Comportamientos esperpénticos como los de Dennis Tito, magnate norteamericano y exingeniero de la NASA que se convirtió en el primer turista espacial en abril de 2001, después de pagar alrededor de 20 millones de dólares a la Agencia Espacial Federal Rusa; al que le siguió Richard Branson, magnate británico, con su Virgin Galactic, Jeff Bezos, de Amazon, Bill Gates, de Microsoft, Mark Zuekerberg, de Facebook, así como todos los «dioses-diosas” del futbol, de la política, de la religión, etc., y que seguimos creando, delatan una sociedad evidentemente caprichosa, desbocada y depredadora.
Cuando el poder, el prestigio y el radicalismo son más fuertes y relevantes que las personas y los valores, entonces, el saqueo y acaparamiento de los recursos se vuelve más cruel y las relaciones humanas, sobre todo con las personas más marginadas, se deterioran, la sociedad se deshumaniza y se destruye la vida del Planeta.
Investigando el origen de estas desigualdades y de estos comportamientos manipuladores y abusivos llegamos hasta el mismo origen de semejantes actitudes, palabras y comportamientos abusivos y egoístas, es decir, hasta la mente y el corazón humano.
Es evidente que las circunstancias familiares, culturales y sociales en las que nacimos y crecemos nos afectan y marcan de forma muy profunda y permanente. Al mismo tiempo, el ser humano sigue siendo siempre libre y responsable de sus decisiones, palabras y compromisos. Ninguna influencia familiar, educativa o social destruye nuestra libertad y responsabilidad personal, a pesar de sus condicionamientos. Cada persona toma sus decisiones siguiendo los valores que le motivan y animan a vivir su vida y relaciones de forma responsable y profesional.
El primer valor fundamental de la ética universal es respetar y garantizar la dignidad y la igualdad de todas las personas y trabajar por el bien común de toda la sociedad.
¿Dónde comienzan los fallos en la falta de respeto a la dignidad de cada persona? En la mente y en el corazón humano que no sabe escuchar, apreciar y respetar a su prójimo, tal y como es.
¿Dónde comienzan los fallos en la falta de respeto a la igualdad de cada ser humano? En la mente y en el corazón humano que no es libre de apegos compulsivos y buscan poder, privilegios y lujos aun a costa de los demás, aunque sigan hablando de empatía, solidaridad y hasta de familia y de fraternidad.
“El ser humano no nace sabiendo odiar”, escribió Nelson Mandela en su biografía, “sino que lo aprende. Si pues aprende a odiar, cuanto más puede aprender a amar, ya que el ser humano está creado para amar”.
A lo largo de la Historia de la Humanidad, observamos cómo los seres humanos somos capaces de las más elocuentes gestas y testimonios de amor desinteresado por los demás hasta dar la vida por salvar a otras personas. La entrega del personal sanitario en todos los países del Planeta para salvar vidas afectadas por la covid-19 sigue siendo un testimonio de solidaridad que nos conmueve cada día.
Al mismo tiempo somos conscientes que en África, en agosto 2021, solo cerca del 1 % de la población había sido vacunada. También vemos el drama diario de los millones de refugiados, en numerosos países del globo, que arriesgan sus vidas para buscar algo de paz y seguridad, porque el hambre y la violencia siguen aumentando.
La tarea de educar, motivar y empoderar las mentes y corazones de jóvenes, educadores, padres y agentes sociales, con sólidos valores humanos y éticos, me parece la prioridad más relevante y urgente en este mundo globalizado.