Solidaridad y amistad social

1/03/2021 | Editorial

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Consumir lo necesario, compartir el resto y acoger a los demás, para construir relaciones humanas de solidaridad y amistad social. Este es el grito de los auténticos líderes mundiales.

En medio de tantos retos sociales, ¿Dónde podemos encontrar la visión y los motivos para nuestra esperanza?

La inspiración para convivir con los demás y con la naturaleza surge de creer que la Vida nos llama a vivir la Fraternidad humana, con respeto y gratitud.

La visita de Fracisco de Asis al sultán Malik-el-Kamil en Egipto sirvió, y sirve aún, de inspiración universal para la humanidad.

La crisis y la pandemia nos invitan a ser más solidarios y compartir los recursos y tareas con los demás, conscientes de que formamos una sola familia humana.

Nuestras palabras y comportamientos surgen de lo que creemos profundamente y de nuestra capacidad de ver a los demás como miembros de nuestra misma Familia Humana. También miramos toda la Naturaleza como un regalo que debemos cuidar para los demás.

El vivir con esperanza nos permite relacionarnos con gratitud y entusiasmo. En el actual contexto de preocupación en el que vivimos, y en el que todo parece frágil e incierto, hablar de esperanza podría parecer algo ingenuo. Pero sabemos que las personas somos capaces también de una mayor solidaridad y de cuidar a los demás, como lo testimonian cada día tantas personas entregadas a cuidar de los enfermos.

A veces, para dar esperanza, es suficiente con ser una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención a los demás, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha y de encuentro. Damos ánimo y esperanza cuando nosotros mismos hemos experimentado la bondad de los demás.

El sentirnos amados nos capacita para acoger a los demás y alegrarnos con el bien de los demás. Por este motivo sufrimos cuando el otro está angustiado, solo, enfermo, sin hogar, despreciado y en situación de necesidad. La compasión y la empatía nos hacen salir de nosotros mismos y nos anima a la cooperación y a la solidaridad.

A partir de esta “amistad social” es posible avanzar hacia una civilización de fraternidad, en la que todos podamos sentirnos en familia. Esta civilización de fraternidad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo sostenible para todos.

La bondad y la solidaridad son un don que da sentido a nuestra vida, y gracias a este don consideramos a quien se ve privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano.

Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amabilidad, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y de convivencia.

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