Somalia: la generación perdida de Mogadiscio

9/06/2011 | Crónicas y reportajes

La mayoría de los somalíes, especialmente en la capital, Mogadiscio, han pasado toda su vida viviendo en guerra. Efectivamente, más de la mitad de la población del país nació después de la expulsión del Mohammed Siad Barre desatando el caos y la anarquía en el país. “Este grupo de gente nunca ha conocido nada más que el conflicto y la guerra”, explica Ahmed Dini, un activista de la sociedad civil que trabaja con jóvenes y niños, en declaraciones a la Agencia IRIN News. “Nunca han tenido la menor estabilidad en sus vidas; son desplazados de un sitio a otro, sin la menor posibilidad de conseguir una educación o una oportunidad para ganarse la vida decentemente, explicó Dini.

Para sobrevivir en este ambiente, cada cual se aferra a lo que puede. “Unos se unen a la violencia y son reclutados por los grupos que luchan; otros encuentran en las drogas, como el khat y los narcóticos, una salida a los problemas; y el resto emprende arriesgadísimos viajes al extranjero, ya sea a Europa o a los países árabes del Golfo.

La lucha entre las fuerzas gubernamentales, apoyadas por la Misión de la Unión Africana en Somalia (AMISON, según sus siglas en inglés) y los insurgentes de Al-Shabab continúa en Mogadiscio y según las estimaciones de Naciones Unidas, al menos 2.4 millones de somalíes necesitan ayuda. Esta cifra incluye a los desplazados internos en áreas controladas por Al-Shabab, pero no a los hasta 600.000 refugiados en países fronterizos.

Tal y como explica Dini, si el conflicto no se resuelve pronto, esta generación y las próximas “estarán perdidas para siempre, si es que no las hemos perdido ya”. Es más, “si no encontramos una solución al problema de la Juventud, los problemas de la juventud continuarán durante los próximos 20 años”. Varios grupos civiles están intentando ayudar a la juventud, pero él mismo es consciente de que este trabajo “es una gota de agua en un océano. Hay demasiados chicos con demasiados problemas y nosotros no tenemos suficiente para ayudarles”.

Abdi Ahmed, de 19 años, nunca ha ido al colegio ni ha hecho nada de lo que haría un adolescente normal. “Mi padre fue asesinado cuando yo tenía 7 años y mi madre no podía permitirse enviarme al colegio”, cuenta Ahmed, quien consiguió su primer trabajo a los 15 años. Su labor consistía en acompañar a un grupo de pistoleros de uno de los señores de la guerra. “cogí mi primera pistola a los 15 años, y usarla es la única cosa que sé hacer”.

“La violencia es su recreación, su deporte. Es la única cosa que han visto desde que llegaron al mundo”. Ahmed estuvo a punto de morir en una emboscada en la que tres de sus compañeros fueron asesinados. Él mismo y otros dos resultaron heridos. Pero qué otra cosa puede hacer: “Lo hice porque es lo único disponible para mí. Si tengo otra oportunidad como esta para ayudar a mi madre, lo haré de nuevo”.

Otro de los jóvenes, Mohamed Dini Ali, de 20 años, perdió a su padre cuando tenía 12, pero a pesar de todo, su familia pudo enviarle al colegio para cursar la secundaria, la cual completó en 2009. Sin embargo, no pudo ir a la Universidad y, ante la falta de posibilidades de futuro, decidió emigrar. Fue a Bosasso, situado en la región autoproclamada autónoma de Puntlandia y tomó un bote hacia el Golfo. “Primero fui a Yemen y luego a Arabia Saudí, pero allí me deportaron de vuelta a Mogadiscio. El problema aquí es que sólo hay dos opciones: o te unes a las milicias o te marchas, y yo elijo marcharme”. Porque vivir en Somalia no supone sólo una falta de oportunidades, sino que es también un peligro en sí mismo, especialmente para los jóvenes. Incluso si no trabajas para ningún clan, “puedes ser acusado de colaborar con uno u otro”.

Salado Adow, de 39 años, es la madre de un chico de 15 años que ha sido reclutado por las milicias. “He conseguido sacarle en tres ocasiones, pero siempre terminan llevándoselo de vuelta”. Y lo peor es que “no puedo culparles, en realidad no hay ninguna otra opción para ellos (…) Yo sólo rezo para que acabe la violencia y yo no pierda otro hijo más”.

(Publicado en IRIN News, el 24 de mayo de 2011)

Traducido por Aurora Moreno.

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