Cuando Seydu termina su sesión en el colegio, llega la última de una avalancha de preguntas infantiles: «¿Por qué los europeos y los africanos si vivimos tan cerca somos tan diferentes?» No necesita meditar mucho su respuesta: «Porque en África los niños tienen menos oportunidades que en Europa y muchos de ellos ni pueden ir a la escuela. Vosotros que podéis, no perdáis el tiempo y aprended».
«Mi abuelo me enseñó a fabricar instrumentos musicales: una lata de un refresco sirve para hacer una caja de resonancia, unas chapas sirven para hacer un sonajero y las semillas de un fruto silvestre suenan muy bien como percusión». Mientras da estas explicaciones ante un auditorio que le escucha absorto, sus dedos extraen sonidos de gran belleza de algunos de sus instrumentos: un arco con una cuerda tensada que vibra y se expande en una calabaza, una sanza con sus lengüetas de metal sobre una caja de madera y un cachichi, pequeña maraca elaborada con fibras trenzadas.
Con ellos y su poderosa voz, hace que los niños unan sus voces en un coro bien modulado que responden a sus versos. Pero sus explicaciones van más allá de lo puramente teórico: «Cuando lleguéis a casa haced un esfuerzo por usar vuestras manos e intentad construir algo vosotros». Todo un desafío para niños de una generación que vive pendiente de la play station y el móvil.
Seydu, uno de los percusionistas con más talento en nuestro país, lleva algo más de 20 años en España y ha tocado con artistas como Kiko Veneno y Lolita. Ha publicado dos álbumes: Freetown y Diamond Tears, éste último ganador del World Music Award en Alemania, en el 2003. Está a punto de salir su tercer trabajo, Touch the Sky, producido por el famoso artista congoleño Lukua Kanza. Aprendió de su abuelo a ser músico, algo que en África «es mucho más que un oficio, es una forma de ser y de concebir la vida».
Pero Seydu va más allá de la música concebida como espectáculo y se sirve de ella para enseñar «la belleza de la cultura africana», especialmente su aspecto de creatividad, un valor que, según él, «la gente ha perdido en Europa, donde los niños de esta última generación tienen de todo y están acostumbrados a usar y tirar y a formas pasivas de entretenimiento». Reciclar es la palabra que más usa: «Para nosotros los africanos es una necesidad, porque no podemos comprar todo lo que usamos, y eso nos hace creativos».
Esa efervescente creatividad que Seydu parece rezumar por los cuatro costados le ha llevado a empezar en Freetown, la capital de su país, un proyecto para ayudar a muchos niños y jóvenes que luchan por salir de la pobreza. Se llama Diamond Chile, y es una pequeña escuela donde se aprende a hacer música y teatro, a fabricar instrumentos, a pintar batiks y a confeccionar vestidos. Sus beneficiarios son antiguos niños soldado y niños de la calle.
Aunque la guerra que asoló a Sierra Leona terminó en el 2002, sus efectos se siguen notando, sobre todo en la pobreza que se cierne sobre la mayor parte de la población. Según Seydu, «el problema son los políticos, que no piensan en la gente sino sólo en su propio beneficio, y esto hace que los jóvenes no tengan futuro».
Después de pasar 20 años en España, la inmigración es tema obligado para hablar con él. No se lo piensa mucho antes de decir que «para un africano Europa es una gran desilusión». Está convencido de que «Europa no es un lugar para los africanos» y tal vez por eso cada vez pasa más temporadas en su propio país, donde vive volcado en su escuela de artes para los niños más vulnerables.
«En primer lugar, en Europa hace demasiado frío para nosotros, y además el sistema de vida aquí no tiene nada que ver con cómo vivimos los africanos. Cuando estamos en África pensamos que todo es maravilloso y perfecto en Europa, y nada más lejos de la realidad. En Europa es más difícil conseguir cualquier cosa que en África, donde hace falta muy poco para vivir felices y la vida es más sencilla. Aquí terminamos por vivir absorbidos en un ciclo interminable de buscar dinero para todo, y si no lo consigues es fácil acabar en situaciones trágicas que te hacen caer en manos de las mafias e incluso en la cárcel. Para nosotros, los africanos, lo único para lo que merece la pena venir a Europa es para adquirir conocimientos y después volver a nuestros países para aprovecharlos».
Él mismo ha llevado esto a la práctica realizando estudios en el Conservatorio que han templado sus dotes de músico y comunicador.
«Los niños en mi país fabrican sus propios juguetes porque sus padres no tienen dinero para comprárselos». Así se expresa el músico de Sierra Leona Seydu ante un grupo de 100 alumnos de los últimos años de Primaria en un colegio de San Sebastián de los Reyes, en la provincia de Madrid, donde la pasada semana desarrolló un taller de música africana.