Sin miedo al integrismo islámico, por Rafael Muñoz Abad

14/01/2015 | Bitácora africana

La cantinela libia ya es un clásico en mis reflexiones dedicadas a la creciente amenaza yihadista que se nos cierne pues considero que la disolución del estado norteafricano y el consiguiente desvalijamiento de sus ingentes arsenales convencionales supuso el pistoletazo de salida que armó a muchas facciones del Sahel ideológicamente próximas al yihadismo. Después vendría el alzamiento en el norte de Mali y, de no ser por la decidida intervención de papa Francia y su gran garrote Légion – étrangère, tendríamos un Afganistán a las puertas de Europa. Una de las muchas consecuencias fue la proliferación de combatientes que igual lucharon en Mali como ahora lo hacen en el norte de Irak o en Siria. Un fenómeno de alta movilidad que no es nuevo, pues incluso ex muyahidines afganos acudieron a un escenario tan alejado como Bosnia en la guerra de los Balcanes.

El fundamentalismo islámico es un enemigo preparado en lo militar y dotado de una notable infraestructura a la par de grandes recursos económicos. Un virus que lo tenemos en casa, pues son cientos los seguidores que portan pasaportes occidentales. El problema esconde múltiples variables difíciles de analizar en tan poco espacio. ¿La solución? Más educación e integración, pero también inversión en inteligencia, cooperación de las agencias a nivel interestatal y aumentar las partidas dedicadas a las fuerzas de seguridad. Todo de la mano de una legislación más dura y menos progre. Premisas a la baja; pues estados clave en la lucha contra el radicalismo religioso, caso de Marruecos, puntualmente dejan de colaborar en materia de inteligencia e información. Ahondando, los presupuestos militares en España han caído hasta un famélico 0.96% del PIB. En mi opinión, algo inadmisible de cara a nuestra delicada situación geográfica; y como colofón, carecemos de políticos con sentido de estado que parecen anteponer sus pataletas electoralistas a la seguridad. Holanda, Suecia o Suiza, naciones mucho más avanzadas que España en todo menos en fútbol y fiesta, lo tienen claro: el sistema multicultural de puertas abiertas hace aguas y se ha convertido en un riesgo demasiado alto. Un buen ejemplo son los suburbios de Estocolmo. Reinos de taifas donde se niega la entrada a la policía y los imanes han impuesto la Sharia cual fuente de ley al margen de la normativa sueca. Hay colectivos que no se integran y generan guetos cuyo no control es una bomba de relojería. El país nórdico, ejemplo en multiculturalidad y con una política de admisión e inmigración de las más generosas, comienza a replantearse esa actitud de puertas abiertas; situaciones similares a las que ya se plantean en Dinamarca o Suiza. Estados que han prohibido la edificación de minaretes o mezquitas. Después está Francia. Modelo de unión de cara a la adversidad y quizás sea esa la mejor respuesta a la barbarie integrista: una réplica contundente y homogénea de su clase política vertebrada entorno a La Marsellesa y los valores de la República: libertad, igualdad y fraternidad. Me da envidia. Blanco sobre negro con el buenismo y el separatismo que en España se practica y nos debilita en un momento en el que se requiere más unión que nunca. Ceuta es un criadero de extremistas y los extrarradios catalanes ya engloban una de las mayores densidades de Europa en bolsas musulmanas que cocidas al fuego lento del paro y el discurso exaltado, podrían derivar hacia un serio problema en poco tiempo. Nos lo han dejado muy claro. Al-Ándalus es territorio reclamado.

No, no me vean un intolerante, pero tampoco soy un primavera; necesitamos una llamada a la vigilancia pues la amenaza es real. El atentado contra la redacción de Charlie Hebdo y por ende la libertad de expresión es meridiano. ¿Dónde está la tenue línea que delimita esa libertad con el respeto a la fe? De cualquier manera, nunca es negociable bajo el derramamiento de sangre. El terrorismo puede golpear donde y cuando quiera; ¿se lo vamos a facilitar aún más? Por fortuna, conozco algo el mundo árabe y estos asesinos no representan a unas gentes educadas, hospitalarias y respetuosas. El Estado islámico es una realidad que ya supera la sombra de Al qaeda y nos dará muchos problemas.

CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL

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Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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