y durante varios kilómetros se dispone sobre los tejados de casuchas y chabolas un bosque de parabólicas. Es Khayelitsha. Un extrarradio de mayoría xhosa que contrasta con la pulcra Cape Town y sus elegantes y diáfanas urbanizaciones. Una de las leyendas urbanas más repetidas es la que hace referencia a la famosa piedra en mitad de la autovía para hacerte frenar y después ser atracado o secuestrado. No lo sé, llevo años conduciendo y la verdad ya no sé si es cierto o un mito. Sudáfrica tiene varios planetas dentro de sus costuras; todo depende del color de la piel que te haya tocado en la partida. Khaye, como jocosamente se le llama, se extiende hacia la costa sobre lo que se denominan los Cape flats. Una llanura baja que se precipita a la costa en forma de playas infinitas de arena blanca. A causa de la corriente antártica el agua está helada y eso significa dos cosas: leones marinos y tiburones blancos.

Muizenberg quizás sea el más famoso spot para la comunidad del surfing. Una localidad desenfadada llena de mercadillos, artistas locales y garitos alternativos con furgonetas hippies por fuera; lo que los modernetes llaman buen rollito. Aunque también es un buen sitio para que te roben hasta los vaqueros. La zona está marcada como hot hi-jacking spot o distrito donde se han producido secuestros. ¿Han visto esa famosa imagen de casetas de baño multicolores alineadas sobre la arena rubia?; se trata Muizenberg.

Una de las atracciones de los Cape flats es lo que se denomina Gap passion. Una moda entre la gente coloured, ni negros ni blancos sino todo lo contrario, que consiste en extraer las cuatro piezas dentales superiores para generar una sonrisa peculiar. Es cierto que esta práctica es ancestral, pero recientemente se relaciona con el gansterismo en la zona y aprovechando el filón, las prostitutas, también coloureds, se han apuntado a la tendencia con el eslogan de dar un sexo oral de muerte…Sin comentarios. Si preguntas a un coloured que luzca el hueco, te dirá en ese inglés castrado de Africa del sur, fuck ´em all american niggers rapmen, esta seña de identidad es nuestra. Y tanto que lo es, pues el vacío se llena con [discretas] prótesis doradas o a imitación de brillantes. Todo depende de los rands que llenen la cartera. De nuevo el planeta Sudáfrica y sus cosas tan particulares. ¿Han visto algún video del desquiciado dúo tecno Die Antwoord?; les invito a ello pues es un genuino ejemplo de la excéntrica tribu urbana desastre a la que pertenece toda esta zoología. Una vez dejas Khaye atrás, se abre ante ti, a las faldas de la majestuosa Table mountain, la cuidada Ciudad del Cabo repleta de zonas verdes y con esas señas de identidad tan peculiares. Quien suele leerme ya sabrá un poco como es; con sus interminables calles estilo Long Street donde el toque lisboeta se solapa con lo habanero en neerlandés y pórticos victorianos; todo ello envuelto en un etnicismo made in South africa pues en Africa estás.

CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL

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Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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