Somalia es un lugar peligroso para los periodistas

7/01/2008 | Opinión

Somalia es un país olvidado por casi todo el mundo. A pesar de ser considerada la peor crisis humanitaria de África, el país recibe una atención muy limitada en los medios de comunicación internacionales, debido a un duradero conflicto armado cuya solución parece tan lejana como las galaxias más distantes. El derrumbamiento del último gobierno nacional efectivo del país, en 1991, abrió un nuevo capítulo en la historia de Somalia, con los despiadados clanes de los señores de la guerra, firmemente aferrados al poder, y lanzando al país al abismo de la destrucción social, económica y política.

Pero la caída de una dictadura militar en 1991, que había monopolizado los medios durante 21 largos años, dio paso al nacimiento de una nueva liga de organizaciones mediáticas independientes, desde Mogadiscio en el sur hasta Hargeisa en el norte. Emisoras de radio y televisión de propietarios independientes, periódicos regionales y páginas de internet comenzaron a surgir tras décadas de silencio forzado. A lo largo de los últimos 17 años, muchos periodistas fueron acosados, torturados y arrestados en el país, y en los peores casos, asesinados por hablar claro.

La última de estas víctimas es Mohammed Muhiyadin Ali, considerado en algunos círculos, el “padre de los medios independientes” en Somalia. Este último, el señor Ali, que pasó más de dos décadas trabajando en medios de comunicación, estableció el primer periódico independiente en Mogadiscio, en la era post 1991. Fue asesinado el 29 de diciembre de 2007, con una bomba puesta en la carretera por donde pasaba. Al-Shabaab, un grupo de militantes en guerra con el Gobierno interino de Somalia, reivindicaron la autoría del brutal asesinato. El señor Ali había pasado los últimos siete años de su vida como portavoz del alcalde de Mogadiscio, Mohammed Dheere. Irónicamente, el mismo alcalde que introdujo medidas muy severas para poner freno a la información independiente, especialmente sobre la guerra en Mogadiscio y el masivo desplazamiento de civiles de la capital.

Hay muchos casos en los que los periodistas somalíes, y como muestran los acontecimientos recientes en la región de Puntland, los reporteros extranjeros, se enfrentan a abusos y amenazas a sus vidas desde varios focos, entre los que está el gobierno nacional, las autoridades regionales, los insurgentes e incluso los criminales. Los orígenes de los abusos pueden variar, pero el propósito es casi siempre el mismo: silenciar la verdad. Un periodista de una televisión francesa, que viajó a la región del norte de Puntland, fue secuestrado brevemente el pasado mes de diciembre, al intentar hacer averiguaciones sobre una historia de actividades de tráfico humano y de contrabando en la costa norte de Somalia. Fuentes locales en Puntland aseguran que el secuestro del reportero francés fue un claro aviso a cualquier periodista extranjero que intente informar sobre esta trágica historia de tráfico humano en el norte de Somalia.

Estas almas valientes que anteponen a su seguridad personal la búsqueda de la verdad deberían ser recompensadas por su esfuerzo desinteresado, no castigados por arrojar la luz sobre la historia menos contada del mundo.

Los malintencionados que mutilan a los periodistas deberían saber que, inevitablemente, la verdad sobre los actos atroces que intentan ocultar de manera brutal, siempre saldrá a la luz.

Si no es hoy puede que lo haga mañana.

Editorial de ‘Garowe Online’

editorial@garoweonline.com

Publicada el 6 de enero de 2008.

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