Es curioso ver lo escatológicos que se ponen ciertos dictadores cuando empiezan a oler que les quedan pocos telediarios de estar en sus privilegiadas posiciones. Como si fuera una norma inscrita en los genes despóticos y opresivos… al final no hay quien se resista y se apropian de términos quasi-divinos para perpetuarse en el poder o para justificar aún más la vocación divina de “dirigir sabiamente a sus países.” Macías Ngema, Idi Amin, Bokassa, Banda, Mobutu Sese Seko (“Mobutu para siempre”, era la traducción de tan rimbombante título) y ahora nuestro querido enfant terrible del África meridional, se aferran antes o después a un discurso esperpéntico para dar a entender que no se van a ir tan fácilmente. Podríamos decir que es algo humorístico si no fuera por el gran coste humano que supone la permanencia de tales personajes en el poder y los estragos que causan.
La verdad es que el caso de Mugabe es realmente de pena. Quizás otras dictaduras hace algunas decenas de años se podrían justificar debido a la situación de inmadurez democrática de muchos de los países africanos. Había pocas democracias de verdad y la ausencia de las mismas era un caldo de cultivo ideal para tales reyezuelos que se apalancaron en el poder con más o menos suerte. Pero en el África de 2008, donde se han alcanzado niveles inimaginables de democracia y de madurez de la sociedad civil, el caso de Zimbabue es realmente desolador. Después de la hecatombe social y económica en la que se ve inmerso el país – otrora verdadera reserva alimenticia de África –, sigue hoy jugando con su carta profundamente racista y discriminatoria, con su intolerancia de cualquier disidencia política, con su odio visceral a los “británicos imperialistas” y con su retórica de estar apoyado por el pueblo. Lo peor de todo es que ha habido demasiados líderes africanos que llevan años riéndole las gracias y que han brillado por su ausencia los que han tenido las agallas de enfrentarse con él en público. El caso más vergonzoso es el de Tabo Mbeki, presidente surafricano que literalmente ha hecho juegos malabares con tal de no condenar al régimen de Mugabe, que se niega a ver la miseria que ha producido y la situación de indigencia en la cual vive la gente. Parece como si fuera una omertá casi mafiosa, se callan incluso las violaciones de derechos más flagrantes con tal de no mover las aguas que, sin duda, podrían salpicar a ciertos líderes en casa. Parece que hubiera entre los dirigentes un caso de amnesia colectiva, donde se olvida que para poder asegurarse en el poder, Mugabe – el defensor y luchador de la libertad – fue el autor intelectual de la persecución y asesinato de cerca de 20.000 oponentes de la etnia ndebele, uno de los casos más escandalosos de depuración étnica de todo África. Había que quitarlos de en medio para asegurar la hegemonía del líder. Desgraciadamente, este ignominioso capítulo de la biografía de Mugabe o se obvia o no se menciona (por la cuenta que les trae a los desprotegidos ciudadanos de aquel país).
Pues sí, si Dios no lo remedia, se volverá a manipular toda la maquinaria para que no cambie nada y las elecciones que habrá dentro de unos días serán meras parafernalias de comicios. Los más de 70 muertos que se llevan ya contados en la represión política que se está llevando a cabo son botón más que de muestra de a lo que están dispuestos los seguidores de Mugabe y sus fuerzas de seguridad.
Hace ya tiempo que Dios es lo único que les queda a los zimbabuenses, en eso Mugabe tiene más razón que un santo. Esperemos que se apiade de ellos y quite pronto de en medio a tan sanguinario cretino.
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