Anoche me acordé de una frase genial: «Cuando soplan vientos de cambio, algunos levantan muros; otros construyen muros». Y me acordé porque en Senegal hace tiempo que soplan vientos de cambio. Hasta el propio Wade lo sabía porque hace sólo unas semanas, en medio de lo más duro de las manifestaciones contra él que costaron la vida a al menos ocho personas, aseguró que estábamos ante «sólo una brisa ligera que nunca se convertirá en huracán». Sus desafortunadas palabras se convirtieron en el mejor símbolo de un poder que no quería escuchar a su pueblo.
Wade, quien tuvo la oportunidad de salir por la puerta grande de la historia, tuvo que sufrir anoche la humillación de verse ampliamente derrotado en las urnas. La brisa ligera acabó por tumbar el muro de su tozudez, quizás porque este gigante tenía los pies más de barro de lo que muchos pensaban. Ni siquiera su llamada para felicitar a Sall le exonera de la culpa.
Anoche un pueblo salió a la calle. Y nadie le lanzó gases lacrimógenos ni le mandó a un camión de policía para que embistiera a la gente. Ni les dispararon con balas de goma ni hubo muertos que lamentar. No. El muro ya había caído. Anoche todo era gente gritando y bailando y cantando. Fue un inmenso suspiro de alivio el que recorrió a todo Senegal, pero también la expresión más alegre de un pueblo que estaba harto de un presidente y quería verlo partir.
No lejos de Dakar, en la vecina Malí, un grupo de militares protagonizaba hace tan solo unos días un golpe de estado. Y en su frontera sur, en Guinea Bissau, viven el sobresalto de un proceso electoral interrumpido por denuncias de fraude. El hambre recorre el Sahel y Guinea Conakry y Costa de Marfil salen a duras penas de violencias y destrucción. El contexto no es el mejor, pero Senegal ha demostrado esta noche que la democracia sí es posible en África y que un pueblo puede cambiar a sus gobernantes de forma madura y responsable si le dan la oportunidad de hacerlo.
Macky Sall tendrá ahora que administrar con sabiduría tanta alegría. No podrá olvidarse de este pueblo orgulloso y dispuesto a darlo todo por su democracia y su república, ni de quienes le han conducido hasta la victoria, sus aliados y amigos. Ni siquiera podrá olvidarse de sus enemigos. Todas las miradas estarán puestas en él. Anoche, en su primera intervención ante la prensa tras la victoria, dijo algo importante: corre un «aire nuevo» en Senegal. Pues bien, lo que Senegal espera de él es que aprenda la lección, se deje de muros y construya molinos. Muchos molinos.
Original en Guinguinbali