Si sois gays (en Camerún), huid si podéis.

31/01/2014 | Crónicas y reportajes

Evidentemente la persecución a los homosexuales no va disminuir de repente. Así pues, sólo queda una solución: marcharse.

La noticia produce un efecto devastador: Éric Lembembe, periodista y militante de los derechos de los homosexuales fue encontrado muerto en su domicilio de Yaundé, la capital de Camerún, probablemente tras haber sido torturado. En efecto, los amigos del joven activista, fundador de una asociación de defensa de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales, describieron una escena macabra.

Éric Lembembe tenía “el cuello y los pies fracturados, las manos y los pies habían sido quemados con una plancha y su domicilio saqueado”, revelaron sus amigos de la CAMFAIDS, la asociación que dirigía en Camerún. Tres meses después, a pesar de la insistencia de las ONG de defensa de los derechos humanos, la investigación se estanca, las autoridades camerunesas meten la cabeza debajo del ala y todavía nadie sabe quién asesinó a Éric Lembembe ni por qué razón.

Pero, sea como fuere, por lo que se ve, se trata de un crimen homófobo. El joven había llegado a ser en muy poco tiempo uno de los militantes más destacados de la causa homosexual en Camerún. Había recibido amenazas, y a menudo éstas eran de parte de las autoridades, como confesaban aun hoy sus amigos de la CAMFAIDS.

Sentimiento de revuelta.

La muerte de Éric Lembembe sigue provocando un sentimiento de revuelta porque se trata de un asesinato y probablemente sea un crimen homófobo. Esto sigue provocando escándalo porque confirma que las amenazas de muerte dirigidas a los homosexuales cameruneses y a todos los que les defienden allí, no tienen nada de broma. Hasta entonces, uno se arriesgaba a ser llevado a prisión. De ahora en adelante, lo que se arriesga es la vida. Desde la muerte del periodista y el activista Éric Lembembe, los gays cameruneses saben que están, verdaderamente, entre la espada y la pared.

Ahora bien, nada indica que las cosas vayan a mejorar. Al contrario, se corre el riesgo de que la persecución de los homosexuales se intensifique aún más, con condenas draconianas de hasta cinco años de cárcel, reiteradas amenazas, denuncias calumniosas, ajustes de cuentas y asesinatos de todos los que se declaran abiertamente LGBT, lo dicen públicamente o aquéllos que se reúnen con personas del colectivo. En pocas palabras, y sopesándolas, se trata de una especie de “limpieza gay” que está teniendo lugar en el país desde el mayor desprecio al respeto de la dignidad humana y a pesar de la lucha encarnizada por la causa que están llevando a cabo las ONG, tanto en el interior de Camerún, como más allá de sus fronteras.
En estas circunstancias, no hay otra solución: Hay que marcharse, si se puede o en cuanto se pueda. Hay que irse porque de nada sirve luchar sobre el terreno contra un sistema anquilosado y rencoroso que parece ignorar el respeto de los derechos humanos más elementales, considerándolos como inexistentes. De nada sirve pelear por la justicia y la igualdad en un país cuyas mismas autoridades tendrían de ser quienes lucharan por ello.

No sirve de nada luchar en un país, donde incluso la prensa en su gran mayoría, es claramente homófoba y aun habla de la homosexualidad como si fuera una “desviación” y que preconiza la absurda “normalidad heterosexual” al silenciar alegremente los violentos actos infligidos a los gays. No sirve de nada luchar en este país en el que no se puede ni siquiera contar con la élite intelectual, que cuando se trata de la homosexualidad miran hacia otro lado mientras que la sociedad está dando un vuelco a la barbarie. No sirve de nada luchar en un país como Camerún donde incluso los responsables religiosos, que se supone que son promotores del amor y la fraternidad, sin embargo, avivan el odio y la división. Es ilusorio pensar que una lucha eficaz por la justicia y la igualdad pueda llevarse a cabo en un país donde muchos gays no pueden contar en todos los casos con el apoyo y la protección de su propia familia.

Principio de supervivencia.

Sí, hay que marcharse, si se puede o en cuanto se pueda. Pero hay que irse rápido, lejos, muy lejos incluso. Esto puede parecer una huida, pero se trata ante todo de una cuestión de supervivencia. No hay ningún interés en recibir palos a menos que se tenga alguna inclinación hacia el sadomasoquismo. Aún hay menos motivos para meterse en la boca del lobo. El querer dejar Camerún y no poder hacerlo, cuando se es gay, aumenta el riesgo de suicidio, a día de hoy. Cualquier cosa puede suceder en cualquier momento, incluido lo peor sin que lo hayáis visto venir.

Así pues, sí, hay que marcharse, si se puede o en cuento se pueda. Irse lejos, a unas tierras que si bien es cierto que no son el paraíso (hemos visto los horrores que causa el resurgimiento de los actos homófobos en Francia y en Europa en estos últimos años, por ejemplo), ofrece al menos la garantía a los homosexuales de poder luchar en igualdad de condiciones contra todos los que pisotean su libertad y sus derechos.

Llevar la lucha al exterior parece ser, desgraciadamente, el único medio eficaz de hacer callar a los homófobos africanos, de detener una homofobia de Estado que está arraigándose en todo el continente, lo cual ya fue mencionado en un informe de Amnistía Internacional aparecido en junio de 2013. Marcharse y llevar la lucha desde tierras menos hostiles permite dar un mayor eco a los horrores infligidos a los LGBT en África.

Tomar las de Villadiego.

La campaña mundial lanzada el 24 de septiembre por All Out , instando al presidente camerunés Paul Biya a detener las agresiones contra los gays, a despenalizar la homosexualidad y a liberar a numerosos homosexuales encarcelados, fue apoyada en pocos días por más de 70.000 personas. Siendo el objetivo inicial, alcanzar las cien mil firmas.

Hay que marcharse, si se puede o en cuanto se pueda. Es una necesidad vital. En este sentido, el testimonio de Dominque es elocuente. Este joven activista camerunés se exilió a Francia hace casi un año. Reveló a All Out que lo que ocurre hoy con los homosexuales en su país, es propio de un estado de excepción.

“Hoy en Camerún, un homosexual es tratado como si fuera un negro en la Sudáfrica de los tiempos del apartheid. ¿Acaso va a ser perseguido y aniquilado como un judío durante la Shoah?”

Escuchar tal testimonio da sudores fríos. Se tienen ganas casi de decir que si sois gays cameruneses y vivís allí, no os marchéis: ¡Huid!.

Raoul Mbog

Slate Afrique

(Traducción, Antonio Vázquez)

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