El Tribunal Especial para Sierra Leona consideró culpable al ex-Presidente de Liberia, Charles Taylor, de crímenes de guerra. Su condena se conocerá el próximo día 30 de mayo, pero en cualquier caso Taylor se sumará a la extrañamente pequeña lista de Jefes de Estado condenados por crímenes de guerra. La lista la componen Karl Dönitz y él. Slobo no pudo añadirse a la lista porque falleció en la cárcel durante el juicio.
Taylor, además, será seguramente encarcelado en Reino Unido, mientras que otros condenados por el mismo Tribunal cumplen sus condenas en territorio africano. Chema Caballero insinúa en su excelente artículo que este trato de favor es el pago por los servicios prestados para la diplomacia occidental.
La condena de Taylor es una buena noticia porque con ella se da un mensaje claro a todos los criminales de guerra pasados, presentes y futuros: tus crímenes tendrán consecuencia… si pierdes la guerra.
El modelo hegemónico de construcción de paz en el sur viene siempre acompañado de dos herramientas fatales para el restablecimiento de la justicia y la compensación a las víctimas. Se trata de las mesas abiertas de negociación y de la reinserción gratuita de los combatientes.
Por mesas abiertas de negociación nos referimos al principio de intervención occidental en los países del sur que pretende sentarse a negociar con criminales sin tener en cuenta esa condición. Habitualmente las negociaciones ofrecen una ventana de legitimidad a criminales que sólo descansan su poder en la violencia ejercida contra las personas. Esta legitimidad de interlocución se transforma en legitimidad política cuando las mesas de negociación terminan por repartir ministerios en supuestos gobiernos de concentración nacional que más tarde se encargarán de realizar las primeras elecciones constituyentes y los primeros textos fundacionales del nuevo país postconflicto.
A las mesas no se accede por prestigio personal, sino por cantidad de violencia ejercida. Esto provoca que pequeños líderes/criminales se dispongan a aumentar su nivel de violencia en los albores de un proceso de paz liderado por organismos internacionales. Es decir, se contribuye al ejercicio de la violencia, a su aumento, y se le propone un pacto de legitimidad que incluye la ecuación “cese de la violencia = recompensa política”. Son los réditos por la paz que obtienen los grandes jefes de la violencia.
La otra herramienta que se utiliza, la reinserción de los continentes, aunque en esencia es positiva, su habitual mala utilización provoca la continuidad del conflicto. Se trata de desmovilizar a las tropas o a los ejecutores de la violencia, hasta ahí bien. Habitualmente su desmovilización –su entrega de las armas- viene recompensada con un escaso importe en metálico y un breve cursillo de reinserción en la sociedad. El ex-combatiente, frecuentemente joven que lleva mucho tiempo de su vida involucrado en el conflicto y por tanto carece de formación profesional e incluso de hábitos sociales al uso, termina por quedarse indefenso entre la sociedad y con el recurso fácil al delito debido a que su único conocimiento es el de las armas.
En ocasiones se promueve la creación de tribunales tradicionales de compensación y de reparación. Como las Gacacas (pronunciado “Gachacha”) de Ruanda. Pero en muchos otros casos, y como tan bien apunta Chema Izquierdo en su blog, los criminales conviven con las víctimas en un acuerdo tácito de paz.
Estos tres elementos –el juicio contra Charles Taylor, las mesas abiertas y las reinserciones tan mal hechas- son claras pistas del sistema político internacional que tenemos hoy día. Mientras a los criminales de guerra vencidos de países del sur podemos encausarlos y condenarlos, a los criminales de guerra vencidos de países del norte los colocamos en consejos de administración o como enviados especiales para Oriente Próximo. Por supuesto, si eres un criminal de guerra vencedor los tribunales los verás desde lejos, por televisión, y sólo recibirás apoyos políticos –Kabila lo sabe muy bien. Y si eres un criminal de guerra vencedor del norte, siempre podrás presentarte a la relección.
Original en : El Sr. Kurtz