SOR MARIE-CLAIRE MWENYA, una mujer al servicio de las mujeres

11/02/2013 | Crónicas y reportajes

La religiosa congoleña administra una cooperativa agrícola. Su vocación no es más que religiosa. Pero con hábito blanco o no, Sor Marie-Claire Mwenya, educada en el sentido del compartir por su madre, se habría comprometido en la acción que es la suya hoy día: ocuparse de las mujeres solas y desprotegidas de Lusaka, en Zambia. Ha sido laureada en el concurso Harubuntu 2010.

Su acción figura entre las corazonadas 2010 del concurso Harubuntu de los portadores de esperanza y creadores de riquezas africanos. Pero la religiosa no aprecia siempre la publicidad hecha alrededor de ella desde entonces. Y ¡a pesar de todo! Cuando Sor Marie-Claire Mwenya vuelve a Lusaka en 2008 a petición de su congregación, las Hijas de María Auxiliadora, se enfrenta inmediatamente a la extrema pobreza de las mujeres solas, viudas en su mayor parte. “Lusaka (la capital económica zambiana) es una ciudad superpoblada y la miseria es el lote cotidiano de algunos. Entre ellos, las gentes que provienen del campo. Cuando el marido muere las mujeres no regresan a sus casas y se ponen a mendigar un medio de subsistencia para cuidar de su familia. Y es muy difícil”. Al cargo del centro profesional que impulsa su congregación y repetidas veces solicitada, siente la necesidad de crear una estructura dedicada a estas mujeres a fin de mejorar su situación económica. La comunidad de las Hermanas salesianas de Don Bosco no está en condiciones de ayudarles. “Yo he pensado, pues, con el permiso de mi congregación, en crear una escuela para formar asistentas”. La formación dura tres meses y su coste está fijado alrededor de diez dólares americanos. “Las que no tienen dinero pueden, sin embargo, tomar parte. Ellas se comprometen a pagar sus gastos a medida que tengan posibilidad”. La idea era colocarles después como asistentas en familias. Pero finalmente la experiencia va a acabar pronto. Algunas mujeres no encuentran trabajo porque están enfermas, seropositivas fundamentalmente. Otras no reciben el salario. Peor todavía: una de ellas será acosada sexualmente.

“Nosotros queríamos la emancipación de la mujer, pero nuestro apostolado no se encontraba allí”. Marie-Claire Mwenya ha encontrado ya una solución de recambio: una nueva etapa comienza con la instalación de una cooperativa agro-pastoral, la Changamuka multiuso cooperativa. Para ser miembro hay que desembolsar por una vez alrededor de diez dólares. Las que pueden pagar permiten a la estructura disponer de un pequeño capital para lanzar sus actividades: “Hemos comenzado con diez en 2008, ahora está compuesta de 17 mujeres y tres hombres”. ¿Es incongruente esta presencia masculina? “Nos hemos dado cuenta de que para realizar algunas actividades teníamos necesidad de ellos. En todos los casos ellos estaban también tan necesitados como las mujeres que son miembros de la cooperativa. Uno de ellos ha sido abandonado por su compañera a causa de la gran pobreza en la que vivía. Le ha dejado con sus tres hijos”. Comercio de pescados o de maíz, gestión de gallinero, fabricación de mantequilla de cacahuete son algunas de las actividades llevadas a cabo en la cooperativa. En cuanto a las ventas se hacen a menudo a crédito. El 50% de los ingresos generados corresponde a los que realizan la actividad, el 25% se ingresa en la caja de la cooperativa y el resto se dedica a gastos administrativos.

El compartir como herencia

“No es porque yo sea religiosa que trate de aportar mi ayuda a todas estas mujeres, precisa Marie-Claire. Mi hermana no lo es y hace lo mismo. Hemos sido educadas por mi madre en el sentido del compartir, se debía compartir lo mejor, incluso cuando no se tenía nada. Mi madre me ha enseñado a respetar y ayudar a los más necesitados”. Marie-Claire Mwenya, originaria del pequeño pueblo congolés de Kasenga (en la provincia de Katanga, a 220 km. de la capital provincial Lubumbashi), deja su familia en 1977 a los 17 años para vivir su vocación. “Tú te vas, pero la casa queda abierta”, me dijo mi madre. “No es solamente con el hábito blanco que puedes servir a Dios. Tú no pueden engañar al Señor. Si esto no va, puedes volver y ponerte al servicio de Dios como laico”. Marie-Claire Mwenya perderá a su madre algunos meses después del comienzo de su noviciado.

A todas esas personas que ella intenta ayudar, no olvida de recordarles “que ellos no son pobres” y les invita también a compartir una virtud. La generosidad de la cooperativa ha permitido a uno de sus miembros seguir cursos de hostelería. La cuestión material no debe ser un freno. “No tenemos dinero pero tenemos la determinación de dar y tomar” En los meses próximos, Marie-Claire Mwenya espera que la cooperativa pueda procurarse una parcela más importante. “Estamos cada vez más estrechos en el espacio que la congregación ha puesto a nuestra disposición, particularmente una parcela y un lugar que sirve de gallinero”. Pero sobretodo la religiosa desea que cada uno llegue a ser propietario a fin de evitar los aumentos intempestivos del alquiler que arruinarían sus esfuerzos. “Cuando sus propietarios ven que venden alguna cosa, piensan que su situación ha mejorado”.

Marie-Claire Mwenya, encuentra justamente el tiempo necesario para caminar con ellos en su suerte y en la esperanza de mañanas mejores.

Por Falila Gbadamassi

10 de diciembre del 2010

Artículo seleccionado y traducido para Fundación Sur por Asunción Orench.

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